De nombre Fulana, de apellido Tal: el legado de una artista

“Hay horas muy tristes en la vida, y en algunas de estas horas de las que meten el corazón en un puño, me vino la idea, para no dejarme ir sin riendas a mis penas, de esforzarme, echando la vista atrás hacia los felices años de mi niñez y de mi juventud, a poner por escrito lo que a la memoria me viniese de aquellos tan pasados tiempos”. Este fragmento del libro Recuerdos de Cádiz y Puerto Real (1841-1859) pertenece a una obra firmada por una tal Fulana de Tal. Pero, ¿quién se esconde tras este simpático seudónimo?

Firmado: Fulana de Tal

Este libro aparece por primera vez en 1899 en París, con el sello de la editorial Hermanos Garnier. El formato de la obra sigue la estructura de una autobiografía. Sin embargo, en vez de ofrecer datos de la vida de aquella tal Fulanita, es Cádiz la que se muestra como protagonista de esta historia, dividida en siete capítulos a modo de relato de viajes.

Más tarde varios autores recogieron fragmentos de la obra literaria, sin saber aún a quién pertenecían sus letras. Así, Alberto Ramos Santana o Juan Ramón Cirici no aclaran en sus correspondientes libros el nombre escondido tras aquel seudónimo. De hecho, tal como indica Laura Triviño “hasta el siglo XXI, era habitual, entre los autores, que los Recuerdos de Cádiz y Puerto Real, firmados bajo el nombre de Fulana de Tal, no fuesen relacionados” con su autora.

Fulana de Tal
Ilustración de la mujer que se ocultaba tras el seudónimo de Fulana de Tal. | Paula Garvi

El seudónimo: A. Lacroix

Sin embargo, en una copia de la obra de la Biblioteca de Andalucía en Granada, se encontró una dedicatoria a una tal Susana. En la firma, una inicial seguida de un apellido: “A. Lacroix. París, 3 de septiembre de 1900”. En el siglo XIX había un Lacroix, vicecónsul de Francia en Cádiz y destacado dirigente del partido bonapartista. Pero, aparte de no tener nada que ver con el mundo de las artes, este hombre había muerto unos años antes de la publicación de la obra, en 1895.

Esta dedicatoria se pudo relacionar, además, con unas “cartas amarillentas” escondidas entre las pertenencias de la familia Fernández-Shaw que hablaban, también con gran cariño, de la ciudad andaluza. Las misivas estaban escritas con una letra firme y angulosa que se correspondía con la firma de la tal A. Lacroix. Pero, en este caso, las firmaba Anselma. Anselma Lacroix. Ya está. Ese era el nombre que, un siglo después, ya está constatado que fue el que se correspondía con Fulana de Tal.

Pero Anselma Lacroix no es tampoco el nombre real de la autora, sino otro seudónimo, esta vez sí ampliamente reconocido. Alejandrina Gessler y Lacroix se construyó a sí misma como una importante pintora del siglo XIX. Como artista plástica su función la desempeñaba Anselma. Como escritora, de corta pero notable trayectoria, era Fulana de Tal.

La autora en la sombra: Alejandrina Anselma de Gessler

Alejandrina Gessler o Fulana de Tal
Alejandrina Gessler o Fulana de Tal, pintada por Henriette Browne en 1865 | Wikimedia

Alejandrina Anselma de Gessler y Shaw nació en Cádiz en 1831, aunque más bien se la conoce como Anselma, el nombre que aparecía junto a todas sus obras. En lo personal, Gessler se crio en una familia burguesa. Su padre fue Alejandro Gessler, cónsul de la gaditana embajada rusa, y su madre Aurora Shaw, descendiente de un linaje de comerciantes. Ambos progenitores apoyaron la carrera artística de su hija desde el principio. De esta forma, Anselma pudo recorrer Europa e inspirarse en otros artistas y pintores.

Más adelante, Gessler se casa con Charles Lacroix, con el que se instala en París, convirtiéndose este en el hogar de la pintora desde entonces hasta el final de sus días. Allí, la pintora gaditana pasó a formar parte del taller del reconocido artista Charles Joshua Chaplin. Una vez terminada su formación parisina, Anselma había desarrollado ya una personalidad artística propia.

Copia de La fábula de Aracne de Velázquez
Gessler también se dedicó a copiar a algunos grandes artistas, como en este caso a Velázquez, con su obra La fábula de Aracne de Velázquez | Wikimedia

Alejandrina Gessler pasó, no obstante, por una rica variedad de etapas. En primer lugar, sus obras estuvieron influenciadas por la pintura realista. En este período la pintora se dedicó a representar con frecuencia escenas sociales, como por ejemplo los quehaceres de las campesinas en la región de Francia que ella habitaba. Uno de sus cuadros más alabados en esta época es el denominado Aldeana de Gaussan, pintado en 1862. Ya en 1869 Gessler realizó la que sería una de sus obras más famosas: La adoración de la cruz en Jueves Santo.

El estallido de la Guerra Franco-Prusiana hizo que la familia Gessler-Lacroix se trasladara durante unos tres años a España. Allí, el matrimonio repartió su estancia entre la tierra natal de Anselma, Cádiz, y Madrid. La vuelta a sus orígenes vino acompañada por una aproximación a otro estilo pictórico: el costumbrismo andaluz. Mientras, en la capital española, Gessler labró una fructífera amistad con el consagrado artista Federico de Madrazo, que en aquel periodo regentaba la dirección del Museo del Prado.

Fue también en aquellos años, aprovechando su cercanía al continente africano, cuando Anselma visitó Tánger. La cultura, los lugares y las pinturas que pudo apreciar le indujeron a inclinarse por una tendencia orientalista, que tuvo su máximo exponente en su cuadro La fiesta del natalicio en Tánger.

Fiesta de natalicio en Tánger, por Alejandrina Gessler
Cuadro Fiesta de natalicio en Tánger, por Alejandrina Gessler | Wikimedia

Fulana de Tal entre letras, Anselma Lacroix entre pinceles

Alejandrina Gessler, alias Anselma Lacroix, expuso con regularidad en el Salón de París, desde que lo hiciera por primera vez en 1863. Fue galardonada con la medalla de oro en la Exposición Provincial de Bellas Artes de Cádiz y pintó los techos de su residencia parisina y del Ateneo de Madrid.

Fue también la primera mujer nombrada como miembro de honor del ateneo y como académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su obra más famosa es Juno, cuadro que elaboraría después de emprender, en 1881, un viaje por las principales ciudades de Italia. Sus obras de desnudos femeninos impresionaron mucho a sus contemporáneos, pues no era muy frecuente ni bien visto que una mujer pintara desnudos de otra mujer.

En 1895 su marido, Charles Lacroix, muere. Esta fecha coincide con el momento en que la artista dejó de pintar. No obstante, sí profundizó en otra de sus aficiones: la escritura. Así fue como nació Recuerdos de Cádiz y Puerto Real, una obra en la que Gessler dejó escrita su autobiografía, centrándose en su infancia y adolescencia gaditanas, en las costumbres de su ciudad natal, sin dar pistas de su obra pictórica. Fulana de Tal, de noche y entre letras. Anselma Lacroix, de día y entre pinceles. Alejandrina Gessler, una artista para el recuerdo.