El oro azteca perdido en los Pirineos

La historia que ocupa estas líneas es, de entre todas las historias que han tenido lugar en el imaginario de los Pirineos, la que más realidad encierra. Al menos, parte de una base histórica probada y demostrada, a partir de la cual surge el mito. Una leyenda, nada probada ni demostrada, que ha provocado que cientos de personas se hayan acercado al pequeño pueblo de Toloríu, Lleida, en busca de un tesoro perdido. Suena a película de Disney, a Indiana Jones con bufanda y esquís, pero ha sucedido durante siglos. Aunque la fiebre por este oro se haya calmado en los últimos años, siguen viéndose merodeadores que, con disimulo, como quien no quiere la cosa, remueven la tierra buscando un indicio de ese enterramiento que podrían enriquecer a cualquiera.

Qué hace un oro azteca como tú en un sitio como este

Así es el pueblo de Toloríu, escenario de esta historia

Érase una vez un emperador azteca llamado Moctezuma Xocoyotzin. Es uno de los personajes más populares a nivel mundial, o al menos su nombre lo es, aunque los detalles de su vida no sean de conocimiento general. Lo que aquí interesa es un asunto muy material, en realidad: su oro. Es el oro del emperador Moctezuma el que ha dado pie a la leyenda más realista de todas cuantas han sido recogidas hasta el momento. Realista porque quién sabe, leyenda porque nadie lo ha sabido hasta el momento.

Cuando Moctezuma le pidió a Hernán Cortés que se llevara consigo, de vuelta a España, a tres de sus hijos, no podía imaginar el futuro tan diferente que le esperaría a cada uno de ellos. Sus nombres: Tohualicahualtzin, Telicuarzin y Xipaguazin. Sus nombres cristianos: Pedro, Isabel y María. Los tres abandonaron el imperio azteca cuando éste daba sus últimos coletazos de poder. De hecho, Moctezuma fue el último gran emperador. Puede uno imaginarse las riquezas que dejó tras de sí. ¿Qué hicieron sus hijos con esas riquezas? Obviamente, montarlas en el barco. No sin mi oro.

En ese barco también surgió un romance. Uno de los grandes detonantes, como ya se ha visto, de las mejores historias legendarias con escenario en los Pirineos. Resultó que Xipaguazin, ya llamada María, se encaprichó de Joan de Grau, capitán del barco y barón de Toloríu. Cuando desembarcaron, decidieron empezar una vida juntos en este pequeño pueblo del pirineo catalán. Este pueblo, sin embargo, no convenció a la pobre María, que se marchitó con el aire de la montaña, tan acostumbrada como estaba a su tierra natal. El barón, preocupado por el ánimo de su amada, decidió construir para ella una gran masía cerca del castillo en el que vivían. Fue en este lugar donde vivió hasta su muerte, acaecida en 1537.

Aquí empieza el misterio. ¿Dónde está el oro heredado por María, descendiente directa del gran emperador azteca? Su partida de defunción atestigua que fue enterrada bajo el altar mayor de la iglesia de Sant Jaume, “con las pertenencias que, de acuerdo con la tradición azteca, son de rigor”. Pertenencias de rigor es un eufemismo bastante interesante para hablar de la gran riqueza azteca que debía tener con ella. También se ha asegurado que fue la misma princesa quien, sospechando su temprano destino, decidió enterrar en el terreno sus bienes más preciados. ¿Está, por tanto, un tesoro azteca escondido en algún punto cercano a un pequeño pueblo del pirineo catalán?

Como locos a por el oro

Toloríu se encuentra en el Alt Urgell, donde pueden verse paisajes tan espectaculares como este

Si esta historia ha pasado a la historia como una leyenda es porque nadie nunca ha sabido localizar ese oro. Y eso que se ha intentado. No solo los lugareños que, atraídos desde hace siglos por este boca a boca, han tratado de dar con ello, también extranjeros que han tenido oportunidad de escuchar los rumores. Hace menos de un siglo, un grupo de alemanes se hacía con las tierras que bordean la gran masía construida para la princesa azteca. Sus intenciones eran claras.

Seguramente tuvieran acceso a unos antiguos pagarés en los que consta que los habitantes de Casa Vima, como así se llama la masía, tenían en su poder monedas de oro extranjeras. Comerciaban con estas monedas como si no pertenecieran a un imperio que ya de por sí suscita suficiente misterio allá en el otro mundo que dejó María.

De Toloríu se han dicho tantas cosas que existe hasta un refrán popular: “Toloriu a on les bruixes hi fan el nido”. Toloríu, donde las brujas hacen el nido. Las brujas, los aztecas y los buscadores de tesoros. Es una leyenda fascinante que esta pequeña localidad haya terminado en el mapa de los últimos por un romance acaecido en un barco. Digna de mencionar y de recordar en este repaso por las múltiples historias que demuestran que la cordillera de los Pirineos es un lugar donde todo puede suceder.