Jamás hubiera imaginado, el temible César Borgia, que moriría desangrado entre barro y traición en los alrededores del castillo de Viana. Su personalidad osada nunca le hubiera llevado a considerar este final para una vida que estuvo, durante un tiempo, destinada a la gloria. En su misma espada brilló una inscripción que pretendía unir su sino al del dictador romano Julio César. “O César, o Nada”, podía leerse en la hoja de su arma, aludiendo a una anécdota que da buena cuenta del poder que tuvo, en su época, el más famoso líder de Roma. Le gustaba, al César Borgia del siglo XV, compararse con su casi tocayo del siglo I a.C. Encontraba semejanzas no solo en el poder que aspiraba congregar en torno a él: también en su capacidad para reunir a quienes debían seguir esas pretensiones.
Durante mucho tiempo, César Borgia fue una de las figuras más importantes de la geografía italiana. Desde su nacimiento, en el año 1475, estuvo encaminado a ocupar un lugar en la historia del país. Hijo del papa Alejandro VI, contó con su protección y con su alianza activa. Alejandro VI estaba tan interesado como su hijo en crear un estado italiano que perteneciese a los Borgia. Fue, de hecho, su instigador, esperando que a largo plazo pudiera tener bajo su yugo al resto de Italia.