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Uxué, paloma de leyenda

vista aérea de la ciudad medieval de Uxué

Uxué es una sorpresa. Es el punto de una exclamación alzada sobre la sierra de Uxué, donde se esculpe esta atalaya que viste su mismo nombre. Una arquitectura, a más de 800 metros sobre el mar, que asombra a cada paso del trayecto. Desde sus impresionantes vistas, un triángulo mágico que, en días claros, sitúa la silueta del Moncayo en su ángulo sur. Hasta su historia de roca defensiva perdida en Navarra, entre una niebla de pasado, que la arqueología comienza a disipar.

Uxué es una sorpresa. El susurro a gritos de una época medieval navarra que todavía se intuye en sus calles, sembradas de empedrado. Sombreadas por hileras de casitas que circundan la antigua iglesia fortificada. Sostenidas en un hilo temporal invisible, pero presente a cada paso de un paseo que ofrece al caminante mil rincones por descubrir.

Pero para describir Uxué la mejor palabra es el silencio. Un silencio en el que puede escucharse el viento mordiendo la montaña, las voces de pueblos pretéritos, sus luchas y sus vidas cotidianas. Y puede, solo puede, el eco del aleteo de una paloma. Ahora, hay que estar atentos, aguzar el oído, la vista, abrir el corazón… Ahora, es tiempo de descubrir Uxué.

Principio de leyenda

Vista de la iglesia-fortaleza de Uxué coronando lo alto de la villa
Iglesia-fortaleza de Uxué. | Shutterstock

El origen de la historia de Uxué hay que buscarlo en su posición estratégica. Ya a finales del siglo VIII hay noticias de una fortaleza primigenia construida para frenar el avance de los sarracenos sobre el Reino de Pamplona. De hecho, estudios arqueológicos recientes avalan la existencia de poblados vascones rodeando la geografía de la presente Uxué. Pero, en este punto, leyenda y realidad se difuminan. En este punto, los hilos que tejen los días se colorean con la tinta de la tradición oral. Esta vez, a través de palabras transportadas entre las plumas de las alas de una paloma.

La leyenda cuenta que llamó la atención de un trabajador el comportamiento del ave, ocupada en entrar y salir de un hueco en la montaña. Ascendió hasta allí para comprobar qué ocurría y descubrió, entre las peñas, una figura de la virgen. Rápidamente hizo correr la noticia entre los habitantes del próximo pueblo de Santa María La Blanca. Estos, en honor al hallazgo, fundaron allí un lugar para vivir alrededor de un santuario en el que depositaron la talla. Este lugar es Uxué, Ussue, Usua… Todos ellos nomenclaturas semejantes a Usua, en euskera, paloma. Una denominación que, a partir del siglo XII, quedó unida a la de Santa María.

Esta construcción románica, Santa María de Uxué, levantada entre los siglos XI y XII, todavía hoy es punto de encuentro y peregrinaje como santuario mariano. Allí permanece la talla, imperturbable al paso del tiempo. Convertida, además, en eje y motivo de una romería en la que participan casi 20 pueblos.

Detalle del pórtico de Santa María de Uxué
Detalle del Pórtico de Santa María. | Shutterstock

La Iglesia, monumento nacional desde 1936, impresiona ya desde la lejanía, contemplada desde el mirador de Uxué. Desde allí, partiendo de la ubicación norte de la fortificación, es sencillo imaginar la sombra de las antiguas murallas circundando la geografía de todo el lugar. Pero, de cerca, en la plaza de Santa María, el conjunto sobrecoge. Desde el campanario, situado en la torre de los Picos, hasta, a la izquierda el palacio de Carlos II.

El transcurrir del tiempo se para al traspasar el pórtico de Santa María. El lado sur, una pieza única, joya del gótico navarro, sorprende con sus diez arquivoltas. Allí, el relieve de los capiteles se centra en momentos de la vendimia, la epifanía y la Santa Cena. Con la curiosidad de que, se piensa que la persona arrodillada junto a la Virgen debe ser Carlos II, gran devoto y benefactor. Tanto es así que, entre estas piedras, descansa su corazón, alejado de su cuerpo enterrado en la catedral de Pamplona. Igualmente fiel a la Virgen de Uxué fue Carlos III, asiduo peregrino desde su Corte de Olite.

El templo, todavía resguardado por dos torres, la de los Picos, románica, y la torre de los Cuatro Vientos, gótica, invita a adentrarse en el pasado. Empezando por recorrer el paseo de Ronda, dejando a un lado las ruinas de la universidad, escuchando el eco de un presente que se intuye cada vez lejano. Después, entrar en la iglesia en la que han ido quedando grabados los distintos momentos históricos que la han contemplado. Testamentos, disputas, momentos de gloria y, los sueños de muchos…

El coro, el púlpito, el presbiterio, la talla de la Virgen con el niño en brazos… Es necesario tomarse un tiempo para contemplarlos, disfrutarlos y aprehender la tranquilidad de la atmósfera antes de proseguir el recorrido por la villa.

Después de la Iglesia

Calles empedradas de Uxué con sus casas típicas
Casas típicas de Uxué. | Shutterstock

Cuando se visita esta pequeña localidad, a no mucho más de 50 kilómetros de Pamplona, enseguida se descubre que es mucho más que la Iglesia y la muralla. Es mucho más que las montañas y sierras que la rodean, Alaiz, Izco, Orba… Más que la propia leyenda que le regaló su nombre. Uxué son las pequeñas casas que ascienden la colina y, el palacio de Carlos II, cinco alturas de historia que hoy ocupa la casa parroquial. Son los Estudios Generales, del siglo XIV, un deseo de aquel rey que soñó darles forma en instantes de prosperidad. Uxué es la vista sobre el valle que se extiende a sus pies, sus gentes… Saborear unas migas del pastor un día cualquiera, o el tercer domingo de un septiembre, en buena compañía…

El viajero puede escoger cuándo, puede elegir cómo, pero hay ciertos lugares en Uxué que son obligatorios para los sentidos. Además de la iglesia de Santa María, imposible dejar pasar ascender hasta el Mirador, parte de la Ruta del Vino de Navarra. A un kilómetro de la villa medieval, orientado hacia el oeste, se abre este balcón sobre la zona media de Navarra. Un rincón perteneciente a la Ruta de los Paisajes, que permite contemplar, a lo lejos, pequeños pueblos y enclaves naturales como la Laguna de Pitillas. Se aprecia también la parte norte de Uxué, con sus construcciones medievales y sus calles estrechas.

Conjunto monástico de Leyre
Imagen del cercano monasterio de Leyre. | Shutterstock

También en las afueras, espera la ermita de la Virgen Blanca, del siglo XIII, aunque reconstruida más adelante. Su ubicación sirve hoy como punto de referencia para conocer dónde germinó el Uxué primitivo. Cerca, hacia el lado sur del pueblo, pero fuera del callejero urbano, es posible visitar las ruinas de la iglesia de San Miguel, del siglo XIII. De ella se mantienen en pie parte de los muros y la portada románica, decorada por arquivoltas de medio punto. Es posible apreciar, justo encima de la puerta una representación desdibujada del sol, la luna y las estrellas. Puede que, el cielo que esperaba a todo aquel dispuesto a cruzar el umbral. Por último, la Cruz del Saludo, del siglo XIV. Punto de parada obligado para los peregrinos que frecuentan el camino. Principio y fin, según se mire, ya que el viaje no tiene que acabar aquí.

Las cercanías de Uxué son el siguiente tramo en la ruta. Las posibilidades son infinitas… Olite, tierra mágica de vinos y castillos que son palacios reales… El conjunto del monasterio de Leyre, rodeado de bosques y senderos encantados… Tudela, su judería y el Parque Natural de las Bárdenas Reales, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. La iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río. O Pamplona, capital del reino, punto de la ruta jacobea, cóctel de murallas, pinchos y un entorno urbano plagado de oportunidades.

De cerca, torres de la iglesia de Uxué
Vista de cerca de las torres de la iglesia de Uxué. | Shutterstock

Al final, toca hacer balance del camino andado. Asentar los recuerdos, descansar de los kilómetros y siglos recorridos. Uxué es un viaje que se saborea y se revive, una y otra vez.