No existe un acuerdo claro en torno al origen del nombre de la localidad. A lo largo de la historia de Vera de Bidasoa se ha empleado indistintamente en lengua castellana y vasca. De ahí derivan diferentes teorías. Unas lo asocia al río, mientras que otras la asocian al vocablo vasco behera, parte baja. Tal caso referiría a su situación geogrñafica. Sea como fuere, el sobrenombre “de Bidasoa” se añadió en 1916 a fin de evitar confundirla con otros pueblos.
En todo caso, desde sus inicios fue una población fronteriza. Sirvió durante siglos como defensa del Reino de Navarra frente a franceses y guipuzcoanos. Llegado 1402, Carlos III el Noble reconoció su labor otorgándole privilegios. Este carácter también ha fomentado que se viese favorecido el contrabando en la zona.
La iglesia de Vera tenía como patrón al Señor de Alzate y Urtubie. En 1606 nombró párroco a Lorenzo de Hualde. Este fue uno de los principales colaboradores de los inquisidores a la hora de generar la paranoia brujesca que desató el Proceso de Logroño. Intervino para que muchos de sus vecinos fueron acusados de brujería.
Durante el verano de 1794, Vera de Bidasoa fue ocupada por tropas francesas de La Convención. Como es habitual, los galos realizaron toda clase expolios. También sufrió destrozos durante la Guerra de la Independencia y los conflictos carlistas. En 1872, el pretendiente don Carlos de Borbón entró en España por Vera de Bidasoa para comenzar la última de las Guerras Carlistas.
Más tarde, a principios del siglo XX, Pío Baroja compró un caserío en la localidad. Desde entonces la historia de Bera quedó ligada al linaje del escritor. Por sus calles han sido habituales, además del propio autor, figuras como Carmen Baroja. Dicha mujer fue una antropóloga, escritora y madre del también historiador Julio Caro Baroja. También vinculado al mundo de las letras, es natural del lugar el académico de la Real Academia de Lengua Vasca, Euskaltzaindia, Ignacio Larramendi.
A continuación, lo mejor que ver en Vera de Bidasoa-Bera.