Ya en el año 911, Sopuerta, junto con Carranza, fue una de las localidades que apareció citada en la Crónica de Alfonso III (documento que relata la historia de los reinados de los últimos monarcas visigodos y primeros asturianos) como ajena a las pertenecientes al incipiente territorio de Bizcaj (Vizcaya).
Sopuerta, como los demás valles de la comarca de Las Encartaciones, fue controlada por linajes nobiliarios independientes hasta el siglo XIII. Ocurrió cuando culminó el proceso de toma de control de esos territorios por parte de la familia de los señores de Vizcaya.
Sin embargo, el poder del Señor en la zona (ligado primero a la familia Haro y después al rey de Castilla) no implicó adoptar la costumbre de tomar decisiones. Tampoco la de asumir cargas en las Juntas de Gernika (punto de encuentro de los junteros vizcaínos), manteniendo los encartados sus lugares tradicionales de reunión. De hecho consta que, al menos desde el siglo XIV, las diez “repúblicas” encartadas tenían un lugar propio de reunión para los vecinos. Por otro lado, tenían otro de asamblea común de todas ellas. Éstos solían ser grandes árboles, iglesias e incluso fuentes muy frecuentadas.
En el caso de Sopuerta, su punto de encuentro fue la fuente de El Carral. Además, de vez en cuando, desde la cumbre del monte Coliza (que es el que ocupa la parte central del territorio) se encendía una gran hoguera. Se tocaba reiteradamente la bocina para avisar a los representantes de las diez “repúblicas” de que había reunión bajo el gran roble de Avellaneda.
Allí, los apoderados de cada gobierno elegían también un Síndico de La Encartación. Acompañado por un contador o contable, acudía en nombre de toda la comarca a la Junta de Gernika. No obstante, esto no fue óbice para que el resto de Vizcaya tratara de absorber a las Encartaciones.
En 1394 se recogieron los usos y costumbres encartadas en el llamado Fuero de Las Encartaciones. En 1401 se estableció el Corregimiento de Vizcaya. Su teniente y ayudante, que jurídicamente debía haber nacido “al otro lado del Ebro”, era el juez del territorio y residía precisamente en Avellaneda.
Hacia 1592 se construyó una torre para la residencia de este cargo de justicia. A ésta se le fueron añadiendo nuevas edificaciones en los siglos XVI y XVII para albergar a los junteros que hasta entonces se reunían bajo el gran roble. Desde entonces, la Casa de Juntas (importante que ver en Avellaneda) se convirtió en el principal edificio de la comarca. Contaba entre sus muros con una audiencia, cárcel y una torre fuerte.
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