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Caminata a la ermita que escondió a una emperatriz

Ermita de Santa Elena

Los Pirineos son tierra de leyendas. Miles de kilómetros que presumen de lugares marcados por historias muchas veces perdidas en el pasado. Por suerte, otras tantas están más localizadas. Incluso dan para marcarse una escapada. Es el caso de este Rincón del Finde: la ermita de Santa Elena. Un pequeño templo en el inabarcable, bellísimo, desfiladero que da paso al Valle de Tena desde Biescas. Un lugar de Huesca ligado a una cueva donde toda una emperatriz se ocultó, dicen, para salvar la vida.

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Un poco de historia sobre la ermita de Santa Elena

Que este templo pueda estar donde está es obra del mismo ente que da forma a toda la zona: el Gállego. Este río baja marcando el paso de la vida local. Así, miles de años de acción fluvial abrieron el congosto actual, la Foz de Santa Elena. Un entorno escarpado, angosto y arbolado que destila espectacularidad natural en casi todos sus puntos. Un auténtico punto de choque que regula el tránsito entre el Valle de Tena y Biescas. Esto facilitó que lo habitaran comunidades prehistóricas.

Ermita de Santa Elena
Ermita de Santa Elena. | Wikimedia

Siendo la Huesca pirenaica una tierra de santos y leyendas, no es raro que la Foz de Santa Elena tenga su propia historia mítica. Se cuenta que nada menos que la emperatriz Elena de Constantinopla acabó, quién sepa por qué que lo cuente, en este congosto huyendo de malvados infieles. Para despistados, la futura santa fue la madre de Constantino, el emperador romano que en el siglo III d.C. vino a legalizar el cristianismo. Volviendo a España, la mandataria decidió ocultarse en una cueva, donde una araña tejió una tela que la protegió. Además, mágicamente brotó un manantial con propiedades milagrosas.

Santa Elena de Constantinopla
Santa Elena de Constantinopla. | Wikimedia

Cueva y manantial pasaron de ser punto de referencia sagrado a santuario cristiano. Porque ya antes era sacro, como demuestran los cercanos dólmenes. La iglesia mutó con los siglos hasta adquirir su aspecto actual, siempre en un entorno difícilmente igualable. Eso sí, la oquedad de la emperatriz siempre fue protagonista. En el siglo XIX y XX las defensas de la foz, presentes desde el XVI, se reforzaron. De ahí los restos del fuerte y los búnkeres que hoy se observan, testigos de la Guerra Civil.

Panticosa, parte del valle de Tena
Panticosa, parte del valle de Tena al que se accede a través de la Foz de Santa Elena. | Shutterstock

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Las claves de la ermita de Santa Elena

La visita a la ermita de Santa Elena requiere de un poco de esfuerzo. Para eso está en pleno Pirineo aragonés. Un aparcamiento permite reducir la andadura a unos cuatro kilómetros entre ida vuelta, mientras que esperan más de diez si se sale desde Biescas. Esta última opción, por supuesto, es prioritaria si se está mínimamente en forma. El paisaje es excepcional. Sea como fuere, una vez confluyen ambas alternativas queda un pequeño ascenso en zigzag.

Cascada y ermita de Santa Elena
Cascada y ermita de Santa Elena. | Shutterstock

Una vez arriba aguarda un pequeño prado de un intenso verdor. Casi a quemarropa se aparece el templo, con el pequeño riachuelo milagroso a su derecha. Sus aguas se recogen en un pequeño estanque cuyas piedras, supuestamente, tienen las marcas de allí donde se apoyó Santa Elena. La gracia de Dios quiso que la piedra se volviera moldeable como el barro, cosas suyas. El aspecto moderno y níveo, casi impoluto, crea un contraste claro pero armonioso con la vegetación.

Cascada de Santa Elena en Tena/Biescas
Cascada de Santa Elena | Shutterstock

Dentro hay restos de las diferentes fases del templo, como alguna que otra columna de época mozárabe empotrada en la estructura posterior. Sencillez y belleza se juntan, de manera parecida a otros santuarios de toda España pero con la personalidad local. Una puerta permite pasar a la cueva donde se ocultó Santa Elena. Conviene echar mano del móvil para iluminar y no tropezarse. De nuevo fuera no hay que olvidarse de mirar a un lado y buscar unas escaleras de bajada. Estas llevan a una inesperada cascada alimentada por el irregular manantial sacro. Foto imprescindible para dar la brasa a los amigos.

Rincones cercanos a la ermita de Santa Elena

Aunque los pasajes excavados por ríos vecinos, como el Aragón, sean fronteras y enlaces con Francia más conocidos, el Alto Gállego también l0 fue. Un trasiego que derivó en una pronta población del lugar, como atestigua el dolmen de Santa Elena. Un lugar mencionado y que queda junto al aparcamiento, en la base. Si gusta, hay variados megalitos que se pueden ver más al este, camino del inhóspito valle de Aguas Tuertas.

Dolmen de Santa Elena en Biescas/Tena
Dolmen de Santa Elena | Shutterstock

Hacia arriba está el fuerte de Santa Elena, además de varios búnkeres franquistas. La misión de todos, arruinados hoy, era defenderse de una posible invasión desde Francia. Un continuo en los valles oscenses que se magnifica en la cercana Jaca. Su ciudadela pentagonal es posiblemente la mejor conservada de Europa. Junto a su catedral, un combo de lujo.

Al norte de la ermita de Santa Elena se despliega el Valle de Tena. Epicentro de deporte invernal gracias a Formigal-Panticosa, sus pueblos son muy variados. Algunos renacidos, como Búbal o Lanuza, otros vivos desde el medievo, como Sallent de Gállego, componen un todo alucinante. En lo natural, al centro dos embalses de enorme belleza, pero que se cobraron sus víctimas. Los laterales, repletos de ibones y altos picos que componen una infinidad de rutas.

Camino de Santa Elena
Camino de Santa Elena. | Shutterstock

Si en cambio se mira al sur, Biescas capitanea. Remozada por el turismo es quizá la mejor base para explorar el Alto Gállego. Valles subsidiarios se despliegan a una y otra ribera, alimentando pueblos aislados y en ocasiones parados en el tiempo. Siempre con pizarra en los tejados y un ocre característico, el coche se hace una necesidad para verlos. En ellos se despliegan las iglesias de Serrablo, un estilo único en España, no se sabe si mozárabe o prerrománico. Como se ve, la situación del lugar da para mucho sin apenas alejarse a hitos como Broto, Canfranc u Ordesa.

Ermita de Santa Elena en Biescas, en la ruta por los pueblos más bonitos del Pirineo aragonés
Ermita de Santa Elena. | Shutterstock

Una paradisiaca ermita con mucha historia, por eso es nuestro Rincón del Finde

Su cueva tiene el honor de haber protegido a una emperatriz de Roma. Una leyenda a la altura de la enorme belleza del combo creado por foz, templo, manantial y cascada. En eso se basa este Rincón del Finde, la ermita de Santa Elena, una de las más llamativas del Pirineo oscense junto a la de San Urbez. Una gran experiencia estética y folclórica que bien merece una escapada.

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