Qué ver en Tarifa

Para disfrutar al cien por cien de lo que ver en Tarifa conviene saber algo de su historia. Así, en sus inmediaciones se halla la Cueva del Moro. Se trata del santuario del Paleolítico situado más al sur de Europa. En la cueva se conservan grabados de caballos de unos veinte mil años de antigüedad. Posteriormente hubo un asentamiento cartaginés en la localidad, de los que se han hallado vestigios. La cercana Ensenada de Valdevaqueros acogió la localidad romana de Mellaria. Su nombre actual es algo más llamativo: Casas de Porro.

Parece probable que la localidad fuera ocupada por los visigodos. Inscripciones epigráficas en el subsuelo de la fortaleza, del siglo VII, confirmarían la hipótesis. Sea como fuere, durante el 710 hicieron acto de presencia los musulmanes. El comandante musulmán Tarif Abu Zara llamaría Al Yazirat Tarif a la Isla de las Palomas. Actualmente unida al continente por una carretera, es el lugar más meridional de la Península Ibérica. Pasado un año los invasores edificaron una medina que dio origen a la localidad actual.

No sería hasta el siglo X cuando se fortificara el activo puerto de pescadores. Así, el califa Abderramán III concluye las murallas en el 960. Setenta años más tarde, Tarifa dependía de la Taifa de Algeciras para poco después pasar a ser parte de la de Sevilla. Sin embargo, tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) los almorávides fueron expulsados. Por tal motivo Tarifa pasó nuevamente a depender de Algeciras desde 1231.

Alcanzado el 1273, el Rey de Granada entregó esta plaza fuerte y la de Algeciras a los benimeríes. A cambio, pidió su ayuda frente a los castellanos. Sancho IV asedió la fortaleza durante el año 1292. Tras vencer, encomendó su defensa a Alonso Pérez Guzmán. Los moros no tardaron en planear un contragolpe. De esta forma se produjo un asedio durante el cual Guzmán se ganó el sobrenombre de El Bueno. Sin darse por vencidos, en el otoño de 1340 sitiaron de nuevo Tarifa hasta ser derrotados en la Batalla del Salado.

En 1514, Carlos I concedió el marquesado de Tarifa a Fadrique Enriquez V, conde de los Molares. El noble cometería abusos contra los intereses de los vecinos. Por ello, en 1530, los villanos pidieron ayuda al rey para frenar las actuaciones ilegítimas del marqués. El conflicto acabaría en 1596, cuando la Real Chancillería de Granada falló a favor del pueblo.

Tarifa pasó a ocupar nuevamente una posición relevante a partir de 1704, tras la toma de Gibraltar por los ingleses. En octubre de 1811, durante la Guerra de la Independencia, los franceses del general Godinot atacaron la ciudad y fueron rechazados. El militar regresó a Sevilla donde se suicidaría. Diez días más tarde el general Leval intentó de nuevo el asalto, llegando a entrar en la fortaleza. Sin embargo, todo acabó también en retirada. Al comandante español Francisco Oliver-Copons se le concedería el título de conde de Tarifa en 1836.

En diciembre de 1939 se aprobó el Plan Defensivo del Estrecho de Gibraltar. Gracias a él se fortificaron todos los alrededores de Tarifa. En la actualidad, la localidad es una meca para los practicantes de deportes acuáticos de tabla y vela.

A continuación, lo mejor que ver en Tarifa.

El recorrido por los atractivos locales se inician en la Puerta de Jerez. Es la única que se conserva de las cuatro que tenía en la antigüedad. Daba acceso al interior de la alcazaba, reformada por los castellanos a partir del siglo XIV.

El repaso a lo mejor que ver en Tarifa continúa por las estrechas y típicas calles de la localidad. Viendo clásicas casas andaluzas se alcanza el Castillo de Guzmán el Bueno. La mole fue erigida en el 960 por el visir Abderraman ben Sadr, bajo órdenes del califa Abderramán III. Los cristianos añadieron una Torre del Homenaje en el siglo XIV. De la fortificación de forma trapezoidal se conservan los torreones de los ángulos y dos patios de armas en el interior de la fortaleza actual. El conjunto quedó reformado en los siglos XVII y XVIII para colocar artillería en sus murallas.

Junto al Castillo de Guzmán el Bueno se alza la Iglesia de Santa María. Se trata de una edificación gótica del siglo XIII levantada sobre la base de la mezquita. De la estructura musulmana todavía se aprecian restos del artesonado y varias columnas. También merece atención su púlpito de hierro forjado y la imagen de la Inmaculada del siglo XVI. No muy lejos se halla, en primera linea de playa, el Castillo de Santa Catalina. Finalizado en 1933, muestra un estilo historicista cercano al neogótico.

Merece la pena subir a las Murallas de Tarifa y recorrerlas. Una vez en la plaza de Santa María, el Mirador de Miramar ofrece una espectacular panorámica costera, incluida la Isla de las Palomas. La ínsula es el punto más meridional de España. Allí recalaron los exploradores moros en el 710, como antecedente a la invasión de la Península.

Entre los templos que ver en Tarifa sobresale la Iglesia de San Mateo. Ejecutada en estilo gótico, está dotada de puerta renacentista y una monumental portada barroca. Su interior se organiza en tres naves cubiertas por bóvedas de crucería góticas, la central muy elaborada. Actualmente es un equipamiento cultural del ayuntamiento.

También es digna de ser contemplada la Iglesia de San Francisco (reedificada en el siglo XVIII en estilo neoclásico). Se caracteriza por el cordón de piedra alrededor de la puerta y la prolongación de la zona central de fachada hacia el campanario. Por dentro, acoge la venerada imagen del Cristo del Desconsuelo (S. XVI).

Un paseo por el puerto de Tarifa ofrece una idea de las labores transportistas y pesqueras. Estas son dos de los medios de vida locales, además del turismo. Desde la localidad hay una línea de transbordadores con Tánger en Marruecos. Las embarcaciones pesqueras allí amarradas surten de pescado a los establecimientos hosteleros de la localidad.

Por último en este paseo por lo que ver en Tarifa, queda la visita del casco antiguo. Esta se complementa a la perfección con un paseo por las extensas playas de la localidad. De excelente calidad de arena y limpias aguas, brillan las de Los Lances y Punta Paloma. Al igual que las de Sancti Petri o Roche, aportan una gran fama a la costa gaditana.

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