El mundo que Ángeles Santos pintó para los marcianos

Desde que volviera de su último viaje artístico al cuadro de Regoyos, la ex Viajera del Arte ha pasado mucho tiempo sin que le ocurriera aquello. Ella, que antes se sumergía en las obras hasta estar en sus entrañas, que por un rato olvidaba todo lo que realmente le rodeaba. Ella, que se veía siempre acompañada de una voz, la de la audioguía, que le contaba todo y más sobre lo que admiraba. Hace un tiempo que todo eso es solo un recuerdo de un mundo que se le clava como un puñal.

Con la típica desidia que últimamente invade sus expediciones museísticas, la viajera se halla ahora en el Museo Reina Sofía. Apática, hastiada, la ex Viajera del Arte entra en la sala 205-206 de la pinacoteca. Un enorme cuadro llena él solo toda una pared. Una pequeña chispa salta entonces en el interior de sus entrañas. La siente dentro. Sabe lo que va a pasar y, sin embargo, aún no puede creerlo. El espacio comienza a girar. El suelo sobre el que se asentaban sus pies es ahora una vía de tren. “Lo he hecho”, se dice. “He vuelto a viajar”.

“Una tela enorme para que el mundo cupiera”

Detalle del cuadro de Ángeles Santos
Detalle del cuadro de Ángeles Santos Un mundo. Estas figuras representaban en teoría a extraterrestres. | Museo Reina Sofía

La euforia inicial, que no desaparece del todo en ningún momento de esta nueva aventura, se transforma ahora en incertidumbre. Está de pie y derecha. Sin embargo, siente que se encuentra colocada en una posición antinatural, desde donde ve muchas cosas que no sabe explicar. Unos niños juegan junto a un banco, el sonido del mar llega embravecido desde no muy lejos. De fondo, la letanía de una extraña melodía. Es un cuadro surrealista, eso seguro. Rauda, la voz de una vieja amiga acude en su auxilio: “Nos encontramos ante la obra más importante de la pintora Ángeles Santos: Un mundo.

La Viajera del Arte conoce ese cuadro o, más bien, ha oído hablar de él. Sí, ahora lo recuerda. No se equivocaba: Un mundo es una obra en la que el surrealismo y el cubismo se entremezclan en una hipnótica danza. Se trata de un cuadro al óleo de nada menos que 290 x 310 centímetros que fue pintado en 1929. “Mi padre encargó una tela enorme para que el mundo cupiera”, le susurra una joven y esbelta mujer sentada justo detrás de ella. La Viajera del Arte la reconoce. Es ella, Ángeles Santos. Una jovencísima Ángeles Santos de apenas 18 años, la edad con la que pintó este cuadro que tanto impresionó a sus contemporáneos.

“He escuchado que el hombre llegaría al planeta Marte”, le comenta la pintora mientras se enciende un pitillo. “He pintado ese cuadro para que lo envíen allá y que los marcianos sepan cómo es nuestro planeta Tierra”, añade. La audioguía constata esta información y agrega que con Un mundo Santos pretendía plasmar todo lo que ella conocía de la Tierra.

Punto de partida: Portbou, paraíso de la infancia

Detalle del cuadro Un mundo
Detalle del cuadro Un mundo inspirado en unos versos de Juan Ramón Jiménez. | Museo Reina Sofía

Algunos creen ver en la parte derecha del cuadro reminiscencias de su tierra de nacimiento, Portbou, un lugar en el que el paisaje yermo contrastaba con el azul marino del mar. Su hijo Julián comentaba, en el documental de Eva Fontanals El mundo de Ángeles Santos, que este lugar era para su madre “el recuerdo de una vida feliz”. Es aquí, pues, donde la Viajera del Arte ha iniciado su recorrido.

El fotógrafo y profesor Eduard Olivella Falp comentaba en esta misma pieza audiovisual que “este tipo de naturaleza tan tosca parece que queda muy reflejada en este tratamiento cúbico de Un mundo. Se aprecia en la tierra de color pardo y claro, en el agua donde varias personas juegan, en las vías y la estación de tren (pues el padre de Ángeles era agente de aduanas), en las formas de la derecha que salen del cubo y que pueden recordar a un mar embravecido… “Se podría prolongar esta similitud”, apunta Olivella, “con el entorno de Portbou en esta espaciadísima escalera. [...] Me recuerda muchísimo a las escaleras que se construyen para superar las rocas e ir a las calas que hay alrededor”.

La Viajera del Arte mira entonces a los márgenes de la derecha del cuadro, donde, en efecto, una escalera asciende al sol. La joven observa ensimismada como unas extrañas mujeres tiznan sus pinceles con el color del astro y bajan hasta las tinieblas para encender las estrellas. “Esta imagen de la obra”, le susurra la audioguía, “está inspirada en unos versos de Juan Ramón Jiménez”. El poema decía así: “Vagos ángeles malvas / apagaban las verdes estrellas. / Una cinta tranquila / de suaves violetas / abrazaba amorosa / a la pálida tierra”.

El periodo de esplendor de Ángeles Santos

De un misterioso agujero en la tierra surge un tren de colores oscuros. De dónde viene, la viajera no sabe nada. Ante ella, las puertas del vehículo se abren y la invitan a pasar. Ángeles no sube con ella, sino que se encamina al oscuro orificio. Mientras, el tren lleva a la viajera a un nuevo lugar, hasta llegar a la parte superior del mundo que Santos imaginó. En este nuevo apartado la sociedad y la cultura bullen por doquier. Una sala de cine y una sala de exposiciones, muy parecida a las del Reina Sofía, se muestran tras una fachada abierta a las miradas indiscretas. Es un guiño al libro El diablo cojuelo, que se dedicaba a mirar a través de los tejados. Tras cruzar el río, una mujer faena en un huerto, otra en la cocina…

El año en el que Santos pintó esta obra, 1929, la pintora tenía apenas 18 años y vivía junto a su familia en Valladolid. En aquellas fechas hizo, le comenta la audioguía, las que son consideradas sus mejores obras. De hecho, en una de las fachadas abiertas se puede divisar a tres mujeres leyendo, una imagen muy similar a la que ofrece otro de sus trabajos más valorados: La tertulia.

Durante esta etapa de su vida, Ángeles Santos se hizo muy popular en España. Sus pinturas en general, su cuadro Un mundo en particular, causaron mucha impresión. Personajes como Federico García Lorca o Ramón Gómez de la Serna llamaron a su timbre con la intención de conocer al genio que había nacido en Portbou. De hecho, Gómez de la Serna, 23 años mayor que ella, le pidió matrimonio. Mientras todo esto pasaba, Santos solo hacía una cosa: pintar, pintar y pintar. Todo salido de su imaginación. “La pintura genuinamente española de vanguardia”, indica Eduard Olivella, “resulta que era de ella”.

El mundo lleno de oscuridad de Ángeles Santos

Detalle del cuadro de Ángeles Santos
La parte inferior del cuadro representa un mundo de oscuridad. | Museo Reina Sofía

De repente, la tierra bajo los pies de La Viajera del Arte se hunde. Como transportada a otra dimensión, el mundo ha cambiado. Ahora está oscuro y no se ve nada. “¿Cómo puede ser esto?”, se pregunta. El surrealismo, es lo que tiene, es surreal. Una vez sus ojos se van acostumbrando a las tinieblas, la viajera comienza a distinguir. Unos árboles secos crecen de la tierra, unas formas oscuras se mueven entre sus ramas... La viajera observa con tristeza a una mujer andando en la penumbra. Es, de nuevo, Ángeles, más alicaída y decrépita que como la había visto hacía un rato.

“En 1930”, apunta la audioguía, “Ángeles Santos fue ingresada en un sanatorio”. La pintora, acompañada a todas partes por su padre, se sentía desdichada en Valladolid, tal como le contaba a Gómez de la Serna en sus cartas. Una noche, la pintora se fue sola a pasear por las orillas del Pisuerga y se internó en el río. Cuando su familia la encontró la internaron en Madrid, donde estuvo un tiempo. Al salir, la enviaron a vivir a su provincia natal, Girona. Ángeles Santos nunca dejó de pintar, pero, después de este incidente, jamás volvió a pintar desde su imaginación.

Un mundo, de Ángeles Santos
Un mundo, de Ángeles Santos. | Museo Reina Sofía

El principio de un nuevo trayecto

Tras caminar un rato en las tinieblas de la artista, la Viajera del Arte se topa con una escena aún más macabra que las anteriores: un señor apuñala a otro. La joven siente, de repente, un miedo súbito, que le sube por la espalda y comienza a correr, desesperada, por las vías del tren, ahora vacías. Un túnel se interpone en su camino. A través de él, la luz se abre paso y, por un momento, le hace daño en los ojos. Comienza a percibir entonces, esperanzada, el olor del mar y corre hacia el final de su lance, en realidad, solo el principio de un nuevo trayecto…