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El volcán de Santa Margarida, un cono perfecto con una ermita en el centro de su cráter

Vista aérea del volcán de Santa Margarida y su ermita

El Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa es un curioso entorno que domina parte de la provincia de Girona. Dividido en once municipios distintos, el espacio permite contemplar y recorrer decenas de volcanes fruto de erupciones que empezaron hace 700.000 años y terminaron hace apenas 8.000. Entre ellos hay conos espectaculares, que durante el pasar de las eras acabaron cubiertos por un manto verde. Así, tapizado, aparece uno de los más espectaculares y perfectos, el de Santa Margarida. Pero no es solo tu silueta lo que destaca. En medio de su amplio cráter se encuentra la ermita cuya advocación le da nombre. Una postal realmente llamativa.

Volcán de Santa Margarida con niebla
Volcán de Santa Margarida con niebla. | Vol de Coloms – Turisme Garrotxa

Un hito fruto de la ira geológica

Mucho antes de que la tradición situara en su cráter el hallazgo de Santa Margarida de Sacot y surgiera la ermita por la que es conocido, el volcán así como sus alrededores eran menos acogedores. Fue hace 11.000 años aproximadamente cuando se produjo la última gran explosión en él. Se trató de una erupción de tipo freatomagmática, muy energética, que culmino una etapa anterior estromboliana, de actividad más intermitente. Un violento último acto que llevó a una calma posterior. El resultado, un espectacular cono que mezcla material eruptivo y estratos previos, cuyo centro deja ver un extenso cráter.

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Una historia típica de la Garrotxa, región acostumbrada a estas montañas cónicas. En el caso del volcán de Santa Margarida, su altura alcanza los 766 metros de altitud en la cota más alta. En el cráter donde está la ermita, sin embargo, se queda los 682. Por sus faldas se despliega una densa vegetación que tapa en buena medida los elementos rocosos fruto de las erupciones. Por ejemplo, en ellas se generó una colada, un manto de lava solidificada, que cae en la zona sudeste. Asimismo, es posible observar piroclastos, rocas volcánicas acumuladas tras las explosiones. El sendero Mas el Cros, alternativo al que asciende al interior de la boca, permite contemplarlos.

La ermita de Santa Margarida
La ermita de Santa Margarida. | Shutterstock

La ermita en el volcán

Sin embargo, más allá de la belleza del conjunto geológico, lo que más llama la atención del volcán de Santa Margarida es que posea una ermita en pleno cráter. Un edificio muy interesante en sí mismo pero que gana enteros gracias a su particular posición. Un prado se extiende por esta llanura central, rodeada de bosque. Lo que hoy se ve es un templo de factura sencilla, fruto de las reconstrucciones efectuadas a mediados del siglo XIX. Concretamente fue en 1865 cuando se reformó el pequeño edificio, que sigue recordando al original románico.

Cráter y ermita de Santa Margarida
Cráter y ermita de Santa Margarida. | Shutterstock

Se cree que la primera ermita de Santa Margarida de Sacot se elevó en el siglo XII. El estilo antes mencionado era muy habitual en la zona y el resto de Catalunya, donde se extendió algo más en el tiempo que en el resto de la península. Su origen se asocia al encuentro de una talla de la santa que da nombre al entorno. Es un caso parecido al de enclaves marianos originados a raíz de un hallazgo de una escultura, como el barranco de la Hoz en Guadalajara o el Santuario de la Virgen de la Esperanza en Murcia. Sea como fuere, el suceso mariano motivó que se generara una gran devoción local. Una tradición que llevó a que hasta hace relativamente poco se realizara una romería o aplec en honor a la figura.

Sin embargo, la misma actividad que dio origen al continente del templo fue la que terminó con el primero de ellos. Durante los terremotos que azotaron el terreno en el siglo XV, la ermita quedó destruida. Se salvaron el ábside y el porche románicos. A tenor de lo que muestra la posterior reedificación decimonónica, la sencillez medieval también se mantuvo. Así lo demuestra su planta rectangular de una sola nave. En el interior se puede apreciar una réplica de la talla del siglo XIV o XV. La auténtica se halla en el Museo Dioscesano de Girona.

Talla de Santa Margarida original
Talla de Santa Margarida original. | Wikimedia

Volcán de Santa Margarida, una escapada con muchas posibilidades

La buena conexión del cono con Santa Pau, municipio al que pertenece, y Olot hace que sea uno de los más recorridos de toda la Garrotxa. Un parking permite dejar el coche muy cerca del volcán y realizar diversas rutas, convenientemente señalizadas. Si se es aficionado a la geología, una opción atractiva consiste en ir por la senda a Mas el Cros para deambular por la parte oriental del monte y observar rocas y estratos volcánicos.

Vista aérea del volcán de Santa Margarida y su ermita
Vista aérea del volcán de Santa Margarida y su ermita. | Turisme Garrotxa

La alternativa más seguida, no obstante, consiste en ascender al cráter para poder ver la ermita de Santa Margarida. En este caso, basta con tomar la senda de ascenso que en una media hora alcanza el templo. Esta subida, asequible para cualquiera si se anda con paciencia, discurre por un manto de encinares y árboles de hoja caduca. Gracias a ello, en otoño la mezcla de colores de las hojas deja vistas especialmente bellas.

Si se quiere echar el día de ruta, la mejor alternativa es realizar el Itinerario 1 del Parque Natural de la Garrotxa. Este es el que se sigue para subir al cráter. Sin embargo, de seguir se puede ejecutar un trayecto circular de 12 kilómetros que recorre otros dos espacios de excepción. Siguiendo en sentido horario se acaba alcanzando La Fageda d’en Jordà, un hayedo realmente extraordinario por su baja altura y haber crecido en llano. Al estar sobre una colada volcánica pudo prosperar. Más adelante se rodea otro de los volcanes más famosos de la región, el Croscat. Se trata del mayor de la península ibérica. Su uso para extraer piedras generó una impresionante brecha conocida como los Gredales. Un pequeño desvío permite visitarlos.

Volcan Croscat y sus Gredales
Volcan Croscat y sus Gredales. | Wikimedia

Respecto a localidades, Santa Pau es la más cercana y sirve como una estupenda base para recorrer el parque. Su pasado señorial sigue reflejándose en sus calles y monumentos. Olot es una alternativa que está igualmente a tiro de piedra. De mayor tamaño, es la capital de la Garrotxa. Un pueblo de la zona muy recomendable, cuya ubicación en lo alto y entre dos abismos justifica la visita, es Castellfollit de la Roca. Sus construcciones en piedra marcan el casco antiguo, de corte medieval, en donde el vértigo es la sensación que predomina.