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Los caprichos de El Capricho

Templete del jardín. | Shutterstock

El jardín de El Capricho, el único jardín del romanticismo que todavía queda en Madrid. Y sin duda es un capricho, un lugar de recreo lleno de cultura, símbolos y poder. El maravilloso capricho de una duquesa, la de Osuna. Fue María Josefa de la Soledad Alonso-Pimentel quien ideó este parque, un remanso de paz lejos de la corte y sus intrigas.

Considerada una de las mujeres más inteligentes e influyentes del momento, María Josefa se desenvolvió con soltura a caballo entre los siglos XVII y XVIII. Una época de grandes cambios en los que la ilustración, la invasión napoleónica y el conocimiento marcaron la vida y figura de la duquesa. Junto con su marido Pedro de Alcántara Téllez Girón y Pacheco, militar y embajador de Carlos IV, construyeron este lugar tan especial que todavía hoy tenemos la suerte de disfrutar.

Un jardín imperecedero

Vista de los jardines y el lago principal de El Capricho
Vista de los jardines y el lago principal de El Capricho. | Shutterstock

Gracias a los viajes que el matrimonio realizaba por Europa, la duquesa se impregnó de la arquitectura en boga del momento. Y siendo una de las figuras más influyentes de la corte y de todo el país, decidió que era su momento. Tras una breve estancia en un palacio en la Cuesta de la Vega, los duques se mudaron a un palacete neoclásico en La Alameda en 1783, a las afueras de Madrid. Ese fue el germen del Capricho actual.

Palacio neoclásico de El Capricho
Palacio neoclásico de El Capricho. | Shutterstock

A partir de esa fecha, la duquesa volcaría toda su imaginación, anhelos y proyectos en los terrenos que rodeaban al palacio. Además de las modificaciones realizadas en el mismo, las obras alrededor de este cobrarían un papel clave. Y es que la cantidad de folies o caprichos que pueden hallarse hoy en día son de gran belleza e interés histórico.

Algo habitual en todo el continente europeo, a modo de ostentación y recreo, era la construcción de estructuras denominadas folies o caprichos en zonas ajardinadas. Muestras de poder económico puramente ornamental que en El Capricho cobran gran relevancia. La ermita, el abejero, la casa de la vieja, el fortín, el embarcadero o el puente de hierro son algunas de ellas. Algunas incluso sin cimentación, síntoma de construcciones efímeras.

Puente de hierro de El Capricho, el primero en España (1830). | Shutterstock
Puente de hierro de El Capricho, el primero en España (1830). | Shutterstock

Un lugar dedicado a la cultura y el saber

En este lugar reinaba la cultura y la sofisticación ante todo. El palacio se convirtió a principios del siglo XIX en un centro de intercambio cultural debido a la condición de mecenas de los duques. Filosofía, música y pintura eran temáticas que se desarrollaban en una de las mayores bibliotecas privadas del momento. Fue Goya quien sin duda desarrolló aquí una parte fundamental de su obra.

Vuelo de brujas, Goya (1798)
Vuelo de brujas, Goya (1798). | wikimedia

El pintor de Fuendetodos era gran amigo de los duques de Osuna, para quienes pintó retratos y algunas de las obras más oscuras e intrigantes del artista. Las composiciones de asuntos de brujas son sin duda una de las más interesantes. Encargadas por la duquesa para su gabinete personal, este compendio de 6 cuadros incluye el famoso Vuelo de brujas o El Aquelarre. Y es que sin El Capricho, Goya podría no haber desarrollado todo su potencial.

Los duques de Osuna y sus hijos, Goya (1787-88)
Los duques de Osuna y sus hijos, Goya (1787-88). | wikimedia

Muchos son los símbolos que dejan ver la pasión de los duques por el mundo místico, el esoterismo e incluso la masonería. La propia duquesa gozaba de un permiso especial concedido por la inquisición para tener en su poder libros prohibidos llenos de misticismo e historias sacrílegas, más de 60.000 volúmenes en total. Uno de esos símbolos es la estatua de Saturno devorando a su hijo, inspirada directamente en la estética de la propia pintura de Goya.

Saturno devorando a su hijo en El Capricho
Saturno devorando a su hijo en El Capricho. | shutterstock

También es interesante una pequeña pirámide junto a la ermita, bajo la cual reposan los restos del antiguo ermitaño que allí vivía por orden de los dueños, según cuenta la leyenda. Sin embargo, tras excavaciones realizadas en el terreno, no se encontró ni un solo hueso. Por otra parte, tanto en el palacio como en el casino de baile pueden observarse mediorrelieves con escenas mitológicas y alegóricas escenificando, supuestamente, ritos relacionados con la francmasonería. Todo un reto para el visitante.

Casino de baile de El Capricho
Casino de baile de El Capricho. | Shutterstock

El Capricho y las vicisitudes de la guerra

Dos fueron las guerras que atentaron contra este patrimonio cultural. La de la Independencia, durante la cual los duques tuvieron que exiliarse, y la Civil. Pero fue esta última la que hirió de muerte a El Capricho. Tras la llegada de Fernando VII a España en 1814, los duques pudieron levantar de nuevo su amado capricho. Sin embargo, tras la Guerra Civil y la ocupación del lugar por las tropas del General Miaja, el palacio y algunas de las construcciones sufrieron un daño irreparable. Los famosos búnkeres del lugar datan de este momento histórico.

Búnker del General Miaja
Búnker del General Miaja. | Shutterstock

Tras pasar por varias manos y por un paulatino y acallado abandono, el parque fue finalmente adquirido por el Ayuntamiento de Madrid en 1974. Una vez más, El Capricho sobrevivió hasta hoy a pesar de los intentos de su demolición con el fin de construir un hotel. Hoy en día puede disfrutarse de un espacio verde en el que los distintos jardines (parterre, jardín inglés y francés, laberinto de laurel…) y las folies armonizan a la perfección.

Cabe destacar que el acceso al sitio está restringido a fines de semana y festivos, estando prohibido el acceso con comida, pelotas o cualquier elemento que pueda suponer un perjuicio para las instalaciones: bicicletas, patinetes, etc. Por algo es un rincón mágico de Madrid lleno de belleza.