Una joven de unos 15 años busca entre sus ropas una camiseta. “Yo la dejé aquí, mamá, te lo prometo”, le cuenta la joven a su madre mientras señala una silla sin nada encima. El resto de su habitación está muy ordenada. Exageradamente ordenada. Así es ella. “Pues no sé hija, o ha sido el fantasma que hace desaparecer nuestros calcetines siempre o quizás tu hermano tenga algo que ver…”, contesta la mujer. “¡Francisquito!”, grita la quinceañera. Mientras tanto, en la habitación de al lado, un niño de unos 10 años mira ojiplático a un pequeño ser que se ríe sin parar. Es muy feo y va vestido con un traje de frailecillo. El martinico coloca su dedo índice sobre sus labios y le indica al niño que se calle, mientras este permanece aterrorizado.