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El pueblo gitano, una patria sin fronteras

pueblo gitano

La bandera gitana está compuesta por dos franjas de colores y una rueda en su centro. La franja azul representa el cielo, y la verde, la tierra. La rueda simboliza tres cuestiones. En primer lugar, evoca el origen hindú del pueblo gitano, pues la bandera de la India también cuenta con una. En segundo lugar, su carácter nómada. Por último, su color es rojo porque la historia de esta etnia es una historia teñida de sangre. La bandera gitana es, además, un estandarte común a todas las familias gitanas del mundo. Porque el pueblo gitano no es una sociedad con unas fronteras, sino un pueblo heterogéneo repartido por todo el mundo y unido por un origen, una estructura, un idioma y una bandera. Para este pueblo sin estado esa bandera personifica su patria.

Bandera pueblo gitano
Bandera del pueblo gitano. | Shutterstock

Un nomadismo obligado

Sin embargo, al principio de los tiempos, en una edad aún sin determinar, los gitanos sí tuvieron una patria: vivían en el noroeste de la India. A esa conclusión han llegado tanto lingüistas, como historiadores y antropólogos pues se descubrió que el romanó, su idioma común, proviene del sánscrito, una de las lenguas indoeuropeas más antiguas. Aunque se desconoce la fecha exacta y el motivo de su diáspora, fue entre los siglos XI y XIII cuando los romaníes comenzaron un éxodo que no tendría vuelta atrás.

Desde la India, el grupo de los Ben se extendió por Oriente Próximo y llegó hasta el valle del Nilo, mientras que el grupo de los Phen arribó hasta Bizancio, ciudad que en la actualidad se corresponde con una parte de Estambul. No fue hasta el siglo XIV que los gitanos llegaron a Europa. Y hasta el siglo XV no hicieron lo propio en España.

Pero este nomadismo tan característico del pueblo romaní no es, sin embargo, una forma de vida que ellos eligieran. Óscar Vizarraga, educador social y director de comunicación de la Asociación Cultural Gitana Kale Dor Kayiko, afirma que “aunque sí hay algunas etnias dentro de los gitanos en Europa, dos o tres, que son nómadas por esencia, el resto lo hemos sido por la historia de persecución que llevamos a nuestras espaldas”. El artículo Lección Gitana, publicado en 2019 por la Fundación Secretariado Gitano, afirma a este respecto que “la emigración romaní fue bien aceptada en los países de acogida, pero pronto se generalizó una actitud de rechazo”.

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El pueblo gitano en España: de un buen recibimiento a su persecución

De hecho, la entrada del pueblo gitano a España se produjo en buenos términos. El primer documento que deja constancia de su llegada a la península es del año 1425. En aquella fecha el rey de la Corona de Aragón, Alfonso V, dio permiso para que tanto el conde Don Juan de Egipto Menor, como su grupo de gitanos y gitanas, recorrieran sus tierras para poder peregrinar hasta Santiago de Compostela. Una imagen, la de peregrinos y religiosos errantes, que les abrió el camino en aquella España.

Después de aquel acontecimiento, a finales de siglo había gitanos en los territorios de las provincias de Castellón, Jaén, Barcelona y Madrid. Incluso hubo cuatro romaníes que viajaron al “Nuevo Mundo” durante la tercera expedición comandada por Cristóbal Colón en 1498. Pero la promulgación por los Reyes Católicos de la primera Pragmática Real antigitana, en 1499, supuso el inicio de la persecución de este pueblo en España. Desde entonces, según se indica en el documento Lección Gitana “en España se sucedieron más de 200 disposiciones antigitanas, ya sea por su forma de vestir, por su lengua, por su forma de vida o por su nomadismo”.

Pueblo gitano, El pueblo gitano, una patria sin fronteras
Pintura de un grupo de gitanos en un bosque, por el pintor Jan Brueghel. | Archivo Moreno, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

Así, en 1539 Carlos V los expulsó del reino e impuso una pena de galeras a los hombres romaníes con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años. En el siglo XVIII, Felipe V ordenó “cazar a los gitanos por el hierro y por el fuego”. Poco después, en aquel mismo siglo, el Marqués de la Ensenada puso en marcha un plan que acabó con la detención de 10.000 gitanos. Los edictos antigitanos siguen y siguen hasta alcanzar el siglo XX, donde, durante el franquismo, se aprobó la Ley de Vagos y Maleantes, que recogía la vigilancia expresa del pueblo gitano.

Todo este pasado de nomadismo, persecución y rechazo ha generado en la sociedad gitana cierta desconfianza hacia el pueblo payo. “No somos herméticos, lo que pasa es que nos tenemos que proteger”, señala Óscar Vizarraga. “Entonces el anonimato, el no mostrarnos como realmente somos, incluso haciéndonos pasar por payas y payos muchas veces, ha sido nuestra garantía de supervivencia”, añade. Eso sí, Vizarraga también indica que, de hecho, el pueblo gitano es acogedor y amable: “Todo el que entra en nuestra vida lo hace para siempre”.

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Del nomadismo al chabolismo

La asociación Kale Dor Kayiko nació hace más de 30 años, cuando un grupo de personas gitanas se replanteó el papel del pueblo gitano en la sociedad paya. “El pueblo gitano ya no era nómada y como no era nómada tenemos que adquirir una herramienta que nos ayude a integrarnos, creímos que esa herramienta era la educación”, señala el educador. El fin de la persecución de los gitanos, aunque no del racismo, supuso, como Vizarraga señala, el fin de ese nomadismo obligado.

Gitanos en Granada
Fotografía realizada entre 1860 y 1886 de dos personas gitanas en Granada. | Archivo Ruiz Vernacci, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

“Antes los gitanos, en una vida nómada, no vivían en las ciudades, sino que vivían en los extrarradios de los pueblos”, comenta. “No entrábamos en los pueblos salvo para negociar y cuando nos echaban replegábamos y nos íbamos”, añade. Entonces, las personas de esta etnia eran fragüeros, cesteros, esquiladores, artesanos… Pero con la industrialización, hubo un éxodo masivo del campo a la ciudad tanto de payos como de gitanos. Entonces llegaron los años 60 y el fenómeno chabolista.

Para Óscar Vizarraga esta situación, a la que se vieron sometidas muchas personas romaníes, es el origen de muchos de los estereotipos de esta población: falta de higiene, pobreza, delincuencia, mala alimentación… “Todo eso afecta también al payo que vive en esas condiciones porque dime qué payo marginal no reproduce estos comportamientos”, apunta Vizarraga. Sin embargo, “a diferencia del payo, muchas familias marginales gitanas piensan que son todo eso porque son gitanos”.

La Kriss Romaní y la gerontocracia

Si dejamos de lado esos estereotipos con los que muchas veces se asocia a esta comunidad: ¿Qué rasgos son compartidos por las personas gitanas en todo el mundo? ¿Acaso un pueblo que está tan separado geográficamente puede tener algo en común? Muchos podrían pensar que sus características comunes residen en tradiciones como las bodas o los funerales, pero no. Vizarraga da la respuesta: “La sociología gitana está basada en todas partes en el respeto hacia las personas mayores […] y va por familias”. Y lo hace tanto en España como en Rumanía. Tanto en Rumanía como en Siria.

Niñas Granada
Fotografía de dos niñas gitanas en Granada. | Charles Fournier, Archivo Ruiz Vernacci, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

Asimismo, en esta sociedad gerontocrática la pertenencia a una familia es el fundamento del reconocimiento de una persona como miembro de derecho dentro de la comunidad. Esa familia sin la que el individuo no es nadie no es una familia como la entendemos los payos, sino que se trata de un linaje, siempre adscrito a los antepasados del padre, del hombre. Y es una familia muy grande.

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Óscar Vizarraga, acostumbrado a hablar sobre su pueblo, comenta: “Te preguntarás, si la familia a y la b son dos sociedades, ¿cómo es que pueden convivir?”. Él mismo da la respuesta: “El pacto entre familias se llama ley gitana”. También conocida como Kriss Romaní, esta ley se define como un sistema jurídico transnacional del pueblo gitano. Y funciona de la siguiente forma: si hay un conflicto entre dos familias, un consejo  formado por miembros respetables de ambas y varias personas neutrales se encargan de imponer la pena. Generalmente, indica el educador, “se reduce a diferentes modalidades de destierro afectando en más tiempo y a más personas en función de la ley que se haya quebrantado”.

“En romanó se dice siempre la verdad”

Además de un origen común, una sociedad gerontocrática y patrilineal y una ley gitana, el pueblo gitano comparte la lengua romaní. “Lo que pasa es que el romanó, el idioma de referencia, ha dado lugar en cada país a diferentes dialectos de esa misma lengua”, indica Vizarraga. En el caso español hablaríamos del caló. Pero, a pesar de esas diferencias, dos personas gitanas de diferentes partes del mundo podrían entenderse si ambas supieran romanó, aún sí tuvieran diferentes dialectos.

Gitanos tocando música
Grupo de gitanos tocando música. | Archivo Ruiz Vernacci, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

Justo antes de terminar la entrevista, Óscar Vizarraga cuenta que en una ocasión un ayuntamiento del País Vasco llamó a la asociación para pedirles ayuda. Aunque no aclara la naturaleza del incidente, sí narra que había unas familias rumanas “supuestamente gitanas” que no se identificaban como tal. Cuando la asociación llegó al lugar, las familias negaban que fueran gitanas. Hasta que las hablaron en romaní. “Si ves las caras de las personas que estaban escuchando cómo se transformaron…”, apunta el educador.

“Y es porque tenemos un código entre nosotros que dice que en romanó se dice siempre la verdad”, añade. “Es un detalle que concentra que delante del payo no me muestro como gitano porque sabe dios que va a pasarme, pero si tú me hablas en romaní aquí me tienes”, concluye.