Lo primero que se ve al visitar Turégano es el Castillo (hacia 1463) sobre la colina que domina la villa. La fortaleza está edificada sobre restos celtibéricos, romanos y árabes y tiene como particularidad que en su patio de armas se levanta la Iglesia de San Miguel (del siglo XII y XIII). Fue sede de la Cancillería y la Audiencia, residiendo allí los reyes Juan I, Enrique II, Juan II, Álvaro de Luna y Fernando el Católico. Hacia 1463 sus torres y sus dos murallas fueron considerablemente reforzadas por el obispo Arias Dávila; empleándose como prisión de Estado hasta el siglo XVIII. En 1703 se inauguró la espadaña del castillo a la que se trasladaron las campanas del pueblo. Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931. El castillo sigue siendo propiedad del Obispado de Segovia, cedido al Ayuntamiento hasta 2024, está siendo restaurado por etapas.
Al bajar al pueblo se dirige uno a la Plaza Mayor, rectangular y denominada de los “Cien postes”, por el número sobre los que se sustentan los soportales formados por columnas de madera y piedra sobre zapatas y pilares de piedra. Antiguamente era más grande, hasta la fachada del Palacio Episcopal. Según la Crónica del Halconero del rey Juan II de Castilla allí se celebraron los torneos y fiestas más espectaculares de la historia de Castilla; hasta principios del siglo XX se celebraban allí festejos taurinos que fueron pintados por los artistas Zuloaga y su círculo de amigos. El típico edificio castellano del Ayuntamiento (siglo XIX) tiene un reloj programado para interpretar el himno de Turégano.
En la Plaza Santiago está situada la Iglesia que le da nombre; en su fachada, dentro de una gran hornacina hay una importante talla de madera. La importante cabecera de la iglesia es románica, en esta hay que fijarse en sus ventanales y las columnas cuyos capiteles representan animales fantásticos. El actual retablo neoclásico del siglo XVIII incluye tallas de San Pedro, San Pablo y Santiago. El ábside se conforma como retablo de piedra en tres niveles sobre capiteles con pavos reales, parejas de aves y altorrelieves de Santiago apóstol. En la misma plaza está el Palacio o Casa Miñano con tres plantas y buhardilla; está edificada con piedra, adobe, ladrillo y madera. Lo que fueron sus caballerizas fueron adaptadas a casas particulares y el Centro Tureganense, centro recreativo de los lugareños.
El Palacio Episcopal fue mandado construir por el obispo Don Manuel Murillo hacia 1753; su fachada principal da al sur de la plaza. Tras la Desamortización pasó a propiedad privada, adosándosele progresivamente otras construcciones; el escudo del obispo fundador todavía es visible.
Saliendo de la plaza por la calle obispo Miranda está el edificio -completamente reformado en el siglo XX- de lo que fue la antigua Sinagoga del siglo XIV.
A tres kilómetros del pueblo, dentro de un pinar, hay una gran casa del siglo XX donde está el Museo Forestal, en el que se explica el ecosistema del pinar (animales y plantas) así como la explotación de éste entorno. En los alrededores de la villa hay varias localidades con templos románicos que responden al estilo denominado como “Románico del río Pirón” por estar en las inmediaciones del mismo. Estos edificios se singularizan por las ricas decoraciones florales y vegetales que muestran en sus portadas y en los capiteles de las columnas; también los animales reales y fantásticos de extraordinaria calidad que aparecen en los capiteles. Sus ejemplos más destacados pueden ser los de Sotosalbos y Caballar. A 17 kilómetros, la Iglesia románica de Sotosalbos destaca por su hermosa galería porticada, los arcos de la puerta se singularizan por continuar hasta el suelo y su decoración de dientes de sierra. Los capiteles, canecillos y metopas que se pueden disfrutar de la galería son característicos de los canteros que trabajaron en esta zona y merecen ser observados con tiempo; en el interior merece detenerse ante las pinturas al fresco del ábside y la gran pila bautismal.
A 6 kilómetros de Turégano, en Caballar, la gran Iglesia románica de La Asunción (siglo XIII) tiene una nave con cabecera semicircular y una importante bóveda de medio cañón; si se accede en horas de misa en su interior hay un retablo barroco y un importante relicario de plata segoviana que custodia los cráneos de los hermanos de San Frutos, el eremita del siglo VIII que es el patrón de Segovia.
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