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11 pueblos de montaña: belleza entre las alturas

Broto, Huesca

Siempre se ha planteado un conflicto entre quienes quieren ir durante su tiempo libre a la costa o al monte. Una dicotomía vacacional que se mueve entre el chascarrillo y la realidad a partes iguales. En todo caso, ambos entornos poseen localidades excepcionales, muchas de ellas todavía por descubrir. Lugares que en la montaña se transforman en una mezcla perfecta entre belleza natural y aislamiento. Además, permiten huir del calor de las zonas playeras y realizar rutas de senderismo hasta hartarse. Por eso te traemos once pueblos monteses que merece la pena descubrir.

Pampaneira, Granada

Pampaneira
Jarapas en las calles de Pampaneira | Shutterstock

La Alpujarra despliega a la sombra de Sierra Nevada, entre Granada y Almería, conformando un todo espectacular tanto a nivel histórico como estético. Sus pueblos encalados son una de sus señas de identidad. También su posición hoy privilegiada, en un entorno montañoso pero a tiro de piedra del Mediterráneo. Pampaneira aprovecha todos estos factores a la perfección. Refugió de musulmanes tras la caída de la capital nazarí, los rasgos árabes pervivieron pese a repoblaciones y conflictos como la rebelión que protagonizó la comarca a mediados del siglo XVI.

Tal pasado se refleja en su templo de la Santa Cruz, que a pesar de ser del XVIII muestra rasgos mudéjares. La artesanía de la jarapa, material típico de la zona con el que se elaboran mantas o alfombras, aporta un notable toque de color. Además de hacer rutas por los alrededores o simplemente pasear por sus calles, hay destinos cercanos que permiten hacer excursiones de día. Trevélez, Motril, Salobreña, Castell de Ferro, Almuñécar… Las posibilidades son muy amplias.

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Broto, Huesca

Broto, Huesca
Broto | Shutterstock

Ubicado en el Pirineo Aragonés, Broto es parte de la entrada al valle de Ordesa. Queda muy cerca de una localidad más conocida, Torla, así como de Fanlo. El pico Mondarruego es el que domina el lugar, cuyo principal atractivo es en todo caso el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Se despliega en torno al río Ara en dos barrios, Santa Cruz y los Porches, al igual que muchos de sus vecinos. También, como ellos, sufrió daños durante la Guerra Civil, como la voladura de su puente medieval.

Su arquitectura popular parece uniforme, aunque los hitos en que se muestra son de distintas épocas. Del siglo XVI son la iglesia de San Pedro o la cárcel, con sus extraños grabados. Muy cerca del pueblo, apenas a cinco minutos, queda un puente románico atado al espacio natural más propio de Broto. Se trata de la cascada de Sorrosal. Alcanza los 50 metros y tiene adosada una vía ferrata, pasaje con elementos de apoyo adicionales. El bajo grado de dificultad hace que sea idónea para iniciados.

Suárbol, León

Suárbol en El Bierzo
Suárbol en El Bierzo. | Shutterstock

Aunque hoy se asocie el topónimo “Ancares” a un gran Parque Natural entre El Bierzo y Galicia, en el pasado se adscribía a un pequeño valle. Muy aislado en las alturas bercianas, el municipio de Candín comprende el territorio que se unía a tal nombre. Las otras dos localidades ancaresas clásicas son Balouta y Suárbol. Esta última se vio muy afectada a mediados del siglo XX por un incendio. Un hecho que se llevó por delante las pallozas tradicionales, que se vieron sustituidas por las actuales viviendas de piedra y pizarra. Sí que sobrevivieron hórreos, que suponen otro nexo arquitectónico fruto de la cercanía gallega.

Alrededor de este pueblo y sus vecinos se extienden parajes agrestes y pastoriles. Las breñas, zonas de pastoreo alto, se combinan con bosques. Caminos conectan las mencionadas poblaciones entre ellas y con otras igualmente destacadas, como Campo de Agua y sus pallozas. El valle acoge además a especies señeras del norte de España, como el oso pardo o el urogallo. Tras andar o ascender alguno de los picos circundantes, se puede disfrutar de una gastronomía típica berciana con influencias gallegas. Especialmente notables son las truchas y los productos cárnicos.

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Casielles, Asturias

Casielles y sus famosas curvas
Casielles y sus famosas curvas. | Shutterstock

Esta pequeña aldea se ubica junto a una de las candidatas a carretera más alucinante del país, en Asturias. Se trata de 23 curvas legendarias que componen unos tres kilómetros de vértigo. Con un desnivel más que pronunciado y ángulos reducidos, sube hasta una pequeña agrupación de casas. De camino se desperdigan más viviendas, típicas y que conjuntan a la perfección con los tonos verdes que imperan. Un pequeño templo dedicado a San Juan es el único edificio reseñable. Sin embargo, Casielles no necesita grandes construcciones como acicates al estar en el Parque Natural de Ponga.

El imponente zigzag se alcanza desde la N-625 a su paso por el desfiladero de los Beyos. Dicho paso está producido por el Sella y genera un paisaje a la altura de la gargantas como la de la Hermida, el Caminito del Rey o el Cares. El trayecto entre Oseja de Sajambre y Rañes lleva a plantearse cómo se pudo ejecutar una de las carreteras más bellas de Asturias y León. Mientras tanto, la Foz de Víboli o de los Andamios sirve para hacer tanto barranquismo como senderismo.

Cañaveral de León, Huelva

Calles de Cañaveral de León
Calles de Cañaveral de León. | Javier Retuerta

Hay que adentrarse en el Parque Natural de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche para encontrar este pueblo, fronterizo con Extremadura. El apellido que tiene no es gratuito, pues fue una de las cabezas de puente de los caballeros de Santiago en el siglo XIII. Entonces se creó la Encomienda Mayor de León de la que formó parte, controlada desde el monasterio leonés de San Marcos. Una curiosidad histórica que se refleja por ejemplo en las advocaciones de sus iglesias, en este caso Santa Marina. De este modo, guarda gran relación con Fuentes de León, que posee unas cuevas muy interesantes, o Segura de León, con un imponente castillo, ambas en Badajoz.

Entorno de Cañaveral de León
Entorno de Cañaveral de León. | Javier Retuerta

Esta localidad onubense tiene otra característica que la hace única. En lugar de plaza mayor posee una enorme laguna artificial que recoge las aguas de una fuente cercana. El frescor que aporta hace que en verano suela estar muy transitada. A ella se acercan también peregrinos del Camino de Santiago del Sur, que llegan desde Aracena habiendo partido de Huelva. Dicha ruta transita algunos de los senderos cercanos, que suponen un atractivo basado en el carácter agrario del lugar. Entre calles parcelarias, se pueden ver dehesas, bosque clave para que la crianza del cerdo. Una delicia que se alza como el gran valor gastronómico de la zona. No en vano, no lejos quedan Campofrío o Jabugo. Cabe destacar que al otro lado de la frontera hay interesantes miradores nocturnos en el entorno de Fuentes de León.

La Alberca, Salamanca

Pueblos más bonitos de Castilla y León: La Alberca
La Alberca. | Shutterstock

En el otro extremo fronterizo de Extremadura, cayendo del lado de Salamanca, se halla La Alberca. Es uno de los lugares de referencia de la Sierra de Francia, uno de los macizos que separan el territorio salmantino y cacereño. Su principal atractivo lo constituye la arquitectura popular que muestra. No en vano, gracias a ella y desde 1940 se considera el pueblo en sí un Monumento Histórico-Artístico. Sus balcones, con flores según la época, o los elementos de madera en las fachadas dan un aspecto muy característico a sus viviendas.

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Repoblaciones francas dieron origen a la actual población, lo que se refleja en el nombre de la sierra donde se halla. También en el hito religioso más importante de la misma, la Peña de Francia. Una imagen encontrada en el lugar a mediados del siglo XV originó una fuerte devoción que se mantiene actualmente. Durante tiempo los peregrinos de la Vía de la Plata se desviaban desde el paso de Béjar para visitarla. Una ruta de 18 kilómetros entre ida y vuelta permite ir a la misma desde La Alberca. Muchos otros trayectos senderistas jalonan el entorno. Asimismo, no lejos aguardan Ciudad Rodrigo, Hervás y Plasencia. También las ruinas medievales de Granadilla o las romanas de Cáparra.

Lozoya, Madrid

Lozoya y el embalse de La Pinilla
Lozoya y el embalse de La Pinilla. | Shutterstock

Toca ahora acudir al centro de la península, concretamente a Madrid. Lozoya se asienta junto al embalse de la Pinilla, cerca de la segoviana Navafría. Forma parte del curso alto del río del que recibe el nombre. Algo más adelante, esta vía fluvial abastece a uno de los pueblos más conocidos de la comunidad, Buitrago. Típica localidad serrana, en su casco urbano llaman la atención la fuente de los Cuatro Caños y la iglesia del Salvador. Mientras tanto, en los alrededores prospera el único sabinar madrileño. Zonas con motas de encinas y vegetación baja se mezclan con espacios más densamente arbolados. El Reajo Alto, en cuyas faldas descansa la población, o el puerto de Navafría son las montañas más notables de los alrededores lozoyanos.

Sallent de Gállego, Huesca

Embalse de Lanuza
Embalse de Lanuza. | Shutterstock

Sallent de Gállego es una de las cabezas del valle de Tena. Ubicado en la zona alta de Huesca, entre Ordesa y los Valles Occidentales, a sus pies queda el embalse de Lanuza. Junto al de Bubal, son nutridos por el río Gállego y dominan la zona baja del valle. Casas de piedra y restos que se llegan incluso a asociar a los romanos, como el puente local más destacado, centran la atención. Especialmente notable es la iglesia de la Asunción, de corte gótico. La importancia de esta población ha sido grande durante medievo y Edad Moderna. Durante esta encabezó uno de los quiñones de Tena, divisiones administrativas en que se dividía el territorio.

Lanuza, un pequeño pueblo que se resistió a morir bajo las aguas del pantano al que da nombre, es uno de los atractivos turísticos externos más cercanos a Sallent de Gállego. El Balaitús o los Infiernos ponen la altitud, estando entre los picos más destacados del Pirineo. En los laterales del curso fluvial, ganando altura, se ubican lagos glaciales o ibones que componen rutas de gran belleza. Mientras tanto Formigal y Panticosa son poblaciones que dan nombre a una de las estaciones de esquí más conocidas del país. Por último, queda la entrada al propio valle. A la garganta de Santa Helena se llega desde Biescas. Tiene paisajes de excepción, un santuario con cueva y fuente, dólmenes y hasta un fuerte moderno, que defendía el paso hacia Francia.

El Cardoso de la Sierra, Guadalajara

El Cardoso de la Sierra y La Hiruela
El Cardoso de la Sierra y La Hiruela. | Shutterstock

Entre Madrid, Segovia y Guadalajara aguarda la Sierra de Ayllón. Cayendo del lado de esta última provincia se encuentra El Cardoso de la Sierra. Aparentemente en el medio de la nada, destaca por su posición estratégica para disfrutar de los montes que la rodean. Por ejemplo, si se cruza el Jarama y se decide abordar la sierra madrileña, La Hiruela o Montejo con su hayedo son opciones excepcionales. Somosierra y la A-1 esperan muy cerca. Cruzando el puerto de la Quesera se avanza a tierras segovianas, con Riaza y La Pinilla.

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Finalmente, si se decide seguir en el territorio serrano de Guadalajara, hay dos elementos sobresalientes a los que atender. Por un lado, el hayedo de Tejera Negra. Junto al de Montejo, son Patrimonio de la Humanidad. Cantalojas es el pueblo de referencia para visitarle, que además da pie a una ruta lineal andada hasta Riaza, por La Quesera, de sumo interés. Eso sí, es complicada y requiere transporte de vuelta. Por otro lado quedan los pueblos negros arriacenses. Majaelrayo o Campillo de Ranas están entre los más conocidos. En cuanto a ascensos, el pico del Lobo o el Ocejón son algunas de las opciones más socorridas.

Torre de Babia, León

Torre de Babia
Torre de Babia. | Shutterstock

La comarca de Babia retrotrae a sensaciones de relajo y aislamiento. Una tranquilidad que se puede percibir en uno de sus pueblos, Torre de Babia. Parte del municipio de Cabrillanes, cuya población se dispersa en una miríada de pequeños núcleos, es parte de León y linda con Asturias. La misma localidad se percibe también estirada, con las viviendas repartidas por la zona de prado que domina. Su iglesia de San Vicente es la más importantes del territorio babiano, con frescos del siglo XVII todavía por destapar del todo. También destacan los restos de su torre medieval. Del siglo X u XI, formaba parte de una línea defensiva que se extendía por las localidades cercanas.

Altos picos escoltan a Torre de Babia, lugar de trasiego ganadero que cobró especial importancia con la Mesta. Debido a ello y la influencia de la trashumancia en el lugar, existe un museo etnográfico sobre el asunto. En lo natural, la laguna de los Verdes es el mayor atractivo. Rodeada de montañas pero accesible, la tonalidad que adquiere, especialmente en verano, justifica su nombre. Una ruta algo exigente llega a ella saliendo desde el mismo centro de la localidad. La recompensa es un entorno que justifica el quedarse ensimismado.

Carmona, Cantabria

Carmona y barrio de San Pedro
Carmona y barrio de San Pedro. | Shutterstock

Los topónimos tienden a repetirse, un hecho habitual que perjudica siempre al pequeño. De este modo, si se dice Carmona el pensamiento irá a la notable población de Sevilla y su magnífico alcázar. Muy lejos al norte, en Cantabria, la ciudad andaluza tiene un tocayo. Se trata de un pueblo diametralmente opuesto. Apenas tiene 175 habitantes y vive a las orillas del Quivierda, afluente del Nansa. En el valle homónimo, cercano al de Saja, pervive esta coqueta muestra de arquitectura montañesa, con las casonas típicas de la zona a la cabeza. Estas viviendas asociadas a la nobleza rural de los siglos XVII y XVIII todavía mantienen su carácter señorial. El palacio de los los Díaz Cossío y Mier es el mejor ejemplo.

Casi pegado a la propia Carmona se ubica el barrio de San Pedro. Desde ambos núcleos es fácil realizar rutas que recorren esta vertiente del valle de Nansa. Así, se puede ir al santuario de la Virgen de las Lindes, del siglo XVII. Otra alternativa de gran interés consiste en ir a la Collá de Carmona, el espacio que delimita los valles de Nansa y Cabuérniga. Asimismo, alrededor del pueblo se extienden diversos miradores, como el de la Asomanda del Rivero.