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La Maragatería, una comarca por descubrir en León

Casa en la Maragatería

Entre caminos se forjó uno de los territorios más peculiares de León y España. Siempre atada a las idas y venidas comerciales, la Maragatería logró hacerse un nombre y adquirió una cultura que hoy sigue viva. Un destino que permanece relativamente tranquilo, algo que empieza a ser un valor en alza. Lejos de aglomeraciones los maragatos llevaron sus carros de Galicia a Madrid y cultivaron esta dura tierra. Hoy las localidades de la comarca reciben al visitante con atractivos para todos los gustos.

Astorga, una capital que viene de antiguo

La capital de la Maragatería es un epicentro histórico de primer nivel. Su historia se remonta a época prerromana, cuando los astures poblaron con castros la actual comarca. Pero fue con la llegada de Roma cuando Astorga adquirió una nueva entidad. Era el punto final de la mayor calzada del occidente peninsular, la Vía de la Plata. Desde Mérida llegaba esta vía comercial todavía hoy viva. Restos de murallas, ruinas por encima y debajo de la superficie o fiestas como Astures y Romanos dejan claro que el pasado sigue presente.

El Palacio Episcopal de Astorga es una de las pocas obras en las que Gaudí trabajó fuera de Cataluña
El Palacio Episcopal de Astorga es una de las pocas obras en las que Gaudí trabajó fuera de Cataluña | Shutterstock

Pero la importancia de la que fuera Asturica Augusta no desapareció tras caer el Imperio Romano. Zona de poder para los Suevos, perdió su prevalencia frente a León. Tras sufrir con la invasión musulmana, una vez Asturias pudo presionar hacia el sur la ciudad recobró importancia. Su poder religioso fue prolongado y se plasmó en su influencia, por ejemplo, sobre El Bierzo. La catedral, junto a sus obispos, prosperaron. Esto abarcó incluso épocas recientes, como demuestra el palacio episcopal de Gaudí.

Murallas romanas de Astorga con la catedral y el palacio episcopal al fondo
Murallas romanas de Astorga con la catedral y el palacio episcopal al fondo. | Shutterstock

Curiosamente, la ciudad tiene una gran relación con el dulce favorito de medio mundo: el chocolate. Un nexo que viene de lejos, ya del siglo XVI. Se cree que en esto influyó la relación entre Hernán Cortés y diversos potentados locales. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando se vivió la explosión chocolatera astorgana. Las fábricas que trataban el cacao se multiplicaron con la revolución industrial y llegaron a ser casi cincuenta en 1914. Este idilio queda reflejado en el Museo del Chocolate, uno de los espacios más conocidos de la capital maragata.

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Una mentalidad plasmada en pueblos y platos

Como se ha dicho, y se explicará detalladamente más adelante, la Maragatería es una zona arriera. Esto quiere decir que muchos de sus habitantes, desde la Edad Media pero sobre todo en la Moderna, se dedicaron al transporte de mercancías. La gastronomía maragata se vio afectada por ello y también sufrió cierta dificultad para el cultivo. El mejor reflejo es el cocido maragato. Sus vuelcos son inversos a los habituales: primero va la carne, luego los garbanzos y el repollo para culminar con la sopa y el relleno. Esto se debe a que al viajar se guardaba una fiambrera con los productos cárnicos, que se consumían en el trayecto antes de pedir un caldo.

Comer en la A-6 cocido maragato astorga
Cocido maragato en Casa Maragata, Astorga. | Web del local

Otros clásicos son el Botillo, también famoso en El Bierzo, o la cecina, un producto de lo más leonés. De los viajes a Galicia heredaron el bacalao del que sale el ajoarriero o el pulpo. Finalmente queda el postre en forma de hojaldres, mantecadas, chocolate o merles, que son pastas rellenas de crema.

En cuanto a pueblos bonitos, la Maragatería está sobrada. El más famoso es Castrillo de los Polvazares, magníficamente conservado y al ladito de Astorga. Es un templo del cocido maragato junto a la capital y otra localidad de interés, Val de San Lorenzo. Santa Colomba de Somoza es otra población notable, así como sus núcleos asociados Rabanal del Camino y Foncebadón. Finalmente, merece la pena mencionar a Combarros, Rodrigatos o Veldedo.

Castrillo de los Polvazares en la Maragatería
El aspecto más tradicional marca a Castrillo de los Polvazares. | Shutterstock

El carácter arriero se refleja en las casas tradicionales maragatas, de las que pocas quedan íntegras pero que marcan la estampa de lugares como Castrillo de los Polvazares. Sus poderosos muros de piedra y los armazones interiores de madera muestran a las claras las riquezas que generaba el comercio. Además, aislaban de frío y temporales. Poseen portones amplios que dan a un patio interior grande, donde se podía meter el carro con el que mercadear. Resulta curioso que la estancia con el hogar y las habitaciones estaban separadas, estas últimas con un acceso en escalera. Como es lógico, siempre había un espacio dedicado a establo para animales de carga o de consumo.

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El alma errante de la maragatería

Desde la primavera hasta diciembre los arrieros maragatos recorrían los caminos entre Galicia y Madrid. Un uso que como se ha dicho comenzó en la Edad Media con las repoblaciones asturianas. El año clave para estos comerciantes, sin embargo, fue 1367. Enrique II, rey de Castilla y León, les otorgó una exención fiscal, sobre los pontazgos, gracias a lo bien que realizaban su trabajo. El efecto fue inmediato y la Maragatería comenzó a atraer a foráneos que querían hacer de lo errante su vida.

Plaza ayuntamiento en Astorga
Plaza en Astorga. | Shutterstock

Su camino comercial consistía en ir a Betanzos, para aprovisionarse de pescado y otras materias. Luego iban al extremo norte de la Vía de la Plata, Astorga, bajaban por esta a Benavente y encaraban finalmente las tierras castellanas hasta Madrid. Sus trajes, sus carros, sus tamboriles y sus chiflas fueron una imagen típica en los emporios madrileños hasta el siglo pasado. Por suerte o por desgracia, el ferrocarril terminó acabando con los arrieros. En todo caso, su legado es enorme y su relación con la Corona fue muy grande, siendo los maragatos quienes aprovisionaban de pescado a los reyes gracias a servicios de postas que hacían el trayecto hasta el centro de España en solo cuatro días.

Peregrinos en Rabanal del Camino
Peregrinos en Rabanal del Camino. | Shutterstock

Casi como un homenaje, lo de ver a gente caminando por las vías reales de los pueblos maragatos todavía ocurre gracias al Camino de Santiago. Los peregrinos tienen mucho en común con los arrieros, aunque motivaciones muy distintas a estos. El viaje a Compostela más común pasa por este segmento de León. Así, el Francés llega a Astorga tras el paramo leonés y avanza a El Bierzo atravesando la Maragatería. Castrillo de los Polvazares, Santa Catalina de Somoza, el Ganso, Rabanal del Camino y Foncebadón. La penúltima queda a los pies de los Montes de León y la última en estos, siendo un pueblo resucitado exclusivamente por la actividad jacobea.

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Artículo realizado en colaboración con la Diputación de León.