Aún desde la lejanía se puede reconocer el perfil de la villa, con sus torres monacales asomando por encima de los tejados. Este pueblo, próximo a Alcalá de Henares, es uno de los más ricos en historia y arte de la zona. Buena parte de sus monumentos vinieron de su relación con el conde-duque de Olivares en el siglo XVII. El noble fue responsable de buena parte de lo que ver en Loeches.
El recorrido arranca en la avenida de la Cava, que dirige a la Plaza del duque de Alba. Se trata de un espacio público en el que convergen los dos edificios capitales de la localidad, el convento de carmelitas y el de las dominicas.
Así, el Monasterio de San Ignacio Mártir es más conocido como Convento de Carmelitas o Convento Chico. Fue fundado en 1596 por Francisca de Cristo Cárdenas y Avellaneda. Hija de los señores de la Villa de Loeches, fue una monja carmelita descalza. De estilo barroco, muestra en su portada de piedra caliza el escudo de la orden.
En la iglesia del Convento de las Carmelitas llaman la atención varios elementos. Por ejemplo, un retablo del siglo XVI, una pintura del Cristo de Burgos y otra de la Virgen del Carmen (s. XVIII). Esta última muestra a la virgen en actitud de dar cobijo a los frailes y monjas carmelitas bajo su manto.
Mientras tanto, el cenobio se atesoran varios objetos relacionados con Santa Teresa de Jesús. Entre ellos hay varias cartas autógrafas y una mesa del siglo XVI que la Santa utilizaba para comer. La colección cuenta además con una colección de valiosos relicarios. El más notable es uno de 1590 donado por Felipe IV, antigua propiedad de su padre. Tiene la particularidad de que en su interior guarda carne del vientre de Santa Teresa. Dispone además de una casa de oración para aquellos que deseen realizar un retiro espiritual.
Frente al Convento de las Carmelitas se alza el otro edificio imprescindible que ver en Loeches. Es el Monasterio de la Inmaculada Concepción o Convento de las Dominicas. Fundado en 1640 por el conde-duque de Olivares, el noble contó con la asistencia de Felipe IV para levantarlo.
Durante mucho tiempo guardó una gran colección de arte con cuadros de Tiziano, Tintoretto, Bassano o Rubens. Sin embargo, fueron robados por las tropas francesas durante la invasión napoleónica y actualmente se encuentran desperdigados en diferentes museos. Junto al conjunto se levantaba el modesto palacio del Conde-duque. De él solo se conserva la portada barroca, ocupando un colegio el resto del solar.
La fachada barroca de la iglesia se atribuye a Alonso Carbonell, arquitecto del palacio del Buen Retiro de Madrid. Dentro de esta construcción que ver en Loeches, en la zona del altar mayor, hay un mural contemporáneo del santanderino Fernando Calderón. Aunque se aleja del aspecto barroco general, muestra reminiscencias de Miguel Ángel. También se conserva la tribuna de hierro forjado construida para que el Conde-duque pudiera oír la misa en sus últimos días.