Un Camino sin flechas: así era el peregrinaje a Santiago en la Edad Media

Se hayan recorrido o no sus senderos, el Santiago de Compostela. Un recorrido que gracias a la señalización y la información existente no tiene perdida. Se atraviesan pueblos, ciudades y paisajes naturales asombrosos. Se conoce mundo, se comparte la cultura, se come bien, se duerme en una cama. Hay multitud de ofertas y servicios que facilitan la vida de los peregrinos, que están en esos senderos movidos por la fe, la diversión, la desconexión o la necesidad de encontrar algo. Esto es el Camino del Santiago, al menos en el siglo XXI.

Cuando la fiebre peregrina comenzó apenas se había alcanzado el siglo X. Entonces no se dormía en una cama, ni la oferta gastronómica era la misma. Durante aquellos años, el camino podía llegar a hacerse como una imposición, como un castigo por haber cometido un crimen. No era tan sencillo comunicarse con personas que no hablaban tu mismo idioma. Tampoco era sencillo atravesar todos los lugares que se recorren hoy con placer. No había tanta información al alcance de los peregrinos, ni señalización, ni siquiera flechas, seguramente el símbolo más popular hoy en día. Era otro Camino de Santiago. Ese es el que queremos recorrer aquí.

El nacimiento del Camino de Santiago en la Edad Media

Los senderos del Camino de Santiago siguen transitándose diez siglos después de su nacimiento
Los senderos del Camino de Santiago siguen transitándose diez siglos después de su nacimiento. | Shutterstock

Es difícil concretar la manera en la que el Camino de Santiago se popularizó hasta convertirse en el gran peregrinaje que ya era en la Edad Media, pero sí puede decirse que el inicio fue el descubrimiento, en Galicia, de la supuesta tumba del apóstol Santiago el Mayor. En torno al año 830, el obispo Teodomiro de Iria relacionó un monumento antiguo con el sepulcro del santo, perdido hasta el momento. La leyenda habla de cómo unos pastores fueron testigos de un fogonazo de luz, en una noche cualquiera, que señaló este lugar, desde entonces sagrado para la cristiandad.

Al margen de la autenticidad de este sepulcro, la presencia del apóstol Santiago en Hispania estaba documentada desde hacía tiempo. En Breviario de los apóstoles, redactado en el siglo VII, se relacionaba su figura con las tierras occidentales de la península, tal como señala Manuel C. Díaz y Díaz en su monumental trabajo De Santiago y los Caminos de Santiago.

No hay mucho más allá de esta fuente documental, así que la historia parece indivisible de la leyenda. Una de las más populares asegura que el cuerpo ya sin vida de Santiago fue lanzado, desde Jerusalén, a los mares del mundo. Vagó por las aguas hasta terminar en Iria Flavia. Esta antigua ciudad romana tuvo una gran importancia en el siglo I d.C. Hoy en día es una pequeña y bonita aldea que pertenece al municipio de Padrón, uno de los rincones jacobeos por excelencia. Se encuentra a poco más de 25 kilómetros de Santiago de Compostela, donde finalmente se construiría el gran sepulcro en su honor.

Como se ha dicho, es muy difícil concretar la manera en que este peregrinaje, casi en el fin de la tierra conocida, se volvió tan popular. Sí se sabe que no sería hasta el siglo XII cuando finalmente los senderos comenzaron a llenarse de peregrinos. Como explica Manuel C. Díaz y Díaz, “las peregrinaciones a lugares santos se convierten en un fenómeno frecuente por esta época, cuando nuevas condiciones de vida incitan a las gentes a desplazarse y viajar con los más diversos motivos, entre los cuales aparece el viaje devocional, para sentirse cerca de aquellos santos cuya virtud y poder acreditan que se encuentran cercanos a Dios, y de los que son de esperar, por tanto, milagros y ayudas de toda clase”.

La catapulta de Santiago

La Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Compostela
La Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Compostela. | Shutterstock

La peregrinación a Santiago no se entiende sin la meta última: la catedral compostelana. Levantar un gran templo en honor al apóstol puede tomarse como uno de los motivos por los que el Camino despuntó. Ya desde el supuesto descubrimiento del cuerpo, el rey Alfonso II, a quien siempre se ha considerado el primer peregrino de la historia, ordenó la construcción de un templo para acoger el sepulcro. Este pronto se quedó pequeño. El camino no estaba ni mucho menos masificado, pero eran cada vez más los que llegaban. Así que a finales del siglo IX se consagró una iglesia de mayor tamaño, que también terminó resultando insuficiente. A finales del siglo XI fue cuando finalmente comenzó la construcción de la catedral.

Iglesia y catedral convivieron durante años. En 1101, Diego Gelmírez fue elegido obispo de Compostela. Tal era su importancia que se le conoció como “la catapulta de Santiago”, por el impulso que le dio a la ciudad y al peregrinaje. Cuatro años más tarde de esta elección se consagró el nuevo altar sobre el sepulcro apostólico y ya en 1112 la anterior iglesia de Alfonso III cayó en desuso. Hacia 1120 la catedral ya se parecía a lo que hoy conocemos y la popularidad del peregrinaje hasta la tumba del apóstol creció.

Los símbolos del Camino de Santiago

Una de las formas de Santiago Apóstol es la del peregrino
Una de las formas de Santiago Apóstol es la del peregrino, aquí con los símbolos clásicos. | Shutterstock

Fue también decisiva la creación y difusión del Códice Calixtino. Esta compilación de cinco volúmenes, atribuida a un monje francés llamado Aymeric Picaud, es decisiva para comprender la manera en la que se entendía por entonces el Camino de Santiago. También a la figura del apóstol. Su elaboración concluyó a finales del siglo XII. El primer libro recoge los textos litúrgicos de la época, el segundo los milagros más insignes de Santiago, el tercero relata el viaje en barco del cuerpo del apóstol hasta Iria Flavia y el cuarto recoge diferentes cantares de gesta medievales. Interesa especialmente el quinto libro de esta obra, pues permite entender cómo era ese peregrinaje en años medievales. Volveremos a ello más adelante.

Es interesante también repasar cómo, en este momento, fueron naciendo elementos que han terminado ligados al Camino de Santiago de manera simbólica. Por ejemplo, la concha de vieira, relacionada con la caridad dentro de la alegoría cristina. Este molusco podía verse, en tiempos medievales, cosido en las prendas de los peregrinos o colgando de sus bordones. Hoy en día suele colgar de las mochilas de los peregrinos.

Los bordones eran los bastones de los caminantes, conocidos como el tercer pie del peregrino. En el Códice Calixtino se explica que eran bendecidos en las iglesias antes de partir. En los caminos servían de apoyo a la hora de salvar obstáculos o incluso como arma ante los peligros que el peregrino se iba encontrando. Del bordón colgaba la calabaza, preparada desde antes de partir para poder usarla como lo que sería una cantimplora actual. Estos símbolos del Camino de Santiago nacieron entonces y han tenido continuidad hasta el siglo XXI.

Así era el Camino de Santiago en la Edad Media

Paisajes que se atraviesan en el Camino de Santiago, también en la Edad Media
Paisajes que se atraviesan en el Camino de Santiago, también en la Edad Media. | Shutterstock

Gracias a ese quinto libro del Códice Calixtino podemos hacernos una idea aproximada de cómo era el Camino de Santiago en la Edad Media. Escrito por un monje que recorrió él mismo los senderos, escrito, por tanto, desde la experiencia, no hay que dejar de tener en cuenta que es subjetivo. Como se dice hoy en día, hay tantos Caminos como peregrinos. También antaño era así.

Pese a este aspecto subjetivo, ofrece una interesante descripción de los itinerarios que se seguían desde Francia, por donde entraban la mayor parte de los peregrinos europeos. Algunos llegaban por mar hasta el Levante, pero el Camino Francés era (y es) el más transitado. El monje peregrino hace una cuidadosa exposición de las ciudades y pueblos que se transitan. “El motivo de la rápida enumeración de las localidades y etapas que preceden, ha sido para que los peregrinos, con esta información, se preocupen de proveer a los gastos del viaje, cuando partan para Santiago”, explica. El Códice Calixtino se convirtió así en la primera guía de peregrinaje a Santiago de Compostela.

Más paisajes típicos del Camino de Santiago
Más paisajes típicos del Camino de Santiago. | Shutterstock

En ocasiones se detiene a detallar aspectos de esos lugares. De Carrión, por ejemplo, dice que “es una villa próspera y excelente, abundante en pan, vino, carne y todo tipo de productos”. “Por Logroño pasa un río enorme llamado Ebro, de agua sana y rico en peces”, explica más adelante. Dedica un episodio a los ríos que se atraviesan y la peligrosidad o no de estos. Para uso del peregrino o de los caballos con los que en mucha ocasiones se recorría este Camino. Ofrece, incluso consejos gastronómicos: “si en España y en Galicia comes alguna vez el pescado vulgarmente llamado barbo, o el que los pictavenses llaman alosa y los italianos clipia, o la anguila o la tenca, ten por seguro que muy pronto, o te mueres o te pones malo”.

Los cuerpos de los santos que pueden verse en este recorrido hasta Santiago también ocupan un espacio central en su exposición, así como las ceremonias relacionadas con la fe católica que por entonces se practicaban. Por ejemplo, en relación a Port de Cize, conjunto de pasos de alta montaña, entre Francia y Navarra, dice lo siguiente: “A quien lo sube le parece que puede palpar el cielo con su propia mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y occidental, así como los confines de tres regiones: Castilla, Aragón y Francia”.

Continúa para explicar que en la cima hay un lugar llamado Cruz de Carlomagno, donde los peregrinos “tienen por costumbre hincarse allí de rodillas y orar vueltos hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil se pueden encontrar allí. De ahí que se tenga a éste por el primer lugar de oración a Santiago en el camino”.

Los peregrinos y las gentes del Camino

Hay tantos Caminos de Santiago como peregrinos
Hay tantos Caminos de Santiago como peregrinos. | Shutterstock

Uno de los apartados más llamativos de este Códice Calixtino tiene que ver con la descripción que de las gentes del Camino hace el monje francés, claramente desde una visión sesgada. Así, a los vascos y especialmente a los navarros les describe como “un pueblo bárbaro, diferente de todos los demás en sus costumbres y naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a todos los vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos, y enemigos frontales de nuestra nación gala”. Una descripción exhaustiva, pero cuestionable. No deja de ser interesante, en cualquier caso.

No hace gran alusión, en cambio, a los peligros a los que los peregrinos tenían que enfrentarse, pero observando estos senderos con la perspectiva del tiempo y la información aquí recogida, parecen evidentes. Manuel C. Díaz y Díaz sí recoge en su trabajo cómo un sermón de la época alentaba a los peregrinos que se lanzaban a los caminos: "A pesar de las quebradas de montes y montañas, de las asechanzas de bandoleros, de las extorsiones de desaprensivos y de los constantes engaños de posaderos".

Lo que sí recoge el galo es la manera en que estos peregrinos deben ser tratados: “Todo el mundo debe recibir con caridad y respeto a los peregrinos, ricos o pobres, que vuelven o se dirigen al solar de Santiago, pues todo el que los reciba y hospede con esmero, tendrá como huésped no sólo a Santiago, sino también al mismo Señor, según sus palabras en el evangelio: 'El que a vosotros recibe, a Mí me recibe'. Hubo antaño muchos que incurrieron en la ira de Dios por haberse negado a acoger a los pobres y a los peregrinos de Santiago”.

Aunque hoy en día el peregrino es tomado de muchas maneras, en la Edad Media era casi una figura sagrada para la fe católica. Personas que a pesar de los numerosos obstáculos y peligros entregaban su vida para venerar la tumba del apóstol Santiago el Mayor.

El Camino de Santiago actual: un camino con flechas

Flechas amarillas, uno de los grandes símbolos del Camino de Santiago
Flechas amarillas, uno de los grandes símbolos del Camino de Santiago. | Shutterstock

Desde ese temprano siglo XII en que el Camino de Santiago comenzó a despuntar, sus infraestructuras fueron mejorándose a medida que también el mundo fue evolucionando hacia la modernidad. Los senderos se acondicionaron y se volvieron más seguros, los hospitales de peregrinos poco a poco empezaron a prosperar y las comodidades, o las facilidades, fueron llegando. Pero hay que destacar que no fue hasta finales del siglo pasado cuando nació el Camino de Santiago que hoy se conoce.

Aunque cueste creerlo, las simbólicas flechas amarillas no estuvieron presentes en los senderos hasta el año 1984. Fue una iniciativa privada y en principio destinada a un solo tramo. Elías Valiña, párroco de la aldea gallega de O Cebreiro, consciente del mal estado y la mala señalización de ese tramo del Camino Francés, decidió ponerle remedio. Así fue pintando, poco a poco y con ayuda, centenares de flechas en calzadas, vallas, árboles o casas de particulares. Llegó hasta Santiago de Compostela. Su idea caló hondo y fue el impulso que parecía necesitar el Camino para despuntar como comenzó a hacer. Ya no era complicado seguir los senderos porque uno sabía que siempre encontraría una flecha que le guiase.Y un albergue en el que dormir.

Fue también durante esos años cuando nació este concepto moderno, apoyado por personas como el propio Elías Valiña. Hasta los años 90 del siglo pasado lo común eran los refugios, en muchas ocasiones sin ningún tipo de instalaciones más que un espacio en el que resguardarse durante la noche. Con la intención de recuperar ese sentimiento de, precisamente, hospitalidad de los antiguos hospitales de peregrinos, se moderniza esta idea y surgen así los albergues actuales.

Así que el primitivo Camino de Santiago, el que nació en el siglo IX, ha ido evolucionando desde entonces, pero nunca ha dejado de lado su simbología, sus conceptos y sus porqués. Tan solo se ha actualizado a los tiempos que corren, se ha vuelto más seguro y también, por qué no decirlo, más cómodo. Más un paseo que una aventura, aunque la aventura emocional sigue intacta. Buen Camino.