La comuna que habita en la cueva del Cantal: un espíritu, un tesoro y una diosa

Mientras en la catalana cova del Bolet mora la encantada pubilla de Sant Quintí de Mediona, en las profundidades de un rincón oculto de Málaga conviven, se dice, las leyendas de un tesoro, un fantasma y una diosa. Se trata de la cueva del Higuerón, del Rincón de la Victoria, del Tesoro o del Cantal. Todos estos nombres tiene. Ubicada a unos pocos kilómetros de la capital malagueña, guarda todo esto y más, como un imán del misticismo sin parangón.

Noctiluca, la primera inquilina de la cueva del Cantal

Para hablar de todos los mitos de los que hace gala la cueva del Tesoro, vamos a empezar por el principio. Lo primero que hay que saber es que esta caverna se encuentra a orillas del Mediterráneo en el municipio de Rincón de la Victoria. Se trata, tanto en el mundo ficticio como en el real, de una cueva de características excepcionales en el más amplio sentido de la palabra. Hablamos de la única cueva de origen submarino que se ha descubierto en Europa, una de las tres que se conocen en todo el mundo.

En sus extensas galerías se han encontrado restos del Paleolítico y la Edad de Bronce, así como pinturas rupestres. Uno de los descubrimientos fue el de una un altar dedicado a Noctiluca, una diosa fenicia cuya acción se asocia a la luna y la noche y que es conocida por algunos como la diosa del Mediterráneo. Otra de las denominaciones que recibía Noctiluca era el de Malac, posible origen del nombre Malaka, a su vez apelativo con el que el pueblo fenicio designaba a Málaga.

El caso es que en una de las salas del Cantal se erige un altar dedicado a la diosa, bajo el que se han encontrado huesos de mamíferos, seguramente sacrificados en su honor. Así, una de las galerías de la cueva fue bautizada con el nombre de Noctiluca. Claro está, en honor a la que parece ser la primera inquilina paranormal de este místico lugar.

Cueva del Tesoro en Malaga
Cueva del Tesoro | Fuente: turismoenrincon.es

El tesoro de una dinastía almorávide

Muchos años después, ya en los siglos precedentes al nacimiento de Cristo, una dinastía almorávide enterró aquí, supuestamente, un gran tesoro… Fue en el siglo XII que, al morir el rey Alí ibn Yusuf, uno de sus hijos se erigió como virrey de Al-Ándalus. Mientras tanto el otro, Tesufin Ibn Ali se hizo con el trono de Marruecos. Sin embargo, Tesufin murió a manos de una dinastía enemiga, la almohade.

Por suerte para ellos o para nosotros, Tesufin pudo apartar antes de morir un extraordinario tesoro lejos de las garras de sus enemigos. ¿Cómo lo hizo? Pues enviando el susodicho a las costas que gobernaba su hermano, Al-Andalus, donde se encontraba, por supuesto, Málaga. Una vez en casa el tesoro cayó en manos del hermano, que decidió enterrarlo, claro, en la cueva del Rincón de la Victoria. ¿Para qué usarlo pudiendo iniciar una leyenda a lo Indiana Jones?

Leyendas del Mediterráneo y la cueva del tesoro
Una cueva llena de tesoros siempre llama la atención. | Producción Propia

Mito o no, lo cierto es que el profesor Manuel Laza Palacio, que se dedicó al estudio e investigación de la siglo XII. Laza no dudó desde entonces de la existencia del tesoro de la dinastía almorávide. Según la interpretación del investigador, el candil y las monedas debieron de ser enterradas intencionadamente como parte de un ritual mágico para ocultar un tesoro.

El espíritu de Nari: una leyenda que lleva a otra

No fue Manuel Laza la única persona que creyó en la veracidad de la leyenda. En 1789 Cristóbal Medina escribió, en un libro titulado Conversaciones malagueñas, sobre la historia de 17 hombres que se internaron en la caverna para buscar el codiciado tesoro. Sin embargo, todos salieron corriendo tras afirmar haber visto la figura de un enorme caimán y las huellas de un gigante. De hecho, en la sala de la cueva conocida como del Águila, una de las formas rocosas guarda cierta semejanza con un caimán. ¿Salieron los 17 valerosos hombres huyendo de una piedra? Probablemente.

Entre medias del descubrimiento de Laza y la supuesta expedición de estos 17 “valientes”, en el siglo XIX, el suizo Antonio de la Nari se dedicó a buscar el famoso tesoro. Su obsesión fue tal que llegó a pasar alrededor de 30 años en la caverna. En su empeño, Nari empleó cuestionables técnicas, entre ellas el uso de dinamita, que dieron paso a nuevas galerías y pasadizos.

Finalmente, en 1847, Nari selló su propia tumba: una carga de dinamita acabó con él en el propio escenario de sus obsesiones. La muerte de Neri, del que nunca se encontró el cuerpo, dio lugar, a su vez, a otra leyenda: la de un espíritu que vaga por los barrancos aledaños a la cueva.

Pasillos en la cueva del Tesoro
Pasillos en la cueva del Tesoro | Fuente: malaga.es

Los otros inquilinos de la cueva del Cantal

Como se señala en el titular, esta cueva ha sido refugio de todos y toda clase de criaturas y seres. Así, además de una diosa, un tesoro y un espíritu, la cueva del Cantal ha estado, y seguramente aún esté, habitada por gnomos y enanos, entes que según antiguas creencias se corresponden con el elemento de la tierra. De hecho, son ellos los encargados de transmutar las rocas en piedras preciosas y los fabricantes y guardianes de los tesoros que se ocultan en el subsuelo.

La cueva del Higuerón fue también el supuesto escondite de Marco Craso, un relevante aristócrata romano que se ocultó en la cavidad tras su huida de Roma y el asesinato de su familia en medio de un cruento conflicto. Es por ello que otra de las salas de la gruta es conocida como Marco Craso. Sobre esta historia escribieron intelectuales griegos como Plutarco. Vaya, que a la cueva malagueña no le falta de nada.

Otros tesoros

Para algunos los tesoros son monedas de oro escondidas en cuevas. Para otros, experiencias inolvidables encarnadas en viajes, como podría serlo la visita a este lugar. Sin embargo, hay personas para las que su mayor tesoro es la persona amada, esa por la que lo darían todo. Algo así les pasó a dos amantes en Castellón, una historia a lo Romeo y Julieta, pero con tintes descabellados, al más puro estilo español...