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Ruta por la costa mediterránea (IV): de pueblo en pueblo por el este de Andalucía

Ruta por el Mediterráneo en Andalucía

Uniendo la Región de Murcia con Andalucía espera un pequeño paraíso. Una de las playas más particulares y más bellas de la geografía española, uno de esos rincones que justifica esta propuesta de ruta por la costa mediterránea. La playa de los Cocedores de Pulpí ofrece un paisaje diferente, consecuencia de la erosión del mar, y aguas tranquilas, del color del más puro Mediterráneo. La media luna que forma es la mejor manera de cambiar de comunidad para adentrarse en una que tiene mucho por ofrecer. Tanto que para abarcarla adecuadamente hay que tomarse el viaje con calma. Y, como siempre, con los ojos bien abiertos.

Playa de los Cocedores de Pulpí
Playa de los Cocedores de Pulpí. | Shutterstock

Conociendo Almería

Playa de San Juan de los Terreros
Playa de San Juan de los Terreros. | Shutterstock

El pueblo andaluz que recibe al viajero es San Juan de los Terreros, conocido principalmente por sus playas y sus calas. Con su castillo elevándose sobre una colina que facilita unas vistas fantásticas, esta población puede presumir de tener frente a su costa el monumento natural Isla de Terreros e Isla Negra, dos islotes de naturaleza volcánica. No hay que dejar de visitar el islote de Pichirichi, unido a la península por un puente de madera, ni tampoco, antes de llegar al siguiente pueblo, la cala de Peñón Cortado. Escondida entre acantilados, regala una de las postales más bonitas del Mediterráneo almeriense. También cuando uno se sumerge en sus aguas, pues tiene un fondo marino de gran valor.

Mojácar
Mojácar. | Shutterstock

Continuando hacia el sur, abordando el final de sierra Cabrera, espera Mojácar. Este laberinto de casas blancas encaramadas en una colina deja una imagen preciosa en la distancia. Cuando uno se encuentra recorriendo sus calles, la sensación no es diferente. Es uno de los pueblos más famosos de Almería por varias razones: tiene historia, cultura y mucha vida en temporada estival. Su disposición obedece a las necesidades pasadas de protección, cuando sus habitantes tenían que defenderse de las incursiones que llegaban por mar. Hoy es un destino turístico de primera calidad que ofrece 17 kilómetros de playas de todo tipo.

Carboneras
Carboneras. | Shutterstock

A poco más de media hora en coche, pasando por lugares tan espectaculares como el mirador de la Granatilla, se encuentra Carboneras. La industria del carbón, tan importante en la zona en siglos pasados, explica no solo el nombre sino también la fundación de este pueblo. Se encuentra en un paisaje agreste, rodeado de montes escarpados consecuencia, precisamente, de la actividad industrial mencionada. A la hora de hablar de Carboneras hay que recuperar, de nuevo, el pasado en el que los ataques de los piratas berberiscos eran comunes, razón por la que se construyó el castillo de San Andrés. Hoy todos sus elementos forman un precioso conjunto en el que, si se tiene oportunidad, merece la pena detenerse hasta, por lo menos, contemplar sus anocheceres.

Cabo de Gata, el sueño almeriense

Agua Amarga
Agua Amarga. | Shutterstock

Las casitas blancas decoran las colinas de Agua Amarga como si fuera más un cuadro nacido de la imaginación que un lugar real. Este pueblo se extiende también hacia la costa, buscando el mar, demostrando ya en este primer contacto por qué el parque natural Cabo de Gata es uno de los rincones más buscados y apreciados de la geografía española. Agua Amarga se abre a una magnífica playa, pero se pueden buscar otras muchas como la de los Muertos, de aguas cristalinas y formas espectaculares. Tampoco hay que marcharse sin conocer Mesa Roldán, su torre y su faro, y ese agreste paisaje almeriense que uno tiene inevitablemente en la cabeza.

Las Negras
Las Negras. | Shutterstock

Las Negras es un pueblo semejante al anterior. Tiene la particularidad de encontrarse en el centro del parque y la fortuna de contar en sus proximidades con uno de los rincones más codiciados: la cala de San Pedro. Muchos de sus 300 habitantes son extranjeros que llegaron buscando el paraíso y lo encontraron en este tranquilo pueblo de pescadores que cuenta, además, con el imponente monte volcánico Cerro Negro. El efecto de la erosión sobre esta formación es la culpable de que en todo el entorno de Las Negras puedan encontrarse pequeñas piedras de este color, dotándolo así de otro elemento diferenciador.

Isleta del Moro
Isleta del Moro. | Shutterstock

La Isleta del Moro es también un pueblo de pescadores, de casas blancas y pequeños barcos coloreando sus aguas. Su playa tiene dos grandes peñones que pueden verse desde la distancia. Uno de ellos parece estar separado del conjunto, como tirando hacia África. Dejar transcurrir el tiempo aquí es una idea fantástica, pero lo que no hay que perderse es la imagen de postal que se forma en la distancia, cuando uno todavía se está acercando. O cuando se aleja para continuar.

Arrecife de las Sirenas
Arrecife de las Sirenas. | Shutterstock

Más imágenes de postal. La que ofrece la playa de Monsul, todavía virgen, todavía completamente rodeada de naturaleza. En verano está repleta de viajeros, pero esto no impide que siga siendo espectacular, con formaciones volcánicas plagando su reducido espacio. O la que ofrece el conocido arrecife de las Sirenas, situado en el punto exacto del cabo. Un precioso lugar que seguramente tome su nombre de los tiempos en que estaba habitado por focas monje, confundidas con sirenas por marineros y habitantes de la zona. Para conocer estos rincones puede tomarse como punto de partida San José, la considerada capital del parque. Es el pueblo más grande de Cabo de Gata, pero sigue siendo, con sus 800 habitantes, un lugar tranquilo y placentero.

Faro de Cabo de Gata
Faro de Cabo de Gata. | Shutterstock

También hay que visitar, casi de manera obligatoria, el faro. Se encuentra junto al arrecife de las sirenas pero situado a otro nivel, en las alturas. Este lugar sirvió como punto de referencia ya en época de fenicios, aunque la construcción existente hoy en día se levantó en el año 1863. Ofrece imágenes tan bonitas como la que precede a estas líneas.

Más Mediterráneo andaluz

Adra
Adra. | Shutterstock

Todavía en Almería, tras dejar atrás Cabo de Gata, el viajero puede encontrarse con lugares especiales. Tal es el caso de Adra, que con sus casi 25.000 habitantes es más ciudad que pueblo, pero cumple con la función aquí buscada. Es decir: ser un destino tranquilo, reducido, en el que seguir conociendo el Mediterráneo. Sus primitivos orígenes se remontan al siglo VIII a.C., pues ya los fenicios comprendieron las virtudes del lugar en el que se emplaza. Adra cuenta con 13 kilómetros de costa de gran belleza y un centro histórico con iglesias, ermitas y hasta una muralla por descubrir. Puede ser la última parada antes de abandonar la provincia de Almería.

Tras ella aguarda Granada, que es otro sueño: el sueño realizable de tener montaña y mar al mismo tiempo, a disposición del viajero. Albuñol es la frontera entre Sierra Nevada y el Mediterráneo, es de interior y de costa, por imposible que esto pueda resultar. Por eso es un destino imprescindible en esta ruta de costa mediterránea, porque ofrece el contraste y la belleza granadina. Además de un casco histórico precioso con monumentos destacados y una colección de calles siempre dispuestas a acoger a quien llega.

Granada, tierra soñada por mí

Castell de Ferro
Castell de Ferro. | Shutterstock

Tierra soñada por rincones como Castell de Ferro. Este destino ofrece playas y calas, precisamente, de ensueño, una tradición pesquera que no se ha perdido y unos acantilados que completan un bonito paisaje en la Costa Tropical. Sin olvidar la joya del lugar: las ruinas de un castillo árabe medieval situado a 90 metros de altura. Merece la pena explorarlo, por su interés histórico y por las vistas desde la construcción.

Calahonda
Calahonda. | Shutterstock

A poco más de diez minutos en coche se encuentra Calahonda, con una preciosa playa ideal para amantes del buceo. El Mediterráneo, en general, es una excelente ventana a las profundidades, pero hay lugares que despuntan. Este es uno de ellos. El farillo de Calahonda, una torre defensiva del siglo XVI, es otro atractivo para los viajeros, así como los restos del castillo de Carchuna. Así que, sí: hay rincones que explorar en torno a esta población al margen de sus playas.

Salobreña
Salobreña. | Shutterstock

Sin abandonar la costa, Salobreña se presenta majestuosa sobre un acantilado. También este pueblo funciona en la distancia, gracias a esa imagen, y en la cercanía, por sus bonitas calles. Y porque cada una de ellas es otra ventana hacia el Mediterráneo, hacia su superficie en esta ocasión. Su litoral está repleto de calas y playas para quien busque el descanso junto al mar, pero también la actividad, pues es un buen lugar para practicar deportes acuáticos. Salobreña, por cierto, tiene una historia milenaria, pues ya en el siglo X contaba con una de las fortificaciones típicas de la costa andaluza.

La Herradura
La Herradura. | Shutterstock

Aunque si uno quiere historia, debe esperar al siguiente destino: La Herradura, donde a mediados del siglo XVI naufragaron varias naves de la Armada Invencible. En este pueblo puede descubrirse todo lo referente a este acontecimiento y también, de nuevo, el fondo del mar, especialmente rico en este punto. De hecho, está declarado Zona Especialmente Protegida por la UNESCO.

Al otro lado de los acantilados de Maro-Cerro Gordo se encuentra Málaga, así que en este rincón toca despedirse de Granada. Debe hacerse buscando la vista más deseada, que los amantes de las alturas obtendrán desde el mirador de Cerro Gordo. También puede buscarse desde esa playa con forma de herradura donde, al anochecer, puede verse cómo brillan las casas en las colinas que abrazan este arenal. Sea como fuere, hay que hacer noche aquí y después, claro, continuar. Aún queda Mediterráneo.