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Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, imprescindible románico de la Ribeira Sacra

Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil

Qué sencillo y placentero es dejarse arrastrar por la naturaleza salvaje de la Ribeira Sacra, casi hasta alcanzar la misma orilla del Sil o del Miño, el río que espere abajo en cada caso. Pero nunca hay que olvidar que esta tierra sagrada es mucho más que bosques frondosos y curvas sinuosas al amparo de impresionantes paredes de roca. La Ribeira Sacra es también una tierra rica en obras románicas con siglos de antigüedad. Entre esta vastísima colección, la más importante de Galicia, quizá la más representativa sea el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil.

Ubicado en el municipio de Nogueira de Ramuín, junto al pueblo del mismo nombre, este rincón antiguo de no fácil acceso sorprende al viajero con sus dimensiones, su aspecto monumental y sus colores. Entre el marrón, el gris y el naranja de sus tejados, al amparo de tanto verde, su visión sobrecoge. Y puede que ni siquiera se conozca, en esos momentos de primer contacto, su dilatada historia, que también provoca el mismo efecto.

Esplendor y decadencia de una joya histórica

Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil
Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil. | Shutterstock

La tradición popular acepta que el primigenio origen del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil se encuentra en el siglo VI. Concretamente, en un humilde eremitorio al frente del que se situó San Martín de Braga o San Martín Dumiense, llamado el Apóstol de los suevos. Este pueblo habitaba por entonces la bella tierra de Galicia, donde la cristianización llego a través de las calzadas romanas del sur. Parece que fue abandonado tras la llegada del imperio musulmán a la península y no sería recuperado hasta siglos más tarde.

Ordoño II, rey de Galicia y de León, fue el responsable de que la vida regresara a este rincón alejado de todas las miradas. Si todavía hoy se encuentra apartado y distante de los grandes núcleos de población, puede uno imaginar cómo era el asunto en pleno siglo X. Fue entonces cuando el monarca mencionado autorizó al abad Franquila la reconstrucción del monasterio, concediéndole además numerosas tierras aledañas. Todavía se conserva un documento del año 921 en que esto queda acreditado y donde se expone también cómo el anterior edificio había quedado en ruinas, lo que sostiene la teoría de que ya existió un templo previo.

Claustro de los Obispos
Claustro de los Obispos. | Shutterstock

Fue también en este siglo X, cuando el cenobio ya pertenecía a la orden benedictina, cuando surgió una de esas historias que se cuentan de generación en generación: la de nueve obispos que se retiraron a pasar los últimos días de su vida entre estas paredes. Sus nombres quedaron identificados y recogidos en un documento del siglo XVI: Ansurio y Vimarasio, de la diócesis de Ourense, Gonzalo Osorio y Froalengo, de Coimbra, Servando, Viliulfo y Pelayo, de Iria, Alfonso, de Astorga y Ourense, y Pedro, de procedencia desconocida. Su popularidad fue grande, teniendo en cuenta la época en que vivían, y pronto empezaron a surgir historias sobre los milagros que los rodeaban, tanto a ellos como a los nueve anillos que portaban.

De esta historia, que tiene continuidad hasta el tiempo presente, ya hemos hablado aquí. Así que basta con saber, a modo de resumen, que la fama del monasterio de Santo Estevo no dejó de crecer desde entonces. Los nueve obispos se enterraron en el que hoy se conoce como el claustro de los Obispos, aunque posteriormente fueron trasladados al altar mayor de la iglesia. Trajeron consigo a un número importante de peregrinos que deseaban venerar a estos hombres que renunciaron a lo material para retirarse a lo anteriormente expuesto: la naturaleza salvaje, y con ella la paz, de la Ribeira Sacra. Como recuerdo de estos obispos, el monasterio lleva en su escudo nueve mitras.

Su decadencia llegó con el siglo XIII, por lo que esa era de esplendor no duró demasiado. En los primeros años del siglo XVI, el monasterio sufrió una importante remodelación y sucesivas ampliaciones, que continuaron en las dos centurias siguientes. Así se llega al año 1875, cuando pasó a ser propiedad del Estado tras un proceso de desamortización. El siglo XX lo vivió en ruinas, abandonado y casi olvidado. No fue hasta 1985 cuando finalmente se le dio la importancia merecida: fue declarado Bien de Interés Cultural y se puso el foco en la necesaria restauración que le devolviera algo de su luz inicial. Hoy en día, tras años de trabajo, está integrado en la red de Paradores de Turismo.

Un bellísimo cenobio

Cementerio, iglesia y fachada del monasterio
Cementerio, iglesia y fachada del monasterio. | Shutterstock

La primera imagen del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil es difícil de olvidar. Tanto si se obtiene desde uno de los miradores de la zona como si llega desde el mismo camino que conduce al monasterio, ese sobresalir de sus tejados naranjas entre tanto verde es inolvidable. Obliga a detenerse y admirar.

Con la mirada ya fija en elementos más concretos, lo siguiente en lo que se repara es, tal vez, en la iglesia del conjunto, precedida de un cementerio en el que pueden leerse fechas verdaderamente antiguas. De planta basilical, en una columna de la cabecera puede leerse una inscripción que señala la fecha en la que comenzó a ser construida: año 1183. La construcción, sin embargo, se interrumpió tiempo más tarde y no se retomó hasta el siglo XV. La fachada pertenece a finales del siglo XVI o comienzos del XVII.

Aunque la norma general es que los monasterios benedictinos levanten su estructura en torno a un gran claustro, las condiciones de esta tierra sagrada impidieron que, en este caso, fuera así. Así que el primitivo claustro, conocido como de los Obispos, se sitúa al norte, junto a la iglesia, con la que se encuentra comunicado. Las dependencias quedaban así en la zona del río, donde los monjes tenían la huerta de la que se proveían.

Claustro de los Caballeros
Claustro de los Caballeros. | Shutterstock

Una fecha más tardía tiene la fachada del monasterio, de estilo barroco. San Benito y San Vicente, los santos de la orden, presiden la imagen. Encima de estos puede advertirse el escudo del monasterio, a la izquierda, y el de la congregación de Castilla, a la derecha. También el escudo imperial de Carlos V. Una vez atravesada la puerta principal, la estancia que recibe al visitante es el amplio claustro de portería, también llamado de los caballeros. Uno de sus laterales fue remodelado hace relativamente poco tiempo, por lo que luce una cristalera llamativa. Termina quedando en un segundo plano ante la belleza del conjunto de Diego de Isla, que levantó este claustro renacentista en el siglo XVI.

Los alrededores del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil

Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil desde el mirador Penedos do Castro
Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil desde el mirador Penedos do Castro. | Shutterstock

Porque sería un delito mencionar cualquier elemento de la Ribeira Sacra y no terminar con un apartado que permita explorar, aunque sea brevemente, los alrededores. Cerca del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, y esto es lo primero que debe saberse, se encuentra otra joya de este tiempo: el monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil. Lamentablemente no ha corrido la misma suerte que su hermano mayor. Santa Cristina fue abandonada al tiempo y la naturaleza, que parece haberse echado sobre el templo para así protegerlo de alguna manera. Pese a su desuso, lo cierto es que su estado de conservación es notable. La belleza de sus formas y del paraje en el que se encuentra lo convierten en una visita obligada.

Lo mismo sucede con los cañones del Sil, uno de los principales atractivos de la Ribeira Sacra. Aunque si hay que hablar de miradores, en el caso que aquí ocupa tiene más sentido mencionar aquellos que permiten contemplar el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil desde la distancia y las alturas. El fundamental es el mirador de Penedos do Castro. Con la bandera de Galicia ondeando en el lugar, ofrece una imagen sensacional de toda la zona.