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El Teatro Romano de Mérida: teatro 2000 años después

Teatro Romano de Mérida

El Teatro Romano de Mérida maravilla desde una perspectiva meramente visual. Por la dimensión de sus formas, por las esculturas que parecen esconderse del visitante entre columnas, por el impresionante muro que decreta el fin de la construcción. También maravilla desde un punto de vista histórico: con más de 2000 años de antigüedad, habiendo soportado el abandono absoluto, sigue en pie. Y maravilla desde un punto de vista funcional, porque no solo sigue en pie. Sigue en pie cumpliendo con el objetivo por el que fue levantado: acoger acontecimientos culturales.

El Teatro Romano de Mérida, 2000 años después de su creación, sigue siendo eso. Un teatro. Y ha pasado a ser, además, el príncipe entre los monumentos emeritenses. Así lo bautizó José Menéndez-Pidal y Álvarez, arquitecto y arqueólogo encargado de su principal reforma en la década de los sesenta y los setenta. Concluimos sin esfuerzo que, al pronunciar estas palabras, estaba maravillado.

¿Por qué fue importante?

Vayamos con la verdad por delante: los romanos no eran especialmente aficionados al teatro. La mayoría prefería, con mucho, la pasión que encontraban y que dejaban aflorar en los combates entre gladiadores. O la adrenalina que experimentaban con las carreras de carros. Querían emociones fuertes y el teatro era, más bien, una emoción tranquila. No iba mucho con la fiera personalidad de este pueblo, aunque no faltaron amantes de Grecia y sus artes. Gente como Escipión el Africano, general que machacó a Aníbal y promotor de la afición teatral.

Teatro Romano de Mérida
Teatro Romano de Mérida | Shutterstock

Por eso siglos más tarde, toda población del Imperio que se preciara debía contar con un buen teatro, por fachada y por política. La colonia de Emerita Augusta, cabeza de la Vía de la Plata, no podía ser menos. Así que bajo el mandato de Agripa, entre los años 16 y 15 a.C., cuando la colonia fue promovida como capital provincial de la Lusitania, se levantó este edificio.

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Así, Emerita Augusta supo aunar el gusto del pueblo con los intereses de los gobernantes. A esta construcción destinada a acoger a aquellos que buscaban un ocio manso, a la griega, se suma la impresionante colección de edificios públicos que dejaron los romanos a su paso. Un anfiteatro romano, un circo, un puente romano sobre el Guadiana, el acueducto de Los Milagros o el Templo de Diana. Todo en un mismo lugar. Una maravilla, sin duda.

¿Cómo empezó la historia del Teatro Romano de Mérida?

Teatro Romano de Mérida
Teatro Romano de Mérida | Shutterstock

En este teatro de Mérida, los romanos demostraron, de nuevo, su compromiso con la arquitectura monumental. También con el abaratamiento en los costes de producción. Por eso fue edificado parcialmente sobre la ladera de un cerro, como tantas otras construcciones que llevan la firma de este Imperio.

El impresionante Teatro Romano de Mérida se edificó para que pudiera dar cabida a casi 6.000 espectadores. Comparándolo con los 14.000 que podía acoger el Anfiteatro de Tarragona puede parecer que se queda en poco, pero recordando las preferencias de este pueblo se entiende. Así, que varios miles de espectadores pudieran acudir a ver representaciones de obras clásicas en una sociedad en la que este no era el principal divertimento no era cosa menor. Dicho de otra forma: era cosa mayor. Las dimensiones de este teatro apuntalan nuestro firme convencimiento de que es una maravilla de la España antigua.

Su escena está formada por una plataforma elevada sobre el nivel de la orchestra, que ya tiene sus treinta metros de diámetro. En total, esta plataforma alcanza sesenta de ancho y siete de fondo. Cerrando la postal, un muro de treinta metros de altura completa el tremendo impacto visual que supone visitar este lugar histórico. Esta pared está dividida en dos cuerpos de columnas que esconden, además, sorpresas. Como estatuas de dioses del mundo romano y de diversos emperadores, algunos decapitadas. Las estatuas, no los emperadores. Parecen observar lo que sucede en la escena con detalles. Si el visitante tiene la fortuna de acercarse disfrutará de detalles que ni siquiera el tiempo ha podido borrar.

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¿Cómo ha llegado así a nuestros días?

Teatro Romano de Mérida
Teatro Romano de Mérida | Shutterstock

Quizá lo más sorprendente de este lugar sea lo ya comentado: el hecho de que sigue cumpliendo la función para la que fue ideado hace más de 2000 años. Sobre todo teniendo en cuenta que fue abandonado, enterrado y olvidado durante siglos. Un desconocido para los diferentes habitantes que fueron poblando la zona, al menos hasta el siglo pasado.

Aunque fue sometido a diferentes remodelaciones inmediatamente después de su construcción, lo más importante de su evolución fue precisamente que dejó de evolucionar. Cuando el cristianismo dictaminó, allá por el siglo IV, que las representaciones teatrales eran algo terriblemente inmoral, el teatro romano clausuró sus puertas y la población le dio la espalda. El hombre, en comunión con la naturaleza, enterró sus gradas y empleó el terreno para sus labores de cultivo. Este teatro romano fue usado como base para la producción de alimentos.

Lo único que quedó visible fue la grada superior. Casi parece que nunca dejó de intentar abrirse paso a través de la tierra. Esos mismos habitantes que desconocían dónde producían sus patatas sí eran conscientes de que sobresalía algo de ahí. Algo con forma de sillas de grandes dimensiones, así que estas ruinas pasaron a ser conocidas como las Siete Sillas. No fue hasta comienzos del siglo XX cuando comenzaron las excavaciones en las que encontraron… Bueno, un montón de asientos más.

El teatro emergió poco a poco. José Ramón Mélida fue el principal arqueólogo de los primeros trabajos en la zona. El citado José Menéndez-Pidal y Álvarez continuó la labor, ya a mediados del siglo XX, aunque en 1933 el teatro como espectáculo regresó a ese impresionante escenario. Lo hizo de la mano de Margarita Xirgu, que se empeñó en darle al César, el teatro, lo que es del César, teatro. Fue el inicio del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Su consolidación llegaría en 1953, tras 19 de años de hiato.

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¿Por qué nos sigue alucinando?

Vista cercana al muro del impresionante Teatro Romano de Mérida
Vista cercana al muro del impresionante Teatro Romano de Mérida | Shutterstock

Este príncipe entre los monumentos emeritenses es una joya histórica que ha sobrevivido no solo al paso del tiempo: también al abandono más brutal. El más cruel. El del desconocimiento, el de la ignorancia. Durante mucho tiempo, permaneció oculto bajo tierra. Aun así, cuando emergió, lo hizo brillando con luz propia. Por eso es Patrimonio de la Humanidad desde 1993, año en que recuperó la función para la que fue creado. Además, con un público más amable que ha dejado atrás las peleas de gladiadores. Ese público quiere ver teatro. Y disfrutarlo sobre esas gradas antiguas en las que se sentaron los romanos, con esas estatuas observando lo que ocurre en escena, es una experiencia maravillosa.