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Puerto de Vega, una historia del mar

Puerto de Vega

La primera visión de Puerto de Vega, a lo lejos, bien puede parecer la de un cuadro impresionista. Pinceladas de mar, cielo, tierra y gaviotas hurtadas a la mano de Sorolla. Una composición de luz y aromas cantábricos que esbozan la silueta de este pueblo ubicado en el concejo de Navia.

La costa occidental de Asturias atesora montones de maravillas que se van sucediendo una tras otra, como las fichas de un dominó. Un juego en el que Puerto de Vega tiene doble puntuación. De un lado, la de su riqueza patrimonial, histórica y natural. De otro, la de ese encanto especial que se percibe más en las distancias cortas.

Empezando por la dársena, dibujada de pequeñas embarcaciones, y continuando a través de las calles que se alejan y se acercan del corazón portuario. Puerto de Vega tiene tanto por conocer que, antes de empezar, es necesario hacer un pacto con el propio viaje. Es necesario prometer dejarse sorprender por el paseo, lleve a donde lleve. Siguiendo quizás el murmullo de antiguos pasos indianos, hasta desembocar en un mirador que se abre al viento. O atisbando el ir y venir de las mareas en alguna de sus maravillosas playas y fluir como el agua hasta unos encantados jardines.

El viaje comienza. Es hora de cumplir el pacto.

El latido de un puerto

Vista nocturna del muelle de Puerto de Vega, con embarcaciones
Vista nocturna del muelle de Puerto de Vega, con embarcaciones. | Shutterstock

El aire marino se enreda en los pasos, en las conversaciones y hasta en los pensamientos de todo aquel que arriba a Puerto de Vega. Un aire en el que se mezclan, entre el salitre, pasado, presente y futuro de esta villa marinera con las ráfagas de viento celta que sopla cercano. Mientras, de fondo, se intuye el cantar constante de un río, el Navia, sirviendo de estribillo a un mar siempre presente.

El origen pesquero de este pequeño puerto trepa por los mástiles de los antiguos balleneros que atracaban y partían de su muelle. Recuerdan ese pasado dos quijadas de una ballena de 30 toneladas expuestas en el Mirador de la Riba, flanqueando el primer contrato ballenero. En el mismo espacio, algo más arriba, se encuentra también un antiguo cañón ballenero con su carga. Pero la vida de Puerto de Vega no comienza y termina en esta flota que botó el ancla por última vez sobre el siglo XVII.

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Embarcación junto a escaleras del muelle en Puerto de Vega
Embarcación junto a escaleras del muelle en Puerto de Vega. | Shutterstock

Las estaciones continuaron sucediéndose, siempre de cara al horizonte, con el mar como director de orquesta de una vida sosegada, teñida de azul. Durante los años siguientes en Puerto de Vega, como en otros muchos lugares de la costa asturiana, se desarrolló una pujante industria conservera. Todavía hoy puede visitarse una de sus antiguas edificaciones, La Arenesca, donde se ubica actualmente el Museo Etnográfico Juan Pérez Villamil.

Las tonalidades oceánicas están presentes aquí y allí, en todas partes. En la rula o lonja, un antiguo edificio del 1928 al que se puede acceder y en el que continua la venta de pescado. O en el Monumento a las Mujeres del mar o en las casas de pescadores. En cada adoquín del paseo que circunda la dársena.

Siguiendo la travesía

Iglesia de Santa Marina en Puerto de Vega
Iglesia de Santa Marina en Puerto de Vega. | Shutterstock

El paisaje de Puerto de Vega se queda adherido a la piel, como se quedan las gotas de agua. Una panorámica plagada de adjetivos absoluto. Impresionante, viva. Una vista que puede apreciarse en todo su esplendor junto a los cañones del siglo XVIII del Mirador del Baluarte. Dejándolo atrás, las casas blasonadas, las antiguas quintas indianas y sus jardines, invitan a soñar con una época dorada. En las inmediaciones del puerto un imponente caserón del siglo XVIII, Las Tuerbas, propiedad de los Lebrón, vigila el ir y venir de los viandantes. En el recorrido es posible seguir la pista a los últimos días de Jovellanos en la Casona Trelles, o rastrear los orígenes de Juan Pérez Villamil. Así como a los principios de Álvaro de Navia Osorio, señor de la Casa de Trelles y la Torre de Vigil, III Vizconde del Puerto.

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El medievo sorprende en la conocida como plaza de Cupido, antiguamente cuadrada por tres casas señoriales, la de Cachán y la Casa de las Columnas. Y otra, ya desaparecida, la del padre del Premio Nobel Severo Ochoa. El conjunto transpira el devenir de la transformación del pueblo desde sus inicios como poblado marinero.

El recorrido continua, aún queda mucho por descubrir. No hay que dejar pasar la oportunidad de acercarse al edificio del casino o dar un paseo por el Parque Benigno Blanco. Ni ascender hasta el Barrio Alto para conocer la Iglesia de Santa Marina. Y una vez allí, entrar para contemplar de cerca los retablos barrocos del escultor Bernardo de Meana. Además del púlpito, traído de la antigua iglesia, el cáliz, un regalo de Pérez Villamil, o la talla de San Blas. Una placa atestigua que Jovellanos descansó en este lugar durante tres años. Asimismo puede ser un buen lugar para tomar un respiro en el camino. Puede que aguardando que el movimiento de las agujas de su reloj marque la hora de conocer sus alrededores.

Explorando las cercanías

Enclavado en el Concejo de Navia y sus 12 kilómetros de costa, Puerto de Vega es una perfecta excusa para conocer otros puntos de su geografía. Espacios de una belleza salvaje, como la Playa de Frejulfe, de 750 metros de longitud, declarada monumento natural. A ella se puede llegar desde Puerto de Vega o desde la carretera de Andés. Desde éste último se accede también a la Playa de Coedo, antigua atalaya y cala ballenera. Muy cerca, se extiende también el arenal de Fabal y, a continuación, la Playa del Moro.

Vista de la Playa de Frejulfe, cercana a Puerto de Vega
Vista de la Playa de Frejulfe, cercana a Puerto de Vega. | Shutterstock

En su largo recorrido, desde su nacimiento en Piedrafita do Cebreiro, el río Navia halla su punto de vado natural en el pueblo al que le cede el nombre. Una villa de paseos junto al mar y restos de antiguas murallas que conviven con la tradición naval de su astillero. Igualmente, aquí se encuentra el paso hacia el interior del Parque Histórico de Navia. Antiguamente, punto de obligado paso para los peregrinos que marchaban hacia Santiago de Compostela, el curso del río orquesta la naturaleza que lo rodea. Pendientes ascendentes y descendentes que conducen a saltos de agua, el Arbón o el Doiras, áreas recreativas y zonas de descanso permiten tomarse un instante para disfrutar de una merienda o empaparse del paisaje. La riqueza natural del entorno es impresionante. De hecho, una parte pertenece al Parque Natural de las Fuentes de Narcea y del Ibias.

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Cada pueblo es una sorpresa. Castropol, a no más de 25 kilómetros de Navia, significa la frontera natural entre Galicia y Asturias. Además de ser un promontorio con una hermosa panorámica sobre la Ría del Eo. También junto a los límites gallegos de la provincia de Lugo se encuentra Grandas de Salime, hito asturiano del primitivo Camino de Santiago, es un enclave sembrado de restos arqueológicos que se ocultan entre la naturaleza.

Vista de Castropol desde Ribadeo, Lugo
Vista de Castropol desde Ribadeo, Lugo. | Shutterstock

Concluyendo de nuevo en el mismo mar que baña Puerto de Vega, puede visitarse el faro de Tapia de Casariego. Una localidad marinera a la que el surf ha llegado para quedarse y disfrutarse en sus hermosas playas de Serantes, Mexota o Santa Gadea. Con todo el tiempo del mundo, los altos en el camino podrían ser infinitos, con el corazón dividido entre el mar y la montaña, pero siempre mirando al cielo.

Cuando el fin del viaje por Puerto de Vega y el Concejo de Navia se acerca, el pacto puede darse por cumplido. Las sorpresas han sido muchas. Pero, antes de abandonar el pueblo, una última mirada. Unos últimos pasos cerca de la dársena respirando mar y calma. Acercarse, quizás, a alguno de los bares, restaurantes o sidrerías para degustar el pescado o marisco local, mientras se planea una próxima vez en el occidente de Asturias.