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Ruta por la naturaleza y los templos de la Ribeira Sacra de Ourense

Ruta por la Ribeira Sacra de Ourense

Si en la provincia de Lugo es el Miño, el río que lleva la fama, el que marca el camino por la Ribeira Sacra, en Ourense lo que persigue el viajero son las formas del Sil, el que lleva el agua, según reza el dicho gallego. Un caudal poderoso que en muchos momentos ofrece una imagen abrumadora, con sus impresionantes paredes de piedra delimitando el espacio de su discurrir. Escondido entre las montañas de la Ribeira Sacra de Ourense, el Sil permite alcanzar el objetivo de este viaje: estar más conectado que nunca sin necesidad de tener cobertura. El viajero ni la quiere ni la necesita. El teléfono en la mano estorba. Los ojos se abren pero para mirar hacia el horizonte, hacia esa naturaleza sagrada que vuelve a estar poblada de templos y muchas historias que descubrir.

Persiguiendo Santo Estevo

Mirador Penedos do Castro
Mirador Penedos do Castro. | Shutterstock

Lo primero que debe perseguir el viajero, de ser posible, es el amanecer desde lo alto de una Ribeira Sacra que, ya en su parte ourensana, se siente abrupta. Imprevisible cuando se visita por primera vez. Las curvas pronunciadas van dando paso a miradores de impresión y a espacios escondidos que, tras las alturas, parecen descender a las profundidades del mundo.

Siguiendo lo primero se llega a lugares como el mirador Penedos do Castro. Allí en lo alto ondea la bandera de la tierra, la bandera gallega. Es un lugar magnífico para dar comienzo a un nuevo día. Debe visitarse, eso sí, cuando ya la luz haya inundado el cielo, pues el camino hasta lo que era un antiguo castro, cuyas formas todavía pueden diferenciarse, se adentra en un espeso bosque que obliga a dar alguna zancada más trabajada que otra. Merece la pena el esfuerzo. Esa bandera se mueve con el viento a más de 600 metros sobre el Sil. Bajo ella se obtienen unas vistas espectaculares de los montes que custodian el río.

También del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, una de las grandes joyas de la Ribeira Sacra de la provincia de Ourense. Desde lejos, el cenobio, junto al pueblo de Santo Estevo, es una mancha naranja y gris entre tanto verde. Entonces es fácil comprender el siempre mencionado aislamiento de la zona, la paz a la que se alude cuando se habla de la Ribeira Sacra.

Acercarse a lo que se ha visto en la distancia no produce una impresión mucho menor. La primera imagen cercana que se obtiene del monasterio es también la de ser una mancha naranja y gris entre tanto verde, pero se comprenden mejor sus grandes dimensiones y se van apreciando los detalles. Si el día está despejado, la explosión de colores es brutal, así como la inmensidad de esta tierra sagrada donde parece que el horizonte es infinito. Siempre espera un monte más en la distancia.

Monasterio Santo Estevo de Ribas de Sil
Monasterio Santo Estevo de Ribas de Sil. | Shutterstock

La tradición popular sitúa el origen de este monasterio en el siglo VI, con la llegada de San Martín de Braga o San Martín Dumiense, que quiso tener aquí un pequeño y humilde eremitorio. Pero este primer templo se destruyó en algún punto de los siglos siguientes. Fue en el siglo X cuando, al volver a construirse, obtuvo las formas de las que se disfrutan hoy. Ya monasterio benedictino, su decadencia no tardó en llegar: a partir del siglo XIII perdió el esplendor del que había gozado. Esplendor conseguido sobre todo gracias a la leyenda de los nueve obispos que obraron milagros con sus nueve anillos mágicos. La historia tiene recorrido en el tiempo, pues cuatro de esos anillos reaparecieron en este siglo XXI.

Las historias asociadas al monasterio, hoy Parador Nacional, pueden descubrirse a medida que se pasean sus claustros, sus dependencias, su iglesia o su cementerio. Hay que aprovechar todo el tiempo que se pueda para perderse entre sus rincones visitables. Costará decidir cuándo ha llegado el momento de marcharse, pero en esta provincia de Ourense, en esta bella Ribeira Sacra, todavía hay muchas sorpresas.

Embarcadero de Santo Estevo
Embarcadero de Santo Estevo. | Shutterstock

Por ejemplo, el embarcadero de Santo Estevo. Antes de plantearse navegar por las aguas del Sil, conocer sus cañones desde el agua o descubrir sus particularidades naturales, puede recorrerse la zona a través de un pequeño sendero que bordea su orilla. La tranquilidad que se respira aquí es impagable.

Antes de partir a descansar a uno de los pueblos de Ourense que dan vida a la Ribeira Sacra, Parada de Sil, hay que buscar un lugar en el que dejarse mecer por el atardecer. En este sentido, quizá ninguno sea tan ideal como el llamado O Bambán do Solpor. Un columpio (bambán en gallego) desde donde las puestas de sol (solpor) adquieren todo su significado. En el municipio de Nogueira de Ramuín eran muy conscientes de la maravilla de este pequeño espacio natural y quisieron, entre varios vecinos, incluir un elemento que permitiera disfrutarlo aún más. Así nació este columpio, colocado sobre una de las rocas habituales de la zona. No hay que dejar de explorarla si se tiene oportunidad, también en las mañanas de niebla en las que las vistas se pierden pero el viajero se sentirá atrapado en un cuento.

Templos y naturaleza, esto es la Ribeira Sacra

Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil
Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil. | Shutterstock

La Ribeira Sacra es una combinación perfecta de ambos elementos: templos y naturaleza. Ha sido así siempre y será siempre de esta manera. Otro de los rincones que ejemplifica esto es el monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil que, situado en el soto de Merilán, permite entender con libertad absoluta esa doble característica de la tierra. El monasterio se abandonó hace siglos y la naturaleza se echó sobre este, dejando una postal de ensueño que cambia con las estaciones y que, al mismo tiempo, permanece inalterable. Los bosques que rodean la construcción pueden explorarse, descubriendo las muchas rutas de senderismo pensadas para que el coche, en la Ribeira Sacra, sea necesario para desplazarse pero no tanto para conocer. Si se quiere, existe la posibilidad de descubrir a través de los senderos.

Balcones de Madrid
Balcones de Madrid. | Shutterstock

Uno de esos muchos senderos conduce de Parada de Sil hasta uno de los mejores miradores de la Ribeira Sacra. Permite contemplar desde cerca y en toda su dimensión las formas de los cañones del Sil. Este lugar se conoce como los balcones de Madrid y tienen una historia asociada. Aquí acudían los gallegos a despedir a sus familiares cuando debían partir por motivos laborales, río abajo, hacia la capital. Se puede seguir este recorrido, pero desde las alturas. El paseo es precioso y permite descubrir sitios como una antigua trampa para lobos, usada cuando estos animales constituían una amenaza para el ganado. Una mañana entera puede irse en explorar estos montes.

Monasterio de San Pedro de Rocas
Monasterio de San Pedro de Rocas. | Shutterstock

Vivir a la orilla del Sil es de lo más placentero, pero en ciertos momentos el viajero debe alejarse. Para descubrir, por ejemplo, el monasterio de San Pedro de Rocas, uno de los mejores ejemplos de románico en una zona riquísima en este estilo. Es antiquísimo, pues está habitado desde finales del siglo VI por hombres que dedicaron su vida a la oració, y resulta único por estar excavado en la roca. A medida que los siglos avanzaron, este cenobio quedó dependiente del gigante de la zona, el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil. Poco a poco se fue abandonando, pero en 1923 fue declarado Monumento Histórico-Artístico y las miradas se pusieron de nuevo sobre él. Lo cierto es que cuesta apartarla.

Tras el templo, la naturaleza. Una vez en las proximidades del monasterio de San Pedro de Rocas debe encontrarse el sendero que conduce hasta la fuente de San Bieito. Es un precioso camino que permite explorar la montaña y que termina, de nuevo, en un monumento, pues la fuente en cuestión está también excavada en la roca. La antigüedad de este lugar se siente en cada paso.

Una última parada

Pasarelas del río Mao
Pasarelas del río Mao. | Shutterstock

Menos de media hora separa Parada de Sil de Castro Caldelas, uno de los pueblos más bonitos de la Ribeira Sacra. Antes de descubrir sus calles, sin embargo, se recomienda lanzarse a la aventura en sus alrededores. Muy cerca se encuentran las pasarelas del río Mao, cuya ruta hasta el cañón del Sil es una de las más estimulantes tanto de la Ribeira Sacra como de Galicia en general. El tiempo en este sendero parece detenerse para ofrecer ese respiro tranquilo tan necesario en estos tiempos de velocidad e impaciencia.

Tras la naturaleza, más templos. O habría que decir: en la naturaleza, más templos. Porque el monasterio de San Paio de Abeleda es un cenobio que se encuentra abandonado y que por tanto ha sido engullido por la vegetación, pero sigue siendo interesante visitarlo. Se fundó en la primera mitad del siglo X, pero como sucede con otros afrontó su abandono con la desamortización de Mendizabal. Todavía se pueden descubrir elementos interesantes del interior, a pesar de este estado de ruina.

Presidiendo la plaza que alude al propio monasterio, en el pueblo de Montederramo, se encuentra otro cenobio que hay que descubrir. El monasterio de Montederramo, declarado Bien de Interés Cultural en 1951, parece tener como origen la antigua iglesia de San Juan, aunque sus primeros años son inciertos. Su unión a la orden del Císter vino de la mano de Santa Teresa, hija de Alfonso VII, en el año 1142, pero otros historiadores sitúan esta fecha en 1153. En cualquiera de los casos, es antiguo, casi milenario. Puede visitarse el bello templo, que cuenta con tres naves, así como dos bonitos claustros.

Castro Caldelas
Castro Caldelas. | Shutterstock

Tras explorar la parte sur de la Ribeira Sacra de Ourense se puede descansar y asimilar lo visto, lo vivido, en Castro Caldelas. Su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1998, un título que sirve para entender su belleza y su importancia. Sus calles empedradas apuntan a un pasado medieval, característica apuntalada con la profusión de casas de piedra plagadas de antiguos escudos que pueden descubrirse. Este pueblo, situado en la colina desde donde domina el río Edo, cuenta también con un castillo del siglo XIV bastante bien conservado.

Parece apropiado que un viaje de este estilo concluya con el atardecer, así que no hay que dejar de buscar la oportunidad de observarlo desde cualquiera de los rincones que ofrece el pueblo para ello. Todavía no es momento de encender el teléfono. Es momento de interiorizar esta experiencia para comprender que esos viajes de desconexión absoluta que permiten conectar por completo con los lugares que se van descubriendo son los que verdaderamente importan.