Las cabañuelas: el talento de predecir el tiempo

La historia de las cabañuelas es otra historia antiquísima. Al fin y al cabo, el ser humano lleva relacionándose con su entorno desde el principio de los tiempos. Y este oficio en la mayoría de los casos no constituye una dedicación a tiempo completo sino una manera de hacer eso mismo: relacionarse con la Tierra, comprenderla y predecir cómo va a comportarse, para así encontrar la mejor forma de vivir en consonancia con ella.

Puede hablarse también de un segundo oficio, si se quiere, pues deben contarse por millares los agricultores, en todos los rincones del mundo, que alguna vez se han encomendado a estas cabañuelas para subsistir, compartiendo después su sabiduría con sus convecinos. Todavía hoy no se ha perdido, todavía puede hablarse de actualidad. Quizá, de hecho, con más sentido que nunca. Pero empecemos por el principio. Había una vez unos hombres y mujeres que necesitaban saber cuándo sembrar sus cosechas…

El origen de las cabañuelas

Es difícil rastrear el origen de una actividad que parece intrínseca a la condición humana. A la pregunta ¿cuánto empezó el hombre a tratar de predecir el clima?, seguramente la respuesta más sensata sea la más sencilla: desde que tuvo raciocinio. Se habla de las cabañuelas como una tradición ancestral que ya fue definida en los primeros diccionarios de la lengua española. Quizá su gran particularidad es, en realidad, la que iguala a todos los oficios presentados en esta serie. Que no ha cambiado a pesar de que los tiempos sí lo han hecho. Este método sigue siendo el mismo que era hace siglos.

Hay quien ha visto relación entre las cabañuelas y la Fiesta de las Tabernáculos, un festejo de origen judío también conocida como Fiesta de las Cabañas. Es una de las tres grandes festividades judías originales, ya mencionadas en sus primeros escritos. Parece que tiene su origen primero en el momento en que el pueblo abandonó la esclavitud en Egipto y marchó en busca de Canaán, la tierra prometida, aunque no sería hasta 40 años más tarde, en 1451 a.C., cuando la encontraría. Durante esta larga travesía por el desierto, los judíos vivieron en cabañas, luchando contra las adversidades climatológicas. Con todo esto, la relación entre festividad y oficio, con su correspondente evolución en el tiempo, se ha señalado desde siempre.

Pero quizá lo más sensato, de nuevo, sea apostar por esa necesidad del ser humano, en el desierto o no, de comprender su entorno y aprovecharse, en la medida de lo posible, de una naturaleza que no puede controlar. Si acaso conocer, con la esperanza de poder adelantarse a lo siguiente que vendrá. A por esas predicciones vamos.

Las cabañuelas y su método ancestral

Agricultor en una zona de Andalucía
La observación en el campo ha sido siempre fundamental. | Shutterstock

Las cabañuelas tienen su método, sus herramientas y también su intuición, así como una buena capacidad de análisis, deducción y visión de conjunto. Se trata de una tradición eminentemente rural, característica evidente teniendo en cuenta que está relacionada con los trabajos de la tierra, como la agricultura o la ganadería. Especialmente útil para la primera, los agricultores se han servido, durante años, de estas predicciones para decidir los tiempos de trabajo en el campo.

Aquellos que lo practican toman como referencia elementos de la naturaleza y el clima, como la dirección del viento, la forma de las nubes, la niebla o la humedad en la tierra. Hay quien se fija también en el comportamiento de los animales, incluso en el dolor físico de las personas. Quién no ha escuchado alguna vez decir a un allegado cosas como “me duele la cicatriz, eso es que va a llover”. Son creencias que se han mantenido con el tiempo y que forman parte de esa serie de métodos.

La observación es importante, así como la constancia, pues quien se toma esta práctica como una manera de predecir el tiempo anual necesita de mucha paciencia y constancia. El método, de hecho, tiene su complejidad. El más habitual es el que se practica en el mes de enero, que consiste en las Cabañuelas de Ida y las Cabañuelas de Vuelta. Las de ida se recogen durante los primeros 12 días de enero. En ese tiempo se observa el clima qué hará en todos los meses del año, correspondiendo cada uno de los días con cada uno de los meses, en orden cronológico. Los elementos en los que se fijan son los ya mencionados, así como otros más sencillos como la temperatura o las precipitaciones.

Las Cabañuelas de Vuelta tienen lugar a partir del 13 de enero, cuando, durante otros 12 días, se repite el proceso pero de manera inversa. El día 13 corresponde con el mes de diciembre y el día 24 con el mes de enero. Del 25 al 30, cada día corresponde con un periodo de dos meses, de forma ascendente: de enero a diciembre. Por último, el día 31 se divide en 12 franjas, de dos horas cada una, que corresponde con los meses del año. De nuevo de forma descendente: de diciembre a enero. Así, de las 00:00 a las 01:59 del 31 de enero, podrá observarse el tiempo que corresponderá con el futuro mes de diciembre. De 22:00 a 23:59, por el contrario, se medirá el siguiente enero. Con todos los datos extraídos, se realiza una media.

Así pueden llegar a predecirse con cierto grado de detalle (por la variación de las precipitaciones, por ejemplo) comportamientos climatológicos que tendrán lugar meses más tarde. Si el día 11 de enero fue un día especialmente frío, noviembre no se presentará de otro modo. Eso dicen las cabañuelas.

Siglos de antigüedad, pero más actual que nunca

Imagen de Madrid durante la borrasca llamada Filomena
Imagen de Madrid durante la borrasca llamada Filomena, que las cabañuelas ya vieron venir. | Shutterstock

Si las cabañuelas vuelven a estar de moda es por un fenómeno que sacudió la geografía española y que fue predicho meses antes. Cuando Filomena cubrió Madrid de nieve hasta extremos nunca antes vistos en la capital, un joven burgalés asentía en la comodidad de su hogar, pues ya lo había señalado meses antes. Fue el salto definitivo de este método rural a la totalidad del país.

Aunque evidentemente relegado a un segundo plano, con las científicas agencias de meteorología ofreciendo la información que sigue la inmensa mayoría de la población, lo cierto es que es este un oficio, o un segundo oficio, o una creencia, como quiera tenerse, que no parece destinado a desaparecer a corto plazo. Aunque solo sea por el disfrute de jugar con las predicciones y de acercarse más, por cierto, a la comprensión del entorno en el que vivimos, siendo este, como ha sido siempre, el fin último.