Para saber que ver en Alcover es conveniente leer antes su historia. Alcover ya estaba habitada por comunidades humanas en la lejana Prehistoria tal y como demuestran los materiales aparecidos en el yacimiento paleolítico de Pont de Goi. La remota ocupación tuvo su continuidad en la Edad de los Metales en el yacimiento de Cau d’en Serra.
De los íberos tenemos vestigios en Vilar de Valls. Sucedidos, desde el siglo III a.C., por los romanos que se instalaron en distintos lugares del municipio, como Cogull. Los visigodos dejaron una lápida de mármol que se puede ver en el Museo Municipal.
Los árabes estarían en la zona desde prácticamente el comienzo de la invasión de la segunda década del siglo VIII hasta el siglo XI, surgiendo entonces el nombre de Alcover. No sabemos cuándo fue conquistada por los cristianos. Sin embargo, debió de ser un lugar poco poblado hasta el año 1059, cuando aparece por primera vez el nombre de Santa María de Alcover.
En 1127 el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona donó el lugar al obispo de Tarragona. En 1166 le concede la Carta Puebla la reina Petronila de Aragón, en nombre de su hijo menor de edad, Alfonso II.
El 21 de agosto de 1464, en el segundo asedio, las tropas del rey Juan II de Aragón, penetraron en las murallas de esta población. Es motivo es haberse declarado partidaria de la causa del príncipe Carlos de Viana frente a su padre. El arzobispo Pere d’Urrea de Tarragona -Señor de Alcover- juzgó y ajustició a las autoridades locales suprimiendo todos los privilegios otorgados por la carta puebla. De esta manera, se destruyó prácticamente toda la documentación del pueblo.
Para culminar el escarmiento procedió a cambiar el nombre a la localidad, que pasó a llamarse Vilanova del Camp. La represión casi despobló la zona. A partir de 1476 recupera el nombre y algunos de sus privilegios, comenzando a recuperarse.
En los siglos XVI y XVII ganarían fama los paños que allí se producían, una prosperidad económica que se reflejó en nuevas construcciones. En esos siglos, la multiplicidad de escondites del macizo montañosos de Prades y su posición orográfica respecto a las comarcas del Camp, la Conca y las Garrigues, en la carretera entre LLeida y Tarragona, facilitó que se reunieran en la zona importantes partidas de bandoleros. Éstos se fueron beneficiando del auge comercial y de la débil presencia de las fuerzas del orden.
La amenaza llegó a ser tan importante que en 1634 se amplió la muralla para poder incluir a los arrabales del pueblo. En la población nacieron tres de los más famosos bandoleros: Miquel Morell, Miquel Catalá y Pere Voltor. Incluso llegaron a tener numerosos partidarios y a disputar la primacía. Su memoria es conservada en su localidad natal, formando parte del imaginario popular.
En el siglo XVIII se instalaron, en el cauce del próximo río Glorieta, molinos para la fabricación del papel empleando la madera de los montes y la fuerza motriz del río; alguno de estos edificios todavía son visibles.
En el marco de la Guerra de la Independencia, el vecino conocido como Batistó (por la casa medieval de su familia) reclutó y pagó a sus expensas una compañía de voluntarios para luchar contra los franceses. Fue luego una zona de intensa actividad guerrillera. En febrero de 1809 se celebró una batalla en las inmediaciones del Puente de Goi (1809), en la carretera entre Tarragona y Lleida. Aquí el general Saint-Cyr derrotó al ejército español del general Reding, que moriría poco después a causa de las heridas recibidas.
En 1936 los milicianos saquearon y quemaron la iglesia románica del siglo XII. El edificio se acabó derrumbando en 1937 y solo subsisten dos de sus paredes. También quemaron el altar renacentista de la llamada Eglesia Nova.
A continuación, leer el apartado Qué ver en Alcover.