Entre el segundo milenio a.C. y la Edad del Bronce, se desarrolló en la zona una población que se especializó en la producción de piedras de sílex para emplearlas como armas y utensilios. Al ser sustituida la piedra como materia prima, el atractivo para los pobladores se redujo drásticamente pues su inaccesibilidad y el hecho de estar alejado de las rutas comerciales lo hacían incómodo para las explotaciones agrarias y ganaderas por lo que no se encuentran vestigios importantes de íberos, romanos y visigodos. Por esas mismas razones, los árabes, que llegan a sus contornos hacia el año 714, no se establecieron en la llamada Xibrana hasta el año 869.
Pero no sería hasta el siglo XI cuando la localidad entra en la historia. Esto se debió a que el empuje de los cristianos fue desplazando al lugar a pobladores de otras zonas, que allí encontraron la seguridad de tan abrupto y apartado enclave. Esta región fronteriza era gobernada desde el pequeño castillo de Xibrana, que era el centro de un valiyato (entidad administrativa) gobernado por un valí, cuyo poder llegó a equipararse al de un rey taifa. Se trataba de un extenso territorio, principalmente montañoso; los habitantes vivían dispersos, organizando su vida cotidiana y la explotación de los recursos naturales desde numerosas alquerías. Una de estas era la llamada Morera de Montsant.
El 17 de febrero de 1146 el conde Ramón Berenguer IV cede Ciurana al caballero Berenguer Arnau, reservando una quinta parte de su territorio para la Orden del Temple, que debería de ayudarle en la empresa. Pero para ocupar su señorío debía de primero conquistar la región defendida tenazmente por el valí Almira Alemoni. Y los caballeros templarios no fueron capaces de hacerlo; se fueron ocupando todas las localidades de los alrededores en los siguientes cinco años, convirtiéndola en una zona aislada del resto de territorios musulmanes. Finalmente, tras un asedio, en el año 1153 el caballero Beltrán de Castellet conquista el último reducto de resistencia musulmán en Cataluña. En aquellos tiempos el conde Ramón Berenguer IV pasó por la villa y, según la tradición, dejó para la nueva iglesia una imagen de la Virgen María que siempre le acompañaba en sus campañas.
En los siguientes siglo y medio fue entregado por los reyes a sus esposas, como lugar seguro de su propiedad; también se emplearía como prisión. En 1324 la plaza fuerte sería incorporada por el rey al condado de Prades.
A lo largo de los años, las poblaciones de los alrededores, cuando se producían pertinaces sequías, subían en procesión hasta la iglesia de Ciurana, con la Vera Cruz y el Santo Cristo. El párroco y los habitantes del poblado les esperaban en la puerta de la iglesia, con la Virgen en una anda, y juntos todos rezaban por las lluvias.
Durante la Guerra Civil catalana entre el rey Juan II y los nobles agrupados en la Generalitat, sus fieles (Juan Ramón Folch III de Cardona y el arzobispo de Tarragona) emplearon esta fortaleza como base del ejército del rey contra los nobles rebeldes que ocupaban las localidades de la llanura.
En 1651, al final de la Guerra de los Segadores, fue inutilizada la fortaleza por las tropas del rey para que no sirviera más de refugio para rebeldes.
Debido a su inaccesibilidad, durante la Guerra de la Independencia fue una base de los guerrilleros; en tanto que en las guerras carlistas fue ocupada por estos, atacando desde allí a los pueblos del llano, mayoritariamente liberales y leales al Gobierno.
Después de la Guerra Civil Española el lugar fue refugio de maquis antifranquistas y quedó durante varias décadas abandonado, pues los vecinos bajaron al pueblo de Cornudella de Montsant, del que dependía administrativamente. Dado el abandono y la ausencia de seguridad, en 1979 fue robada en la iglesia la imagen románica de la Virgen del Agua. Esta ha sido sustituida por una réplica. Su gran atractivo turístico ha traído consigo la recuperación de una población permanente que atiende a los viajeros.
El 29 de mayo de 2010 el asteroide número 209.540 recibió el nombre de Siurana.
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