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Exposición ‘Caravaggio y los pintores del norte’, en el museo Thyssen Bornemisza

Caravaggio y los pintores del norte

La muestra que nos ofrece el Museo Thyssen constituye una ocasión única para disfrutar de nueve de las obras más significativas de este pintor milanés, procedentes de distintos museos italianos, así como para constatar la influencia que su peculiar manera de entender el naturalismo pictórico ejerció en otros países europeos, especialmente a través de los miembros de la denominada Escuela de Utrech en los Países Bajos.

Los trabajos mostrados nos permiten seguir la evolución formal del artista, desde La Buenaventura (1596) de su primera época romana hasta El Martirio de Santa Úrsula (1610) de su etapa final napolitana) y muestran algunas de las personalísimas y revolucionarias aportaciones de Caravaggio a la historia de la pintura: su manera propia de entender la representación de la realidad, la utilización de su característico claroscuro, el peso creciente de la oscuridad que termina venciendo a la luz, el protagonismo otorgado a las naturalezas muertas, la incorporación de autorretratos -es su propia fisionomía el modelo del natural que mejor conoce – así como lo directo de los mensajes que traslada en sus cuadros, combinados con un intenso dramatismo y la apelación directa a los sentimientos del espectador acorde con los postulados del Concilio de Trento de docere et delectare respecto a la pintura religiosa.

Por otro lado, el análisis de su obra nos permite acercarnos a su azarosa y apasionante trayectoria vital, profusa en episodios violentos y escabrosos, protegido por poderosos e intelectuales mecenas como los Colonna, Spada, Doria, Wignacourt, Del Monte o Giustiniani, triunfador en la corte romana, acusado de un asesinato, encarcelado, condenado a muerte y proscrito, prófugo en Malta de donde huye tras su enfrentamiento con un hermano noble de la Orden de San Juan que determina su calificación como miembro “putridum et foetidum”, recibido con todos los honores como “pintor magnífico” en Nápoles y Siracusa; muerto en extrañas circunstancias en la playa de Porto Ercole, justo antes de su proyectada vuelta a Roma para recibir el perdón papal…) que la hacen tremendamente atractiva. Hijo de su tiempo – la Roma de finales del XVI no era un lugar precisamente pacífico – , orgulloso –en la defensa de uno de los juicios en los que se ve envuelto se autocalifica como un valent’huomo – pendenciero, amigo de prostitutas y cortesanas a las que además utilizaba como modelos de santas o vírgenes en sus cuadros, homosexual, trágico y excesivo, pero incuestionablemente vital.

Caravaggio es un artista que no deja indiferente: o bien provoca rechazo (el mismo que muchos de sus trabajos generaron entre sus propios contemporáneos, siendo paradigmático el rechazo por los propios comitentes de cuadros como La Dormición de la Virgen, La Virgen de Loreto o San Mateo y el ángel , al considerarlos irrespetuosos, inadecuados, indecorosos e inaceptables en último término, o sencillamente te enamora, y la exposición que tiene ahora lugar es una ocasión inmejorable para pulsar qué tipo de reacción provoca en cada uno de nosotros.

En los museos españoles se encuentran cinco obras de este autor (aunque la autoría de alguna de ellas es todavía objeto de discusión), de las que solo una de ellas – Santa Caterina de Alejandría (1598) – se muestra en la exposición. Para contemplar las otras, debemos de acercarnos a El Prado – David con la cabeza de Goliat – al Palacio Real – Salomé con la cabeza del Bautista – a la Catedral de Toledo – San Juan Bautista y el cordero – o al Monasterio de Montserrat – San Jerónimo – .

El resto de su obra se encuentra dispersa en colecciones de distintas ciudades italianas – país donde también podemos encontrar sus grandes lienzos conservados en la ubicación original de San Luis de los Franceses o Santa María del Popolo-, Inglaterra, Francia, Irlanda, Austria y Estados Unidos.

La muestra recoge además obras de caravaggistas como Van Baburen, Ter Brugghen, van Honthorst, Vouet, Vignon o Finson que muestran la influencia de los motivos, enfoques y técnica de este autor en otros países de Europa, pero lo cierto es que palidecen ante la fuerza del modelo original. De hecho, el seguidor más reconocido del espíritu de Michelangelo Merisi da Caravaggio es precisamente el español/napolitano José de Ribera, pero su impronta es claramente identificable en otros grandes autores como Vermeer, La Tour, Rembrandt, Delacroix, Courbet o Manet.