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Ruta de los puentes colgantes de Chulilla, senderismo en el abismo

Ruta de los puentes colgantes de Chulilla

En la geografía española hay parajes impresionantes. Lagos, bosques infinitos de verde intenso, montañas que rozan las nubes, acantilados que recortan el cielo… Uno de los más espectaculares se encuentra en el Paraje Natural de los Calderones. Este hermoso escenario descansa a los pies del río Turia y se abre en un profundo cañón de imponentes paredes verticales. Fruto de este regalo geográfico discurre una senda que merece un apartado especial en el diario de cualquier aventurero: la ruta de los puentes colgantes.

Aunque de primeras pueda parecer un tanto arriesgada, lo cierto es que esta ruta es una de las excursiones más famosas de Valencia. El verde de la vegetación se combina con los tonos anaranjados de las paredes rocosas formando una paleta de colores que bien podría ser parte de las películas de Indiana Jones. La ruta es circular y tiene una duración aproximada de 5 horas con descansos incluidos. El camino está bien señalizado y no hay tramos peligrosos.

De Chulilla a los puentes colgantes

Puente sobre el río Turia
Puente sobre el río Turia. | Shutterstock

El punto de inicio perfecto para comenzar la ruta es el pintoresco pueblo de Chulilla. Ubicada a los pies del impresionante cañón del río Turia, esta villa de callecitas estrechas ofrece información sobre la ruta y sus afueras están adornadas con un hermoso mirador que conduce a la inmensidad del cañón. Quien observa este espectacular paisaje por primera vez quizás se sienta pequeño ante la infinidad de paredes de roca y pinares. La travesía no ha hecho más que empezar.

A la izquierda del mirador está señalizada una pequeña senda que conduce directamente al primer puente colgante. La historia de los puentes se remonta a la España de los años 50. En esa época se construyeron varios pantanos, entre ellos el embalse de Loriquilla, uno de los atractivos principales de esta excursión. Los encargados de habilitar este embalse se veían obligados a realizar el trayecto completo desde Chulilla, por lo que decidieron construir dos puentes para poder cruzar el cañón en menos tiempo.

Desafortunadamente, a finales de esa década se produjo una gran riada debido a las lluvias que asolaban el municipio que inutilizó los puentes hasta el año 2013. Fruto de la nostalgia y del auge del turismo rural se decidió volver a reconstruirlos procurando, así, la supervivencia de una ruta tan fascinante como accesible.

Del embalse de Loriquilla al Barranco de Vallfiguera

Tramo del barranco de Vallfiguera
Tramo del barranco de Vallfiguera. | Shutterstock

El primer puente que recibe al excursionista es el más alto del trayecto. Cuenta con 15 metros de altura y se extiende otros 21. Aunque de buenas a primeras puede dar impresión de estar atravesando un puente que en ocasiones se balancea, lo cierto es que su estructura es muy segura. Y una vez superado este momento, el increíble paisaje dividido por el cauce del río es, sencillamente, arrebatador.

Un poco más adelante el camino comienza a descender para fundirse en el lecho del río. Caminar entre dos paredes ascendentes de 80 metros de altura es una experiencia absolutamente mágica. Este tramo de la excursión es el paraíso de los escaladores, y es frecuente encontrárselos ascendiendo la imponente roca desde buena mañana. El segundo puente se descubre unos metros más adelante y, aunque su longitud es mayor que la del primero, su altura no lo es tanto. Unos 5 metros sobre el río. ¡Pan comido!

El embalse de Loriquilla comienza a desvelarse en este tramo de la ruta. ¿Lo mejor? Además de su impresionante belleza y del hermoso paisaje montañoso que lo rodea, dispone de una zona de picnic ideal para disfrutar de un tentempié. En este punto, hay dos opciones. Dar la ruta por finalizada y regresar por el camino de ida o adentrarse un poquito más en la aventura salvaje. Si la opción elegida es la segunda, la travesía continúa por la parte alta de la presa hasta llegar al barranco de Vallfiguera, famoso por albergar unas pinturas rupestres que se han conservado en perfecto estado.

El Charco Azul, un final de película

El Charco Azul
El Charco Azul. | Shutterstock

Las sendas del barranco son muy accesibles y están inmersas en una belleza natural absolutamente cautivadora. Después de comprobar la herencia cultural de civilizaciones pasadas, el trayecto se vuelve circular y bordea el pueblo de Chulilla abriéndose poco a poco. El Charco Azul es la última parada. Un impresionante oasis de aguas turquesas envuelto de altas paredes que maravilla a todo aquel que lo visita. Y que, además, se convierte en la excusa perfecta para refrescarse después de la travesía.

Flotar en sus tranquilas aguas bajo un manto de silencio roto por los sonidos de la naturaleza es un placer que no se vive todos los días. Este bello escenario también es accesible sin necesidad de realizar la ruta completa, y es de obligada visita. Sobre todo en los días de calor. De vuelta al pueblo, y si las fuerzas aún acompañan, hay una serie de puntos clave en su mapa que merece mucho la pena conocer. Además de su deliciosa gastronomía, claro.

Comenzando por el castillo de Chulilla. Un imponente castillo de piedra que se alza en el punto más alto de la villa. Se cree que fue construido alrededor del siglo XIV. En los años 80 fue declarado Monumento Histórico Artístico gracias a la buena conservación y a la riqueza arquitectónica del mismo. Un agradable paseo por su empedrado casco antiguo es la mejor manera de conocer sus blancas y tradicionales casitas, visitar su iglesia y las ermitas. De sumergirse de lleno, en definitiva, en un pueblo típico valenciano que ha sabido adaptarse a la perfección a los tiempos modernos.

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