La calzada más larga del Imperio romano

España atesora una extraordinaria historia que la convierte en uno de los lugares más importantes de la cultura de Occidente. En parte se debe a que la civilización romana se asentó en la península y dejó una herencia cultural y patrimonial considerable. Tanto es así que los vestigios de la romanización son claramente visibles en nuestro país, desde monumentos y edificios hasta los caminos que conectan algunas de nuestras ciudades. España alberga lo que en su día fue la una de las principales arterias de la red viaria en la Hispania romana, la calzada más larga del Imperio. Acompáñanos a conocerla.

Así es la calzada más larga del Imperio romano

Tramo de la Vía Augusta en su paso por La Puebla Tornesa, Castellón
Tramo de la Vía Augusta en su paso por La Puebla Tornesa, Castellón. | Juan Emilio Prades Bel, Wikimedia

La Vía Augusta fue una de las calzadas más importantes y la más extensa del Imperio romano. Se encontraba en Hispania, la provincia romana que abarcaba la mayor parte de la península ibérica, y su principal función era unir la parte noreste de la región con la ciudad de Gades, actual Cádiz, en el sur.

Tenía una longitud de aproximadamente 1500 kilómetros y fue construida sobre tramos de caminos que ya existían en la época prerromana. Su desarrollo tuvo lugar principalmente durante el mandato del emperador Augusto, que se dio entre el 27 a. C. y el 14 d. C., y de él tomó su nombre.

Este visionario mandatario, consciente de la importancia de Hispania, buscaba mejorar su infraestructura y su integración en el Imperio, por lo que ordenó la unificación de algunas de las vías que habían heredado de los iberos, griegos y cartaginenses, los antiguos pobladores del territorio. Aunque Augusta es su denominación más conocida, a lo largo del tiempo también ha recibido otras como Vía Hercúlea, Camino de Aníbal o Ruta del Esparto.

El impresionante recorrido de la Vía Augusta

Mapa de la Vía Augusta
Mapa de la Vía Augusta. | Sémhur, Rakidip, Wikimedia

La Vía Augusta comenzaba en el norte, en los Pirineos, concretamente en la localidad de La Junquera, que se encuentra actualmente en la provincia catalana de Girona. De allí descendía a lo largo de la costa mediterránea tocando ciudades romanas muy relevantes como Tarraco (Tarragona), Valentia (Valencia), Saguntum (Sagunto) y Carthago Nova (Cartagena), hasta llegar a Gades (Cádiz).

Gracias a este largo recorrido, el noroeste y sur peninsular se hallaban conectados. Sin embargo, no solo las principales provincias de la península estaban unidas. En la zona de los Pirineos, la famosa ruta conectaba con la Vía Domitia, que pertenecía a la Galia, actual Francia, para llegar hasta la mismísima Roma. De esta forma, la gran ciudad capital estaba enlazada con el levante de Hispania y con el valle del Guadalquivir, algo de suma importancia para la consolidación del Imperio romano.

Importancia y legado de la Vía Augusta

Arco Romano de Cabanes en Castellón
Arco Romano de Cabanes en Castellón. | Shutterstock

Las carreteras fueron una de las herramientas que utilizaron los romanos para su expansión. Casi 100 000 kilómetros de vías servían como arma estratégica para extender la romanización y mantener en contacto a los lugares del Imperio.

En el caso de Hispania, el mapa de carreteras tuvo tantos ramales que llegó a contar con más de 300 vías. Sabiendo esto, no es de extrañar que una de las expresiones populares que se conocen en nuestro país sea «todos los caminos llevan a Roma». Y es que es cierto, así era.

La más sobresaliente fue la Vía Augusta, la cual fue esencial para el comercio. Facilitaba enormemente el transporte de mercancías entre las ciudades del interior y las costeras, lo que ayudaba a la economía.

Por otro lado, tuvo una gran importancia militar, ya que permitió el desplazamiento de tropas y recursos militares. Esto aseguraba a los romanos mantener su control sobre la zona y permitía tener una rápida respuesta ante posibles invasiones o rebeliones.

Además de estas funciones económicas y militares, también se convirtió en un medio de intercambio cultural. Al mantener a los lugares unidos, se difundían más fácilmente las costumbres, la tecnología y las leyes entre las ciudades que formaban parte del Imperio.

Los vestigios de la calzada más larga del Imperio romano

Arco de Bará en Roda de Bará, Tarragona
Arco de Bará en Roda de Bará, Tarragona. | Shutterstock

A pesar del paso del tiempo y de que tras la caída del Imperio romano empezó a perder relevancia, la huella de la Vía Augusta aún perdura en nuestros días. Su rastro puede verse en forma de puentes, miliarios, tramos y otras construcciones romanas.

Lo más destacado de ello son los miliarios. Eran hitos en forma de columnas cilíndricas que se colocaban en las calzadas cada mil pasos, es decir, cada milla romana, lo que equivale a unos 1480 metros aproximadamente. Servían para señalizar las vías, indicar las distancias y para intentar que el trazado de la ruta fuera lo más recto posible.

También son muy reseñables los arcos, como el Arco Romano de Cabanes en Castellón o el de Bará, un arco del triunfo ubicado en Roda de Bará, al norte de Tarragona.

Lo que está claro es que todos ellos son vestigios de gran valor no solo para la arqueología, sino también para la historia. Conservarlos es preservar el reflejo de lo que un día fue una colosal obra de ingeniería que ahora tanto puede hablarnos de nuestro pasado.

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