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Los pueblos más bonitos de Vizcaya

Pueblos más bonitos de Vizcaya

El municipio de Vizcaya es para comérselo. Ya no solo por su cultura fascinante, sus paisajes de vértigo y la deliciosa gastronomía vasca, sino porque está llena de pintorescos pueblecitos que merece mucho la pena descubrir. Rodeados de naturaleza y herencia medieval, estos pequeños destinos llevan impresa la huella del tiempo. Un tiempo que parece detenerse cuando uno los pisa por primera vez. Estas líneas pretenden ser un acercamiento a 11 de los pueblos más bonitos de Vizcaya.

11 pueblos bonitos en Vizcaya

Elorrio, un viaje en el tiempo

Basílica de la Purísima Concepción
Basílica de la Purísima Concepción. | Shutterstock

Aunque a primera vista pueda parecer un pueblecito más, lo cierto es que Elorrio tiene un encanto que enamora a primera vista. Nada más pisar sus calles empedradas uno tiene la sensación de encontrarse en pleno siglo XVIII. Palacios, edificios señoriales y una tranquilidad que otorga un respiro del bullicio de las grandes ciudades. La plaza Gernikako Arbola, la impresionante basílica de la Purísima Concepción y el templo de San Agustín de Etxebarría, edificado en el año 1051, invitan al visitante a sumergirse en un conjunto medieval único.

Fruto de la preservación de estas impresionantes construcciones, a Elorrio se le conoce como “la villa de los escudos”. De hecho, cuentan que en todo el pueblo hay repartidos 69 escudos esperando ser descubiertos. Entre pintxo y pintxo, es muy recomendable visitar la necrópolis de Argiñeta, un gran agrupación de estelas funerarias de carácter medieval en las que se encuentran escritos en latín de origen visigodo.

Mundaka, la ola izquierda

Casas de colores en Mundaka
Casas de colores en Mundaka. | Shutterstock

Mundaka es uno de los pueblos más bonitos de Vizcaya. Ubicado en plena Reserva de la Biosfera de Urdaibai, este pintoresco paisaje se tiñe de coloridas casitas y el olor a salitre típico de los pueblos de costa. ¿Su mejor carta de presentación? Un agradable paseo por el puerto combinado con un buen Patxarán. O, si se prefiere, una deliciosa cena con las mejores recetas gastronómicas de Euskadi. La ermita de Santa Catalina y la Iglesia de Santa María muestran al visitante una arquitectura centenaria que ha sabido sobrevivir al paso del tiempo.

Este enclave es conocido por ser la ola izquierda de Euskadi. Dicho de otra manera, el paraíso de los surfistas. Tanto es así que este pueblecito se ha convertido en anfitrión de campeonatos internacionales. La playa de Laida es otro de sus imperdibles, como también lo son sus fiestas de Carnaval. Una de las más antiguas del País Vasco que cada año atrae a más curiosos.

Lekeitio, el paraíso de los aristócratas

Botes amarrados en Lekeitio
Botes amarrados en Lekeitio. | Shutterstock

Uno de los aspectos más identificativos de Lekeitio es que era el destino favorito de los aristócratas del siglo XX para disfrutar de sus vacaciones de verano. ¿Y por qué? Pues muy sencillo. Porque es un auténtico paraíso vacacional en el que el encanto de sus calles se funde con los hermosos colores de sus playas.

Lekeitio es la parada perfecta para descansar a pie de mar mientras se saborea lo mejor de la gastronomía vasca en alguna de las terracitas del puerto. El pintoresco barrio de los pescadores, la lonja de pescado, el palacio de Uriarte y el hermoso faro de santa Catalina son visitas obligadas.

Orozko, encanto entre montañas

Casas colgantes en Orozko
Casas colgantes en Orozko. | Shutterstock

Junto al río Altube se erigen varias casitas colgantes de colores inmersas en un espacio natural único. Orozko enamora por varios motivos. Uno de ellos es que se ubica en pleno parque natural del Gorbeia, por lo que su belleza en infinita. Un paraíso rural que despierta una sonrisa involuntaria en los labios. Sus iconos más significativos son la Torre de Aranguren, el Museo Etnográfico y sus numerosos caserones tradicionales. ¡El chorizo de Orozko es una de sus especialidades!

Balmaseda, el corazón de la txapela vasca

Puente Viejo, Balmaseda
Puente Viejo, Balmaseda. | Shutterstock

Justo en el límite que bordea la frontera entre el País Vasco y Castilla y León se encuentra Balmaseda. Un pueblo lleno de encanto en el que naturaleza y arquitectura crean su propio paisaje de contrastes. Lo primero que llama la atención de Balmaseda es un impresionante puente de piedra del siglo XIII conocido como Puente Viejo. En este punto, uno ya puede intuir que se encuentra ante un paraje inolvidable.

Su casco histórico es para perderse durante horas. Declarado Bien de Interés Cultural, sus sinuosas callejuelas conducen a palacetes, edificios de aire señorial e iglesias. El Ayuntamiento es de inspiración mudéjar y sus celebraciones de Semana Santa son unas de las más conocidas de Euskadi. Jóvenes y adultos se preparan cada año para desempeñar su mejor papel en el Vía Crucis. Balmaseda también es muy conocida por ser uno de los primeros pueblos en el que se construyó una fábrica de txapelas, las conocidas boinas vascas.

El dato gastronómico de este pueblo es que en él se gestó la conocida putxera, un delicioso guiso de alubias rojas. Y se gestó como se gestan muchos grandes aciertos: sin pretenderlo. Uno de los maquinistas que trabajaba en un tren de mercancías dio con una curiosa fórmula que le permitía calentar sus alimentos: una pequeña estufa que aprovechaba el vapor del ferrocarril. Poco a poco el maquinista fue probando más y más guisos hasta que los ingredientes de la putxera le acabaron de convencer. De ahí que este plato también se conozca como olla ferroviaria.

Ondárroa, tierra de contrastes

Puerto de Ondárroa
Puerto de Ondárroa. | Shutterstock

Mar y montaña. Pasado y futuro. Si hay algo que está claro es que Ondárroa tiene todos los ingredientes para disfrutar tanto de un retiro espiritual en medio de la naturaleza como para divertirse con sus propuestas de ocio. Este pueblo de Vizcaya ha sabido combinar a la perfección tradición con modernidad. Majestuosos edificios medievales se erigen en su casco antiguo dando paso a manifestaciones más actuales como el puente de Itsasaurre. ¿Un imprescindible? La playa de Arrigorri.

Elantxobe, acantilados por doquier

Panorámica de Elantxobe
Panorámica de Elantxobe. | Shutterstock

Casitas escalonadas, montes recortados en el horizonte, acantilados… Y un pintoresco puerto amurallado. Elantxobe es un pueblecito para descubrir poco a poco. Para dejarse sorprender por la fuerza de las olas rompiendo en las rocas, para degustar su rico surtido de mariscos y productos marinos y, sobre todo, para sumergirse en el paisaje típico Cantábrico.

Uno de los grandes atractivos de Elantxobe son sus piscinas naturales, perfectas para disfrutar de un refrescante chapuzón en verano o de una vista idílica en invierno. Sus callecitas son, en su gran mayoría, empedradas y empinadas. Por esta razón, si nunca se ha visitado el pueblo antes, se recomienda precaución a la hora de caminar en sentido descendente. ¡Calzado cómodo siempre!

Ibarrangelu, postal rural

Playa de Laga, Ibarrangelu
Playa de Laga, Ibarrangelu. | Shutterstock

Muy próximo a Elantxobe se encuentra esta pequeña preciosidad rural. Ibarrangelu es de esos pueblecitos que llaman la atención desde lejos. Ubicado muy cerca de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, este destino sorprende ya en sus alrededores con las hermosas playas de Laida y Laga y el cabo de Ogoño.

Ibarrangelu goza de un importante patrimonio histórico. En un paseo por sus tranquilas callecitas se descubre la preciosa ermita del Sagrado Corazón de Jesús, el barrio de Akorda con la iglesia de Santa María Engracia y la ermita de San Pedro de Atxarre. La escapada perfecta para teñirse del ambiente rural más auténtico de Vizcaya.

Plentzia, paseo junto a la ría

Puente de Plentzia
Puente de Plentzia. | Shutterstock

Aunque pueda parecer menos turístico que sus hermanos, lo cierto es que Plentzia es un pueblecito de pescadores con un encanto muy especial. Una amplia ría separa al pueblo en dos y se decora con pequeños botes y barcos de colores. El paseo que hay junto a la ría es imprescindible. Primero porque impregna al caminante de ese toque idílico de pueblo de pescadores. Segundo porque el paseo conduce a un puente de diseño moderno y, a pocos metros, se despliegan una serie de terracitas y restaurantes perfectos para disfrutar de un atardecer épico.

Se cuenta que, antiguamente, Plentzia estaba rodeada por una muralla de piedra. El único testigo que queda de esos tiempos es el mítico arco de Santiago, de obligada visita. Otra de sus joyas arquitectónicas es la torre Barri, perteneciente al linaje de Butrón, que exhibe un imponente escudo construido con piedra.

Bermeo, la joya industrial

El colorido puerto de Bermeo
El colorido puerto de Bermeo. | Shutterstock

En pleno corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai se encuentra este pequeño oasis de calma. Bermeo es uno de esos parajes cantábricos que atrapan nada más visitarlos. Mitad marinero y mitad medieval, este pueblecito entrega su carta de presentación mediante las casitas de colores que se distribuyen en su puerto marítimo. De su casco antiguo destacan la Casa Consistorial, la iglesia de Santa María y la Torre Ercilla.

Otxandio, Vizcaya monumental

Calle señorial en Otxandio
Calle señorial en Otxandio. | Shutterstock

La imponente torre de la iglesia Santa Mariñe da la bienvenida a un pueblo señorial: Otxandio. Un pueblo repleto de casas palacio, monumentos y un gusto arquitectónico lleno de elegancia. Su riquísima plaza mayor ubica al visitante en el mapa y le conduce hacia la hermosa fuente de Vulcano, el Ayuntamiento, declarado Monumento Nacional, y la calle Uribarrena con sus preciosas casas señoriales. Un cóctel histórico que se adereza con un impresionante paisaje natural.

La maravillosa ubicación de Otxandio, entre los parques naturales de Urkiola y Gorbeia, lo convierte en un destino único para explorar el pasado medieval de Vizcaya sin perder el contacto con la naturaleza típica del clima del norte de España. Muy cerca de este pueblo se encuentra el pantano Urrúnaga, perfecto para practicar deportes de agua.