Las maravillas de la España medieval, diario de viaje I

Hace ya más de 10 años sus majestades los Reyes, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, instauraron al fin en España la Inquisición, institución que ya había sido implantada en otros Reinos, como el de Francia. La noticia me agradó como pocas, pues veía en esta decisión la oportunidad de conducir a algunas almas descarriadas por el camino del Señor.

Con esta creencia he ejercido mi cargo como Inquisidor desde el año 1480 al servicio mismo del Inquisidor General, Tomás de Torquemada. Durante este tiempo he evitado ejercer demasiados juicios sobre los castigos que hemos aplicado sobre los herejes. Sin embargo, he de confesar que algunas escenas todavía atormentan mi alma y no paro de preguntarme si hemos obrado siempre tan rectamente como el Altísimo querría. Estas dudas se habrían quedado en tan solo eso si no fuera por el incidente que presencié el otro día, cuya naturaleza prefiero no revelar ni siquiera en estos escritos.

Ilustración quema de herejes

Tras el susodicho percance, estuve revisando entre las pertenencias de uno de los herejes a los que acabábamos de castigar, cuando encontré algo que llamó poderosamente mi atención. Se trataba de un diario sin firma y cuya antigüedad se remontaba a la edad del Imperio Romano. En él, el autor hablaba de las siete maravillas de Hispania, algunas de las cuales, por cierto, el tiempo y la tierra han debido sepultar, pues nada se sabe de ellas.

El hallazgo del diario transcrito, unido a los oscuros pensamientos que me asolan, ha sido la causa de mi actual decisión: la de tomarme un descanso en mis ocupaciones de Inquisidor. Pero no se tratará de un descanso sin más, pues me he propuesto el objetivo de recorrer los actuales Reinos de Castilla y Aragón, así como las tierras del recién conquistado Reino de Granada, con la intención de elegir las siete maravillas de este tiempo, desde que los infieles invadieron nuestras tierras hasta el momento actual, en el que se culmina la construcción de la Catedral de Toledo. Granada, 1493.

La Alhambra, una de las maravillas del mundo

Sin embargo, no comienzo mi recorrido sin saber las maravillas que elegiré, como hizo este liberto romano. Mi viaje está pautado desde el principio, pues ya he recorrido suficiente de estos reinos como para conocer las maravillas que lo habitan. El origen de esta travesía está, pues, en el recién conquistado Reino de Granada, en la espectacular ciudad palatina de La Alhambra. Y es que a pesar de las inclinaciones religiosas de estos servidores del falso dios del Islam, no se puede negar que lo que han construido y conservado durante ocho siglos es una verdadera obra de arte.

Desde las orillas del río Darro, recortada sobre las montañas de Sierra Morena, se vislumbra la figura de una especie de fortaleza sin demasiado pompaje. Nada que ver con la esplendorosidad del Alcázar de Segovia o las fachadas de las catedrales de León y Burgos. Los colores rojizos de la Alhambra (la roja) son solo emisarios mentirosos de lo que guardan sus paredes. Pues los nazaríes siempre han dado mayor importancia a lo que hay dentro de los edificios y guardan el lujo y el brillo para sus adentros.

alhambra

Tras traspasar la puerta de las Armas, una de las muchas entradas que dan acceso a la ciudad, esperan los rincones de la Alcazaba, la zona militar y de defensa, que por ventura es también la más antigua del complejo. Más al este aguardan los espléndidos jardines del Generalife. Pero lo que verdaderamente hace de este lugar una maravilla son sus palacios nazaríes, especialmente el de Comares y el de los Leones. No es de extrañar que durante su estancia en el Reino de Granada, los Reyes Isabel y Fernando decidieran establecer aquí su residencia, pues la majestuosidad que los ampara es indescriptible de plasmar con palabras.

El palacio más antiguo, el de Comares, se estructura en derredor del patio de Arrayanes, donde, sobre una alberca rectangular, se refleja la torre de Comares. El sultán Yusuf I quiso hacer de este palacio una obra que impresionara a todo aquel que la viera, obra continuada por su hijo Muhammad V. Más moderno es el palacio de los Leones, cuyo nombre le viene del patio de los Leones, centro del edificio. Las salas de ambos palacios están repletas de techos cincelados, arcos mozárabes y un sinfín de detalles que constituirán, sin duda, una de las maravillas no solo de España, sino del mundo.

Solo le faltaba a la Alhambra una cosa: la intervención del Divino, que por mucho tiempo ha estado alejado de las colinas de Sabika. Por suerte, sus majestades los Reyes ya están poniendo solución a dicha desgracia, pues por doquier han iniciado construcciones de cariz cristiana.

La Mezquita de Córdoba, un bosque de columnas

Pese a estar de nuevo en mi tierra, el Reino de Castilla, todavía tengo en la mente mi estancia en el Reino de Granada, que todavía no se ha recuperado de la justa conquista cristiana. Ahora me hallo en la ciudad de Córdoba, donde, al contrario que en las lindes de la Alhambra, proliferan los edificios religiosos. De hecho, aquí es donde se encuentra el Tribunal de la Santa Inquisición, al cual hice una visita antes de pasar a la segunda maravilla de mi lista: la mezquita-catedral de Córdoba.

Mezquita de Córdoba

Este edificio es también un retal de los siglos de dominación musulmana sobre la península y hay compañeros que me tildarían de hereje o converso al ver que incluyo una mezquita en una lista como esta. Sin embargo, ¿cómo no hacerlo? El bosquejo de columnas de la sala hipóstila es de un placer inconmensurable para el ojo humano. En total, 850 columnas construidas de jaspe, ónice, mármol, granito y pórfido.

En el pasado, antes de la gloriosa reconquista de Córdoba por parte del rey Fernando III, este espacio se usaba como lugar de rezo. Sin embargo, desde la toma de la ciudad, la mezquita sirve al Dios verdadero gracias a la consagración del lugar como catedral de la diócesis con la Ordenación episcopal del obispo Lope de Fitero.

Así, este antiguo templo sigue siendo muy semejante a como lo era antes de unirse a nuestra Fe. Sí, se añadieron espacios como la Capilla Real, donde permanecen enterrados Fernando IV y Alfonso XI, pero en esencia conserva su forma original. Esperemos que aquellos que nos sucedan a la cabeza de la Iglesia no decidan corromper esta, sin duda, maravilla.

La Catedral de Toledo

Ayer llegué a la bella ciudad de Toledo después de un viaje de varios días. Tenía ganas de entrar a la catedral ya terminada, pues todos estos años el edificio había estado en construcción. Pero por fin la Catedral Primada de España se erige en su totalidad en el casco de Toledo, ahora casi exento, además, de judíos. Para llegar a su consagración han tenido que pasar nada menos que más de dos siglos, terminándose hace apenas un mes. El día en el que empecé este viaje: el tres de enero de 1493.

La construcción de esta tercera maravilla se comenzó en 1226 bajo el reinado de Fernando III, o como al populacho le gusta llamarle, el Santo. Su estilo seguía las directrices del arte gótico que se extendía entonces por la arquitectura de Francia.

Catedral de Toledo, una de las catedrales más espectaculares de España

El resultado es el de un amplio templo con planta de salón de cinco naves, rematadas en cabecera con una doble girola. Sin olvidarnos de las yeserías y techos de traza árabe, pues la catedral se cimenta sobre los restos de una antigua mezquita y esta, a su vez, se construyó sobre los restos de un antiguo templo visigodo. Todo vuelve a su lugar, como se ve. Introducirse en sus entrañas eleva el espíritu como pocas cosas lo hacen, pues si el Señor está en todas partes, la Catedral de Toledo debe de ser uno de sus lugares preferidos. Por algo es el templo que prima sobre el resto de los que hay en el reino.

Rumbo Ávila

Hoy, después de dar un paseo por las abandonadas calles de la Judería, me vuelvo a preguntar si un edicto como el de la expulsión total de los judíos no será una pena demasiado dura, si no se propasó el Insquisidor General. Al fin y al cabo, también son enemigos de los mahometanos, así como grandes negociantes y banqueros, cuyas habilidades podemos explotar siempre en el nombre y provecho de Dios. Si solo hubieran dejado de tentar a sus hermanos conversos… Con estas reflexiones me voy al lecho, pues mañana me toca poner rumbo a la ciudad castellana de Ávila.