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La Vía de la Plata, la legendaria “autopista” romana que unió el occidente de Hispania

Cáparra y la Vía de la Plata

Las carreteras son una comodidad que se dan por descontado hoy en día. Sin embargo, el desarrollo masivo de este tipo de infraestructuras es muy reciente. Autopistas radiales de la A-1 a la A-6, rutas que unen puntos extremos de Cantábrico y Mediterráneo como la A-7 o la A-8, nacionales, secundarias… Todas constituyen un mapa intrincado que recuerda al sistema circulatorio. Hace milenios, los romanos lograron algo parecido. Sus calzadas mantuvieron con vida al Imperio durante siglos. La Vía de la Plata fue una de las más importantes de Hispania y su legado sigue vivo.

Astorga, extremo de la Vía de la Plata
Astorga, extremo de la Vía de la Plata. | Shutterstock

Iter ab Emerita Asturicam

El itinerario histórico de la Vía de la Plata está bien estudiado y confirmado. Iba de Augusta Emerita hasta Asturica Augusta, es decir, de Mérida a Astorga. Un recorrido que parecía estar transitado incluso antes de la llegada de los romanos. Así, se ha relacionado con Tartessos y celtíberos. De esta forma sería una ruta comercial centrada en el comercio de mercancías como el estaño. La irrupción de los Escipiones en Iberia durante la segunda guerra púnica marcó el inicio del control romano. Emporiae o Itálica fueron ejemplos tempranos de esta tendencia.

No está claro el punto exacto en que la hoy llamada Vía de la Plata comenzó a existir como calzada romana. Mérida, punto de inicio, data del 25 a.C. y Astorga, como tal, del 14 a.C. Se cree que la carretera fue promovida principalmente por las dinastías Augusta y Antonina. De esta forma, el propio Augusto, Trajano y Adriano habrían sido sus impulsores principales en el siglo I d.C.

Puente romano de Mérida
Puente romano de Mérida. | Shutterstock

Moverse entre norte y sur fue especialmente importante en el cambio de era. Por un lado, el sur y las colonias helenas estaban bajo total control, mientras que astures y cántabros regalaron una feroz resistencia. De esta forma, la logística sur-norte era vital. Galicia y castros como Baroña o Santa Trega prestaron menos oposición a romanizarse.

Según avanzó la época imperial romana, Mérida fue capital de la provincia de Lusitania. Mientras tanto, Astorga se convirtió en la cabeza del Conventus asturicensis, una jurisdicción legal de la provincia Tarraconensis. Con Vespasiano, los hispanos adquirieron la ciudadanía romana en la década de los 70 del I d.C. Gracias a ello la península prosperó más que nunca. Las crisis no impidieron que en el siglo III, cuando fue descrita en el Itinerario de Antonino, la Vía de la Plata siguiera siendo la más importante de Hispania. Tal documento dejó constancia de las calzadas de todo el imperio.

Cáceres y su casco antiguo
Cáceres, ciudad de origen romano en la Vïa de la Plata. | Shutterstock

Cuando los bárbaros asaltaron los territorios romanos, las calzadas se tornaron en contra del imperio. La caída del segmento occidental del siglo V dio paso a la Edad Media. Visigodos y suevos hicieron uso de la Vía de la Plata para sus conquistas. Como en La Fundación de Asimov, los herederos germánicos de Roma salvaguardaron esta infraestructura sin poder reproducirla con éxito. No obstante, pese a que sus constructores habían desaparecido, la carretera continuó siendo un gran nexo de unión en el oeste hispano.

Una vía nada argenta

La Vía de la Plata ha levantado muchas polémicas. Entre ellas está el origen del nombre, usado al menos desde la transición entre Edad Media y Moderna. Hay dos teorías principales. Una se asocia a los árabes. Estos la habrían llamado al-Balat, que hace referencia a un camino de piedras. Deformaciones y cercanías fónicas habrían acabado por hacer que los cristianos usaran “la Plata” para referirse a la calzada. Mientras tanto, hay expertos que defienden que deriva de una denominación romana tardía, Vía Delapidata, por las señales pétreas, miliarios, que marcaban sus distancias.

Sea como fuere, acabó generándose el mito de que el nombre venía de las grandes cantidades de plata que se transportaban por su pavimento. Algo falso, pero que ha sobrevivido en el acervo popular. En todo caso, esto demuestra el uso continuado que tuvo la calzada. Aunque decayó por culpa de las carreteras radiales planteadas por el ilustrado siglo XVIII, siguió teniendo una gran importancia local. Asimismo, su valor estratégico salió a relucir cuando las tropas napoleónicas la usaron con gran atino, para desgracia de los españoles.

Catedral de Salamanca
Salamanca, o Salmantica en época romana. | Shutterstock

Lo bien trazado de la Vía de la Plata ha motivado que sirviera como inspiración para nacionales y autovías. La N-630 se conformó entre los siglos XIX y XX. De ella nació el concepto de Ruta de la Plata. Esta suerte de evolución de la antigua calzada se extendía hasta Sevilla. Además, en el norte cambiaba Astorga por León y se alargaba a Gijón. Con ello mejoraba notablemente su amplitud, pero hacía un sonoro vacío a los asturicenses.

Este malestar sigue activo hoy día con la A-66. Heredera de la nacional, se encuentra inacabada y tampoco tuerce hacia Astorga. La Vía Carisa es la inspiración que usa la Ruta de la Plata para llegar al Cantábrico y pasar por León. Debe su nombre al general romano Publio Carisio, que la mando construir en sus guerras contra los norteños. Perdida en la historia, conectaba el entorno del Bernesga, cercano a la capital leonesa, con Asturias.

Catedral de Zamora
Zamora, la antigua Ocelum Durii. | Shutterstock

La infraestructura de la Vía de la Plata

Al igual que una autovía, una calzada romana no era solo un camino pavimentado. De indicadores a una suerte de áreas de servicio, la Vía de la Plata ha conservado elementos suficientes como para poder conocer bien su infraestructura. Todo esto se planeaba desde el momento de su concepción. Gracias a aparatos de precisión que se usaban a través de ritos, primitivos tiralíneas permitían trazar certeramente la ruta. Después se excavaba y plantaban las piedras angulares.

La primera tarea que seguía era apisonar el suelo. Una vez hecho esto se superponían capas de material que evitarían socavones y estabilizarían el firme. Abajo del todo se usaban grandes cantos rodados, el statumen. A continuación se ponía un segmento constituido también con este tipo de piedras pero más pequeñas, como un puño pequeño. Era el rudus. Sobre él, grava y piedrecillas se prensaban dando lugar al nucleus.

Miliario "Correo" vía de la plata
Miliario “Correo”. | Shutterstock

En muchos tramos el pavimentum, la capa superior, simplemente consistía en grava y guijarros compactados. En las ciudades y alrededores, sin embargo, se usaban grandes losas encajadas como en un puzle. Siempre eran abombadas para canalizar las aguas de lluvias o inundaciones a los laterales. En Fuenterroble de Salvatierra, Salamanca, hay una notable reconstrucción del proceso. Promocionada por el párroco local, el padre Blas, presenta un corte trasversal que permite reconocer las distintas partes. Cabe destacar además los puentes que elevaron en distintos puntos. Algunos supervivientes hasta la actualidad son los de Mérida o Alconétar.

Un monolito cilíndrico de granito marcaba cada milla romana, en torno a kilómetro y medio, de la Vía de la Plata. Superando los dos metros de alto, estos enormes postes estaban grabados. Así, señalaban el emperador que había promocionado el tramo de calzada, las distancias a varios destinos, los ejecutores de las obras y en ocasiones proclamas políticas. Gran cantidad de estas mezclas de punto kilométrico y señales de tráfico han sobrevivido. El más conocido está cerca de la cacereña Casas de Don Antonio y tenía un hueco que servía como buzón. Por eso se le llama miliario “Correo”. En Carcaboso o Calzada de Valdunciel se muestran restos de estos postes. Además, en la última se encuentra la fuente Buena, con una estela romana que luce la talla de una mujer.

Miliarios en Carcaboso
Miliarios en Carcaboso. | Wikimedia

Las mansio y localidades de la Plata

Precedentes de las ventas y paradores, las mansio eran el último pilar de la Vía de la Plata. Estos complejos permitían realizar paradas cada 10 a 30 millas. Ofrecían comida y cama, además de reabastecimiento para animales o reparaciones en ruta. Cerca solía haber lugares de peor calaña e incluso mutatio, casas de posta para refrescar caballos. Integradas en el servicio de comunicaciones romano a la perfección, las mansio podían alojar a plebeyos o patricios por igual. Se conocen las que había en el siglo III gracias al Itinerario de Antonino. Sin embargo, no todas se han encontrado físicamente y su situación sigue siendo un misterio.

Pese a ello se han propuesto correspondencias para las 16 mansio entre Mérida hasta Astorga. La Ad Sorores es la segunda y una de las más conocidas, por estar a la altura del mencionado miliario “Correo” de Aldea del Cano y Casas de Don Antonio. En Cáceres, Garrovillas de Alcórnetar o Galisteo se hallaban las siguientes. Esta última localidad destaca por sus perfectas murallas árabes.

 

Puente de Santiago de Bencáliz, medieval, en la Vïa de la Plata extremeña
Puente de Santiago de Bencáliz, medieval, en la Vïa de la Plata extremeña. | Shutterstock

Cáparra y su arco son el mayor símbolo de la Vía de la Plata en Extremadura. Los restos de esta ciudad son recorridos por peregrinos y supone un mirador celeste excepcional. Mientras tanto ascendiendo a Béjar, Baños de Montemayor es un enclave posible para otra mansio, que habría aprovechado sus preciadas aguas termales. Las propias Salamanca/Salmantica y Zamora/Ocelum Durii contaron con estos paradores romanos. Llegando al final, la zamorana Castro Gonzalo es el lugar más proclive para que estuviera el antepenúltimo complejo.

Otras localidades e hitos extraordinarios permanecen en la calzada o muy cerca de ella. En el municipio pacense de Alcuéscar se halla Santa Lucía del Trampal, una basílica visigoda única. No lejos de Mérida y su teatro, el dolmen de Lácara o los embalses de Cornalvo y Proserpina son lugares arqueológicos de gran interés. Guijuelo, Hervás, Plasencia, Benavente o La Bañeza son más ejemplos de lugares de la Plata a los que prestar atención. Un conjunto patrimonial que convierte a la ruta en un todo cultural mayúsculo.

Santa Lucía del Trampal bajo un cielo estrellado
Santa Lucía del Trampal bajo un cielo estrellado. | Shutterstock

El Camino de Santiago y los ramales de la Vía de la Plata

La calzada romana vio algunos de los combates más encarnizados entre musulmanes y cristianos. De hecho, el nombre de Extremadura deriva de esa condición de frontera. En un principio, los astur-leoneses lograron que el Duero fuera la línea que marcara la guerra. Zamora, por tanto, era un enclave estratégico vital. Según el medievo avanzaba, la refundada Cáceres o Badajoz se convirtieron en los centros de atención.

En este entorno de continuo conflicto comenzó a emerger una ruta jacobea desde el sur. Todavía en el siglo XIII, cuando se conquistó Alcántara o Cáceres y las Órdenes Militares comenzaron a hacerse fuertes en Extremadura, era de una gran peligrosidad. Esto supuso que no cuente con la solera del Camino Primitivo o el Francés. Sin embargo, se acabaría alzando como la mejor alternativa para ir a Santiago de Compostela desde Andalucía.

Cáparra y la Vía de la Plata
Cáparra y la Vía de la Plata. | Shutterstock

Gracias a ello sirve como una especie de colector de múltiples vías, algo que marca el alma de este Camino de Santiago. Variantes como el Camino Sur desde Huelva o el Mozárabe desde Málaga expanden actualmente las posibilidades peregrinas a través una serie de extensiones perfectamente indicadas, muchas basadas en precedentes romanos. La Vía Augusta era una suerte de antecesora de la A-7 que pasaba por Cádiz y Sevilla antes de seguir al levante y subir a Cataluña. Un ramal de la Vía de la Plata la conectaba con Mérida en Hispalis. Esto se refleja hoy día en lo habitual que resulta empezar el Camino en la capital gaditana o hispalense, pasando por Zafra o Monesterio.

Por el norte, Astorga suponía otro centro de comunicaciones. Calzadas la conectaban con Zaragoza o Pamplona, entre otras. Precisamente esta última, que llegaba a Burdeos, sirvió como un primitivo Camino Francés antes de los trabajos de Santo Domingo de la Calzada. Fuera del Camino de Santiago, la antes mencionada Vía Carisa influyó en la creación de la N-630 y la A-66, la Ruta de la Plata. Otros nexos jacobeos se dan en Zamora o Benavente, que recogen Caminos provenientes del Mediterráneo y Portugal.

Baños de Montemayor, balneario y termas romanas
Balneario y termas romanas de Baños de Montemayor. | Balneario de Baños de Montemayor

Los finales de la Vía de la Plata jacobea

La ruta es muy exigente. A pesar de ser mayoritariamente llana, suele ser solitaria y muy calurosa en verano. En el estío, las temperaturas pueden sobrepasar los 40 grados con facilidad. Pasada Zamora, ofrece dos finales alternativos. En Granja de Moreruela, cerca de su famoso monasterio, hay una bifurcación. Por Benavente y La Bañeza sigue el camino oficial hasta Astorga, donde se enlaza con el Camino Francés. Si no se ha realizado esta opción antes, permite conocer dos facetas muy opuestas de la peregrinación.

Granja de Moreruela
Granja de Moreruela, monasterio. | Shutterstock

Por su parte, se puede girar hacia el oeste, bordeando la frontera con Portugal y siguiendo el Tera. El Camino Sanabrés tiene una antigüedad enorme, como demuestra la iglesia de Santa Marta de Tera. Allí está la más pretérita representación de un Santiago peregrino, del siglo XII. Pasa por lugares de gran belleza, como Mombuey o Puebla de Sanabria. Luego transita Ourense, donde el pasado romano es notable y llama la atención el Pórtico del Paraíso. Asimismo, conoce el monasterio de Oseira o Cea antes de ofrecer una entrada única a Santiago de Compostela, precisamente por una calzada romana.