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Buitrago, península medieval sobre el Lozoya

Vista panorámica de la localidad de Buitrago

Buitrago parece lejano desde el mirador del cerro. Una lejanía no solo geográfica, sino también temporal. Allí abajo, a nivel del río, las murallas atesoran un pedacito de medievo. El pueblo se alza sobre las aguas del Lozoya formando una península protegida por un foso natural. Castillo, iglesia, torre del reloj, muros defensivos, leyendas de caballeros… Ingredientes irresistibles para conjurar esta magia oculta en la sierra norte de Madrid.

El medievo protegido tras la muralla

Incluso teniendo la villa medieval ante los ojos parece increíble encontrarse a menos de una hora del bullicio urbano de Madrid. Una vez se deja el coche o el autobús enseguida empieza a desdibujarse todo lo anterior. Los cinco sentidos del viajero quedan irremediablemente secuestrados en el mismo momento en que se pisa Buitrago por primera vez.

Murallas en Buitrago del Lozoya
Murallas en Buitrago del Lozoya. | Shutterstock

La torre del reloj, en la plaza de la Constitución, marca el inicio del recorrido. La hora señalada y el lugar preciso para acceder a la muralla. Conocida también como torre albarrana, es el punto de acceso a un recinto construido sobre el siglo XI. Una fortificación considerada, por su estado de conservación, única en su especie en toda la comunidad. En el aire flotan los ecos de un pasado musulmán, tiempos de reconquistas y ataques napoleónicos. Vestigios de apellidos ilustres surgen por todas partes, de los Trastámara a los Mendoza.

Plaza de la Constitución
Plaza de la Constitución. | Shutterstock

Persiguiendo los susurros del viento se alcanza la iglesia de Santa María del Castillo, tras pasar bajo el Arco de las Nieves. Contemplando la panorámica desde su torre es posible planear la siguiente parada. La historia burbujea en sus cimientos, bajo los que hierve una antigua identidad como mezquita. Merece la pena disfrutar de su interior restaurado tras el incendio que asoló el templo durante la guerra civil. Allí, los techos mudéjares construyen un cielo propio.

Iglesia de Santa María del Castillo
Iglesia de Santa María del Castillo. | Shutterstock

Del castillo gótico-mudéjar no queda demasiado, pero sí lo suficiente como para permitir soñar a imaginaciones voladoras. A partir de ahí aguarda la ronda de la muralla y sus 800 metros de perímetro y paisaje. Desde la iglesia, en la parte sur, o desde el castillo, la sorpresa está garantizada. Ya sea, contemplando la pretérita artillería defensiva o visitando un tranquilo jardín medieval. La coracha destaca en el conjunto. Un característico saliente de las murallas sobre el agua, diseñada para proteger el pueblo de posibles incursiones desde el río. Descendiendo hasta él, la orilla regala instantes de descanso y tranquilidad antes de continuar la jornada.

Sorpresas extramuros

Al otro lado palpita una vida ajena a la protección de la muralla. Únicamente es necesario cruzar el puente viejo, del siglo XIV. Una construcción incluida en el transcurso de la Cañada Real segoviana desde la que disfrutar de unas hermosas vistas de la localidad. Conocido también como puente del arrabal, traspasarlo significa penetrar en un universo donde la naturaleza toma el mando.

Puente del Arrabal sobre el río Lozoya
Puente del Arrabal sobre el río Lozoya. | Shutterstock

Una finca adyacente a la carretera funciona como portal improvisado desde el que perseguir el Cigüeñal. Tal es el nombre de un pequeño arroyo, hilo conductor del recorrido. Al final espera un mirador, obra de la propia naturaleza, desde el que se capta la belleza del entorno en un solo parpadeo. Si se decide continuar, al cabo de un rato surge, entre pinos, la conocida como Casa del Bosque. Este palacio renacentista del siglo XVI fue utilizado como palacete de caza por los duques del infantado. Ahora en ruinas, su presencia es como un fantasma atrapado en una época que ya pasó. Fantasmas también habitantes de las trincheras que se encuentran en la ruta del Frente del Agua, testimonio de la Guerra Civil.

Ruinas de la Casa del Bosque
Ruinas de la Casa del Bosque. | Shutterstock

Fuera del bosque la atmósfera se normaliza y el aire se respira claro y limpio. Cerca, en el entorno del embalse de Riosequillo, una piscina natural invita a disfrutar un tranquilo día de verano. Otro embalse, el de Puente Viejas, ofrece alternativas de deporte y aventura. Algo más lejos se encuentra el hayedo de Montejo, una de las maravillas ecológicas de la Sierra Norte madrileña. Un espacio especialmente protegido al que puede accederse con reserva previa. De vuelta a Buitrago, la colección Eugenio Arias del Museo Picasso será el aperitivo perfecto para una cena temprana. Frente a una mesa, el anochecer se cierne sobre la plaza de la Constitución. La luna, una noche más, ilumina el reflejo de Buitrago sobre el río.