Ahora nos centramos en lo que ver en Monasterio de Samos. El Monasterio de San Julián, perteneciente al municipio de Samos, es un conjunto de enormes proporciones. Una muestra de una vivencia espiritual que ha sufrido toda clase de avatares a lo largo de catorce siglos. Se reconstruyó en distintos períodos, por lo que presenta estructuras románicas, góticas, renacentistas y barrocas.
Vinculado al Camino de Santiago, destacó por su riqueza y por su especial atención al peregrino. Durante un tiempo, además de hospital fue lugar de entierro de los que fallecían en el camino a su paso por la provincia de Lugo. En el siglo XVIII, durante tres días al año, se les daba de comer en el refectorio la misma ración que a los monjes, lo cual era todo un lujo para la época.
La iglesia abacial, construida entre 1734 y 1748, es obra del monje Juan Vázquez. De estilo barroco aunque de formas austeras, llama la atención por su luminosidad y grandeza. Se trata de un templo significativo que ver en Monasterio de Samos. Se articula con planta de cruz latina con tres naves separadas por grandes pilares. Está cubierta con bóvedas de medio cañón con casetones, que apoyan sobre fuertes pilares con pilastras dóricas en sus caras.
En el crucero se levanta una cúpula semiesférica sobre pechinas, decorada con casetones y con relieves de los doctores marianos benedictinos San Ruperto, San Bernardo, San Anselmo y San Ildefonso. La fachada, precedida por una elegante escalera del siglo XVIII en forma de lazo que recuerda la de la plaza del Obradoiro en la catedral de Santiago de Compostela. No fue terminada, a falta de las proyectadas torres laterales.
En el interior del templo que ver en Monasterio de Samos está el retablo mayor, de José Ferreiro (1738-1830). Es una excelente obra neoclásica presidida por la imagen del patrono, San Julián. Cuenta con un rompimiento de gloria a lo Bernini que figura el cielo, hacia el cual dirige el santo su estática mirada.
El templo posee hasta doce retablos más de gran belleza. Tres de los cuales se cree ocuparon la cabecera tripartita de la iglesia románica. Otros tantos barrocos dedicados a la Inmaculada, San Juan Bautista y la Virgen Dolorosa, realizados por Francisco de Moure (1577-1636).
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