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Las ermitas colgantes del congost de Mont-Rebei

La ermita de la Mare de Déu de la Pertusa en las alturas Mont-Rebei

Parte del río Noguera-Ribagorzana atraviesa como un puñal el espacio natural de la sierra del Montsec. Entre Huesca y Lleida, el desfiladero de Mont-Rebei marcó una frontera casi infranqueable a raíz de la creación del embalse de Canelles. Tal estrechamiento sirve para crear un paraje de una belleza comparable a la ruta del Cares o el Caminito del Rey. También acoge una de las rutas más impactantes del senderismo de la zona, las pasarelas de Montfalcó. Sin embargo, a veces pasan desapercibidas pequeñas ermitas que como funambulistas vigilan este angosto paso. Craso error.

Pertusa con Mont-Rebei a la derecha
Pertusa con Mont-Rebei a la derecha. | Shutterstock

Ermita de Nuestra Señora del Congost

Al igual que ocurrió con Gorg Blau en la Serra de Tramuntana de Mallorca, el curso fluvial del congost de Mont-Rebei fue embalsado. De esta forma surgió el alargado pantano de Canelles en los años 60 del siglo XX. En la cabecera norte del desfiladero y en la margen oeste, en la parte oscense, se despliega el conjunto de Chiriveta. No es el único despoblado de la zona, pero los restos de su torre y ermitas hacen que resalte sobre otros pueblos abandonados como el mismo Montfalcó. Al conjunto se llega a través de un sendero, el PR-HU-206, andando.

El Congost de Mont-Rebei, un desfiladero vertiginoso entre Huesca y Lleida

En lo mas alto de un cerro que domina el desfiladero se alza la torre de Chiriveta. Única parte superviviente de una pequeña pero poderosa fortificación, se calcula que se elevó en el siglo XI. Cilíndrica y de unos 15 metros de altura, su pasado se relacionó con los caballeros templarios. No es algo raro, ya que monarcas y nobleza aragonesa estuvieron desde el inicio del reino muy unidos a los monjes-guerreros, como demuestran Miravet o Monzón. De este modo fue el Temple quien recibió el castillo en el siglo XII, de mano del conde barcelonés más famoso de la historia: Ramón Berenguer IV.

Ermita de Nuestra Señora del Congost y torreón de Chiriveta en Mont-Rebei
Ermita de Nuestra Señora del Congost y torreón de Chiriveta en Mont-Rebei. | Wikimedia

Dos ermitas llevan el nombre de Nuestra Señora del Congost. Una, ruinosa, se encuentra cerca de la boca del congosto, casi atrapada por las aguas del embalse. Con el apodo de La Vieja/La Vella, para llegar a ella la casi única opción es una canoa. Muy aislada y en un estado deplorable, sus muros laterales y sencillo ábside siguen en pie. Su construcción parece que fue coetánea a su templo hermano.

Nuestra Señora del Congost Nueva se sitúa cerca de la torre de Chiriveta, junto al barranco del monte. Mucho mejor conservada que La Vella, era el templo asociado a la fortaleza. Se cuenta que cambió su santo titular, que era Sant Pere, cuando la talla de la virgen que le da nombre se teletransportó constantemente de la más baja a esta. Sea como fuere es de una gran sobriedad y románica, con intervenciones del siglo XIII. Estas modificaron el aspecto que tuvo de inicio, cuando se elevó en el siglo XI. Las últimas restauraciones demostraron que el templo de una sola nave con bóveda de cañon y cabecera semicircular estaba antes encalado.

Ermita de Nuestra Señora del Congost
Ermita de Nuestra Señora del Congost. | Wikimedia

Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio

Durante un momento indeterminado del siglo XI los señores del lugar decidieron elevar en un inaccesible risco un edificio inverosímil. Tal es la palabra que mejor describe a la ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio. Una advocación que puede resultar curiosa al forastero pero que no es rara en la zona. En el lejano medievo la influencia de todo el territorio que circunda el desfiladero de Mont-Rebei venía del lado ilerdense.

Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio cerca de Montfalcó y Mont-Rebei
Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio cerca de Montfalcó y Mont-Rebei. | Shutterstock

Posiblemente fueran los condes de Àger en el siglo XI quienes ordenaran crear este templo con carácter de fortaleza. Tal misión queda clara por su llamativa posición y disposición. Solo se puede entrar desde el norte, algo inusual, ya que los otros tres lados dan al vació. La puerta está en altura, para facilitar la defensa en caso de ataque. Una escalera de madera permite el paso al interior. Quien tenga vértigo lo pasará mal, pero las panorámicas son realmente espectaculares. Hay una nave con bóveda de cañón dividida a lo largo en tres segmentos por arcos a modo de costilla o fajones. Este espacio se adapta como puede al lugar en que se asienta.

Ermita Santa Quiteria y San Bonifacio en Mont-Rebei
Cabecera de la ermita Santa Quiteria y San Bonifacio. | Wikimedia

La cabecera es cuadrada, aunque hay restos de un proyecto abortado para hacerla semicircular. Como una suerte de crucero, se abre una segunda nave en la parte delantera. De esta forma el ábside es doble. El ambiente medieval que emana este apartado rincón es total. Se percibe tosco, marcial y pétreo. Otros detalles que llama la atención son los distintos vanos que se abren e iluminan perfectamente el templo, así como el banco bajo que recorre el perímetro.

Durante los años noventa se reformó la ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio. Tuvieron que intervenir helicópteros debido a la situación extrema del pequeño templo. Algo que aumenta el mérito atribuible a los obreros originales. Se llega desde Montfalcó, despoblado cuyo nombre hace referencia a las rapaces que se ven por la zona. Quedó abandonado tras acabar con las tierras útiles de alrededor el embalse de Canelles. Pese a ello posee un albergue que facilita la práctica del senderismo y el turismo activo.

Ermita Santa Quiteria y San Bonifacio en Mont-Rebei
Ermita Santa Quiteria y San Bonifacio en Mont-Rebei. | Shutterstock

Ermita de la Mare de Déu de la Pertusa

Tanto si se está realizando rutas a pie como si se va en coche, la ermita de la Mare de Déu de la Pertusa es la más accesible de las tres. En la provincia de Lleida, el núcleo de población de referencia es Corça, a un par de kilómetros. Parte del municipio de Àger, mira de frente a San Quiteria y San Bonifacio. Ambas tienen mucho en común. Además de estar a la misma altura del Noguera-Ribagozana, se asientan mirando a un abismo. Compartieron época de construcción y diversas características.

Pertusa junto a Mont-Rebei
Pertusa junto a Mont-Rebei. | Shutterstock

 

Encaramada al risco, su forma es más regular que su vecina. Románica y de planta rectangular, esta culmina en una cabecera semicircular. En un primer momento se elevó la única nave con bóveda de cañón, en el siglo XI, y en posterior el ábside, algo más tosco. Pese a ello, el todo resulta estilizado según desde dónde se mire, especialmente para estar al borde de un precipicio por el sur. Este muro coincide casi totalmente con el corte del terreno y hace que la puerta quede en el lado norte. La sensación no es tan exagerada como en Santa Quiteria y San Bonifacio, pero sigue resultando impresionante como ejercicio de funambulismo arquitectónico.

 

La ermita de la Mare de Déu de la Pertusa en las alturas Mont-Rebei
La ermita de la Mare de Déu de la Pertusa en las alturas. | Shutterstock

Al igual que en el resto de casos, parece que hubo una pequeña población medieval en el lugar. Asimismo, pese a lo poca documentación existente, se sabe que en el siglo XIII era una parroquia. Junto a ella persisten los muros de una torre defensiva. Esta fortaleza data del siglo XI y su principal misión era la vigilancia. La ubicación es inmejorable para ello y permite que las vistas sigan siendo de gran amplitud y belleza.