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Patones de Arriba, el secreto del valle del Jarama

Patones de Arriba

Patones de Arriba es, a partes iguales, un secreto y una sorpresa. Una confesión que a la montaña le cuesta revelar y un encuentro que jamás deja de sorprender. Sus formas aparecen de repente, a una hora de Madrid, inmersas en el valle del Jarama, como bosquejos de pizarra negra. Esculpida entre las rocas, la arquitectura única de Patones permanece resguardada en un paréntesis de tiempo. Un secreto que debe descubrirse paso a paso.

El reino que un día fue

Panorámica del pueblo Patones de Arriba, medio oculto entre las montañas, con sus características construcciones de pizarra
Patones de Arriba. | Shutterstock

A medida que el coche se acerca a Patones de Arriba no solo quedan atrás los kilómetros, también los siglos. Pronto se adivinan los perfiles negros de las casas, con su envoltura de pizarra preparada para luchar contra el frío invierno. Las construcciones se mimetizan con su ubicación, a más de 800 metros sobre el nivel del mar. La iglesia de San José da la bienvenida al viajero. Hoy oficina de turismo, antaño, iglesia parroquial, y antes, pequeña ermita de cal y piedra.

Patones nació como refugio para huir de la incursión árabe en la península ibérica. El pueblo creció como un pequeño reino negro, gobernado por sus propios reyes hasta mediados del siglo XVIII. Todavía mantiene una atmósfera única fruto de la simbiosis entre el entorno y sus habitantes. Las casas parecen levitar sobre el pavimento de pizarra. Mientras, en la parte más alta del pueblo se puede disfrutar en directo de los arrenes y tinados, testimonios del pasado ganadero del lugar. Sobre todo concentrados en la calle del Despeñadero, aparecen algunos hornos entre las viviendas. Casi parece posible detenerse frente a ellos y aspirar el aroma a pan de trigo recién cocido.

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El lavadero y la fuente acercaban el agua hasta el pueblo. Hoy, junto con el arroyo, forman una hermosa postal. Sobre todo en época de lluvia el sonido de la pequeña cascada, tras cruzar el puente de brillante pizarra, compone una melodía inolvidable. El conjunto se completaba con un antiguo molino del que, en un lateral, se conserva la antigua piedra de moler. La pizarra, brillante al contacto con el agua, guarda el reflejo de las mujeres allí reunidas generación tras generación. Dicen que en ciertos momentos del día, el agua todavía susurra sus palabras.

De leyendas, sendas y barrancos

Patones de Arriba
Patones de Arriba. | Shutterstock

La Senda Ecológica del Barranco es el nexo de unión entre Patones de Arriba y Patones de Abajo. Un pueblo con idéntico nombre fundado tras la Guerra Civil, buscando una ubicación más accesible en la vega del río Jarama. El punto ideal para aparcar el coche y subir a pie. El tránsito se realiza a través de un barranco, el acueducto del canal de Atazar y cuevas rocosas. Una auténtica aventura.

En las afueras, las eras prestan un momento de descanso. Se trata de antiguas explanadas pedregosas utilizadas para la trilla de los cereales, hoy reconvertidas en terrazas de pizarra que miran al pueblo. Allí, por momentos, únicamente se escucha el aire llevando y trayendo murmullos de leyendas. Contando historias sobre familias huidas de los sarracenos, sobre tropas napoleónicas perdidas entre montañas incapaces de encontrar Patones… Pero las historias también han quedado escritas sobre el terreno, en los caminos que, aún visibles, se abren paso como silenciosos guías.

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sin coche desde Madrid
Patones. | Shutterstock

Uno de estos caminos conduce a la ermita románico-mudéjar de la Virgen de la Oliva, del siglo XIII. Algo más allá, historia y sendero se orientan hacia los restos de un castro prerromano, concluyendo ante la presa del Pontón de la Oliva. El pasado late también con fuerza bajo la montaña, en la cueva del Posteguillo, guardiana de pinturas rupestres.

La leyenda asciende hasta el Cancho de la Cabeza, un regalo para la vista. La panorámica abarca el pueblo, la Sierra Norte y el embalse de El Atazar. Hasta allí puede llegarse recorriendo la senda del arroyo. Volver a la civilización significa caminar sobre los propios pasos de un pueblo a otro, de una historia a otra. Pero antes, quizás, un último encuentro con Patones de Arriba. Esta vez de cerca, de tú a tú. Con sus casas rehabilitadas y su gastronomía, con el anochecer que va llegando para guardar de nuevo su secreto.