Fernán Caballero, la escritora que pensaba que “la literatura era cosa de hombres”

“El único ruido que alteraba a la sazón el silencio del hermoso paseo de las Delicias, era el saludo que hacían las aves al sol en su ocaso. La inmovilidad del río era tal, que habría parecido helado si no le hubieran hecho sonreír de cuando en cuando la caricia del ala de un pájaro o el salto de algún pececillo juguetón”. Este es uno de los párrafos que al abrir el libro de La Gaviota asoma, al azar, entre sus páginas. La escritura de Fernán Caballero pretendía reflejar la realidad de lo que veía. Lo conseguía, aunque a veces esta escritora, escondida tras un seudónimo masculino, se dejaba llevar por sus juicios morales, lo que le valió más de una crítica. ¿Quién era en realidad Fernán Caballero, una de las autoras más importantes de la segunda mitad del siglo XIX?

Firmado: Fernán Caballero

La mayoría de las obras de Fernán Caballero se publicaron en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, gracias a la correspondencia que la autora mantenía, se sabe que muchas fueron concebidas años antes. Por ejemplo La Gaviota, su obra magna, se escribió con 20 años de antelación. De hecho, los libros de Caballero se escribieron, en un principio, para no ser publicados. Pero finalmente salieron a la luz.

Las características principales de estas obras se podrían resumir en tres, al menos según señala la historiadora María Alicia Langa Laorga en su artículo Fernán Caballero: El reflejo de una época. La primera sería la de la influencia del romanticismo historicista con paisajes y elementos naturales que acompañan el estado de ánimo, personajes como los bandoleros o trágicas enfermedades. En segundo lugar, están los rasgos costumbristas y realistas, que convierten a las obras de Fernán Caballero en prerrealistas. “Aunque su obra no puede en ningún caso ser considerada como realista, sí es un precedente válido de este movimiento en un momento en que España está inmersa en el Romanticismo y las producciones literarias claramente infectadas de elementos extranjerizantes”, apunta Langa Laorga.

Fernán Caballero
Ilustración de la autora que firmaba como Fernán Caballero. | Paula Garvi

Pero el realismo de Caballero se veía interrumpido por el tercero de sus rasgos: la proyección de su ideología. El autor, en realidad autora, era propenso a aleccionar a sus lectores. Su educación conservadora y su concepción tradicionalista del mundo se dejaba traslucir sin dificultad en sus textos. Es este tercer atributo de la escritora lo que le ha valido más críticas, aunque algunas se han centrado más en el ámbito político e ideológico que en el ámbito literario. A pesar de ello, hasta grandes detractores de su obra se vieron obligados a admitir el talento de Caballero.

Uno de sus grandes y feroces críticos, el escritor Juan Valera, admitía sobre La Gaviota lo siguiente: “La novela se lee, no obstante, con placer y con aplauso y no puede menos de reconocerse el indisputable talento de la autora, el cual es de lamentar que se desluzca a veces y que se malgaste en disertaciones políticas, religiosas y sociales… Son muy de elogiar… la pintura de la vida y costumbres del campo de Andalucía”. Sí, Valera se refiere a la identidad real de la autora, un hecho que se explicará sólo más adelante.

El seudónimo: de modestas faldas a castizos calzones

En su momento la autora que había detrás de Fernán Caballero quiso ocultar su nombre por diversos motivos. Por entonces, ya es sabido, no estaba demasiado bien visto que las mujeres se dedicaran a escribir. Aún había un alto prejuicio contra ello y Caballero lo sabía. Pero este no fue el único motivo por el que la verdadera autora de La Gaviota y otros muchos títulos utilizó un seudónimo. Fernán Caballero, de ideas conservadoras, no quería que se identificara su verdadero nombre con la figura de una mujer literata. “La autora nunca participó en los círculos de las literatas ni se sintió identificada con ellos y buscó un soporte masculino, teniendo en cuenta que opinaba que la literatura era cosa de hombres”, apunta Maria Ponsi Vilà en uno de sus artículos. De esta forma, Fernán Caballero se construyó como un alter ego de la escritora.

Fernán Caballero
Fernán Caballero, el lugar de Ciudad Real en el que la autora se inspiró para firmar sus textos. | Wikimedia

Además, con este seudónimo la autora pretendía que tampoco se la asociara con una persona extranjera, puesto que su apellido no era castellano. Sin embargo, aunque es posible que el público de a pie no supiera que aquellos textos que leía firmados por un tal Fernán Caballero pertenecían a las manos de una mujer, sus contemporáneos literatos sí. He aquí, claro, la explicación de que Valera reconociera a Caballero como autora.

Asimismo, las letras de la escritora se extendieron más allá de las fronteras ibéricas gracias a que escribió en más de un idioma. En Bélgica, el gobierno belga le concedió a Fernán Caballero la Cruz de Leopoldo. Ella lo rechazó alegando que “yo no soy un hombre, soy una señora”. La más famosa y leída de su tiempo, por cierto.

Sobre su célebre seudónimo, el cuál extrajo de un pueblo de Ciudad Real, la autora dijo lo siguiente: “Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público, modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero”.

La autora en la sombra: Cecilia Böhl de Faber Ruiz de Larrea

Cecilia Böhl de Faber Ruiz es el verdadero nombre que se escondía tras la tramoya de Fernán Caballero. De padre alemán y madre gaditana con raíces irlandesas, Cecilia nació en Suiza en 1796. Sus años de infancia y adolescencia los repartió entre Cádiz y Hamburgo. Los progenitores de la escritora eran de ideas conservadoras y poseían un amplio bagaje cultural. Ambos aspectos marcarían para siempre la educación y las influencias de Cecilia. El catolicismo profundo de su abuela materna e irlandesa también marcó su ideología. Cuando la autora volvió a vivir a Cádiz después de siete años en Hamburgo ya contaba 17 años y tenía las ideas muy claras.

Cecilia Böhl de Faber Ruiz de Larrea
Cecilia Böhl de Faber Ruiz de Larrea en un cuadro de Valeriano Domínguez Bécquer. | Wikimedia

Pero a pesar de ser una mujer tan tradicional, Cecilia Böhl de Faber protagonizó algunos escándalos amorosos para la época. Se casó tres veces y todos sus maridos murieron. El primero fue un capitán de infantería llamado Antonio Planells. Falleció dos años después. El segundo ostentaba el título de marqués de Arco Hermoso. Se dice que los años que residió en Sevilla junto a su segundo marido, entre 1822 y 1835,  fueron los más felices de la vida de Cecilia. Pero el idilio se acabó cuando el marqués falleció de tuberculosis. Su tercer matrimonio fue en 1837 con un hombre 17 años menor que ella, Antonio Arrom y Morales de Ayala. Éste se suicidaría en 1859.

Cecilia escribió gran parte de su obra literaria en el transcurso de su segundo matrimonio. Sin embargo, publicó la mayoría de los libros cuando estaba casada con Ayala. Lo hizo por motivos económicos, además de las razones mencionadas anteriormente. Se cree que fue una de las primeras mujeres en España que pudo vivir de sus libros.

Una mujer llena de contradicciones

Cecilia Böhl de Faber es el nombre de una escritora única en su tiempo. Se adelantó al costumbrismo y al realismo, a pesar de que sus novelas no pueden ser consideradas estrictamente de estos géneros. Sus textos, aunque están plagados de tópicos y juicios morales, reflejan el lado más alegre de la sociedad andaluza. Además, a pesar de su fiera defensa del conservadurismo, la licenciada en literatura Maria Ponsi Vilà apunta en su texto Cecilia Böhl de Faber: la excepción hecha costumbre y realidad que “el epistolario de la autora muestra que estaba a favor del derecho a la educación femenina y que se posicionaba en contra de quienes pensaban que la mujer era únicamente un ser reproductor”. Fernán Caballero, Cecilia Böhl de Faber, fue una autora llena de contradicciones en un momento en el que la mujer, aún, no podía gozar de su espacio literario.