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Parque Samá de Cambrils

Parque Samá de Cambrills

“Alicia abrió la puerta y se encontró con que daba a un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera. Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar”.

Este fantástico escenario vislumbrado por la protagonista de Alicia en el País de las Maravillas podría ser el Parque Samá de Cambrils con sus tintes oníricos. Pero al contrario que a Alicia, no nos hace falta tomar ni brebajes ni pasteles alucinógenos para entrar en el jardín, uno de los más peculiares de España, de cuento de hadas.

Parque Samá de Cambrills

El Parque Samá de Cambrills fue creado a partir de 1881 por Salvador Samá i Torrents, marqués de Marianao, cuyo padre había hecho una inmensa fortuna en Cuba. Mandó construir el palacete de sabor colonial junto con el gran parque, que ocupa 14 hectáreas amuralladas sobre un terreno plano, rodeado de campos de frutales y viñedos. Las obras del Parque Samá corrieron a cargo del arquitecto Josep Fontserè i Mestre, autor del parque de la Ciudadela de Barcelona y protector del joven Antoni Gaudí, quien trabajaba como delineante en su despacho y podría haber intervenido en las obras del Parque Samá.

El corazón de este universo particular es el enorme lago artificial con sus tres islotes, que son una verdadera apoteosis de la técnica de la rocalla (piedras calizas combinadas con cemento), muy en boga en aquel momento. Sin embargo, la magnitud de la obra escapa de toda referencia: el lago tiene más de una hectárea de extensión y tres metros de profundidad. En el islote más pequeño crece un impresionante ciprés de los pantanos (Taxodium distichum), cuyas raíces salen al agua y crean un perfecto refugio para las tortugas que viven en el estanque. La isla central tiene una montaña de rocallas con un embarcadero en su interior y sobre ella se alza un mirador, donde a la hora del té tocaba una orquesta.

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Parque Samá de Cambrills

Desde el lago, un canal conduce a la cascada, que proviene de una mina subterránea de 5 km de longitud construida para surtirlo de agua. Se utiliza para regar y sin su manantial la vegetación del parque no sería posible. En ella destaca la colección de palmeras (Phoenix canariensis, P. dactilifera y P. roebelenii; Washingtonia robusta y W. filifera, Chamaerops excelsa y C. humilis) que se mezclan con pinos, cedros, eucaliptos y plátanos. Caminos irregulares bordean macizos tapizados por hiedra que cubre los troncos de los árboles, lo que crea un ambiente selvático.

Por todo el Parque Samá nos topamos con originales casetas de animales y jaulas de rocalla del mismo estilo que el resto del conjunto. Estas son vestigios del zoo privado de Salvador Samá. Sus exóticos habitantes desaparecieron en la Guerra Civil y hoy sólo quedan unos pocos pavos reales, loros, patos y tortugas… La historia se repite: ya había animales en los jardines de Mesopotamia en el tercer milenio a. C.