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El Panteón de la Duquesa del Sevillano, el tesoro oculto en un colegio de Guadalajara

Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo en Guadalajara

Dominando pistas de fútbol y baloncesto, junto a un monumental conjunto decimonónico que hoy acoge clases de primaria a bachillerato y a una pequeña comunidad de monjas Adoratrices, se alza el Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo. Esta iglesia funeraria presenta un aspecto muy particular, que sobresale en el perfil de Guadalajara. Un recuerdo de uno de los personajes más queridos de la ciudad, María Diega Desmaissières y Sevillano o simplemente doña Diega. Brillante tanto en su interior como exterior, resulta tan eclecticismo como los finales del XIX y principios del XX en que se edificó.

Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo en Guadalajara otoño
El Panteón y su entrada desde el parque de San Roque. | Wikimedia

Una duquesa dedicada a la caridad

Sobrina de una santa, María Micaela, doña Diega compartió con ella la visión de la vida. Aunque no llegó a ponerse el hábito, permaneció soltera y dedicada a labores pías. Algo que tiene mérito debido a la grandiosa fortuna y el listado de títulos que acumuló. De su padre recibió el Condado de la Vega del Pozo y el Marquesado de los Llanos de Alguazas. Mientras tanto, de línea materna le llegó el Marquesado de Fuentes de Duero y el Condado de la Vega del Pozo. De ellos, de su tía y de Francia, pues uno de sus bisabuelos paternos era de Burdeos, heredó bastantes millones.

El dinero se acumuló en ella debido a la muerte a los tres años de edad de su hermana. Su padre falleció cuando María Diega Desmaissières y Sevillano no tenía ni diez años. Por ello, en 1861 ya era condesa y marquesa titular. Su madre tardaría más en morir, hasta 1884. Sea como fuere, el aura de desgracia y soledad no abandonaría nunca a la duquesa del Sevillano.

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Mostró siempre una gran capacidad de mecenazgo, entremezclada con la ayuda social. Sin ir más lejos, para una fundación benéfica dedicada a ayudar a jóvenes mujeres mandó levantar en Madrid un enorme edificio neogótico. Poco después de su muerte, en 1920, pasaría a ser la sede del famoso Colegio del Pilar. No obstante, su obra cumbre no está allí, sino en Guadalajara. Uno de los muchos motivos por los que en 1888 fue nombrada hija adoptiva del lugar.

Un reposo eterno perfectamente planificado

La Fundación de San Diego de Alcalá, hoy Colegio Niña María de las Adoratrices, se construyó entre 1882 y 1916. El encargado de diseñar el complejo fue uno de los arquitectos estrella del momento: Ricardo Velázquez Bosco. Como arquitecto, se le conoce por el madrileño Palacio de Cristal del Retiro o el ministerial Palacio de Fomento. Su faceta de restaurador sobresalió en sus trabajos en la Mezquita de Córdoba o la catedral de León. Un bagaje en el que se suele obviar su labor en la capital de la Alcarria.

Colegio Niña María con el Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo al fondo en Guadalajara
Iglesia de la fundación y Panteón al fondo. | Wikimedia

En una finca que originalmente contaba con 50 hectáreas se desplegó un grupo de anaranjados edificios de aire tan mudéjar como renacentista. Serviría como una variopinta obra social. Por un lado, se planificó su función como asilo, en el ala que rodea un patio que se da aire a un foro romano comúnmente llamado “la explanada”. Además, acogería a jóvenes mujeres a las que facilitaría educación y posibilidades de reinserción. Al tiempo, también tendría una variante agraria, al servir sus grandes terrenos como explotaciones. Todo ello se refleja en las distintas construcciones y estancias del lugar. Por otro lado, también poseía una iglesia advocada al nombre de su tía.

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Claustro del Colegio Niña María
Claustro de la fundación. | Cultura Castilla-La Mancha

Pero además doña Diega necesitaba un sitio para ser enterrada junto a sus familiares. Así que dentro del encargo a Ricardo Velázquez Bosco se incluyó un panteón. Entre las condiciones que debía tener estaba la de que el cuerpo de la duquesa debía quedar por encima de la tierra. La aristócrata, entre viajes y solidaridad, pudo ver su obra final casi completada, incluida su tumba. Justo el año de su muerte, 1916, se completó la fundación.

Doña Diega Guadalajara
Doña Diega. | Wikimedia

El colorido juego de estilos del Panteón de la duquesa del Sevillano

Un muro separa la iglesia funeraria del colegio, aunque es habitual que los alumnos lo salten para recuperar balones perdidos. La alicantina piedra de Novelda aporta al exterior de este monumento arriacense un aspecto brillante. De corte románico lombardo, presenta una planta de cruz griega y una destacada simetría. Sin embargo, lo que más sobresale son los reflejos metálicos de sus tejados y cúpula central. El recubrimiento es una cerámica reflectante de Daniel Zuloaga. Una leyenda urbana cuenta que sobre la cruz que corona el panteón existía una bola de oro que resultó robada.

Interior Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo en Guadalajara
El estilo bizantino domina el Panteón. | Cultura Castilla-La Mancha

Para entrar hace falta subir una regia escalinata y superar una puerta de corte oriental. Este rasgo se traslada totalmente al interior. Por arriba el cimborrio aporta luminosidad a un espacio dominado por una decoración de estilo bizantino. El uso de mosaicos es la base de la misma, muy colorida, en un notorio contraste con el exterior. Ya en las capillas de esta primera planta se puede observar el trabajo de Ángel García Díaz. El escultor fue uno de los grandes beneficiarios de la labor de mecenazgo de María Diega Desmaissières y Sevillano.

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Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo en Guadalajara otoño
El Panteón desde el Parque Nuevo. | Wikimedia

En la planta baja, a ras de suelo, queda la mentirosa cripta. La luz la da una curiosa bóveda plana. Como corresponde a un lugar de este tipo, el ambiente es contenido y solemne. En el centro de la sala se sitúa el conjunto escultórico dedicado a doña Diega. Se trata de una espléndida comitiva fúnebre, una personal obra de García Díaz que este concluiría en 1921. La abren una terna de ángeles que loan a la fallecida. Igualmente marmóreas son las figuras divinas que sostienen el féretro de la noble. Se puede ver además un busto de la homenajeada. Hubo de ser esculpido tras su muerte, pues esta dispuso que no se la plasmara antes.

Panteón de la Duquesa del Sevillano o de la Condesa de la Vega del Pozo en Guadalajara
Panteón de la Duquesa del Sevillano o la Condesa de la Vega del Pozo. | Shutterstock

Las crónicas narran que María Diega Desmaissières y Sevillano murió en Burdeos el 9 de marzo de 1916. Lo hizo sola y sin demasiado aviso previo. Un final que tuvo un epílogo algo más agradable. No fueron ángeles, sino toda la ciudad de Guadalajara la que realizó el cortejo fúnebre de la aristócrata. El cuerpo llegó rápidamente a la capital alcarreña por tren. El destino final del mayor funeral habido en Guadalajara fue el panteón. Desde entonces, es el mejor recuerdo de la solterona y solidaria noble que lo sufragó.