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El Bierzo, una comarca de ensueño entre dos mundos

El Bierzo y el valle del silencio

Una poderosa muralla montañosa y una hoya en el centro. Como un caldero se despliega El Bierzo, comarca que abarca un territorio histórico con identidad propia. Muchos foráneos recorrieron y recorren este rincón entre León, provincia a la que pertenece, y Galicia. Los segadores gallegos en sus idas y vueltas a los campos castellanos, los peregrinos en su camino a Santiago de Compostela… Los atractivos de esta dura tierra de castaños, minas, monasterios y vino son variados. Beben de todas esas influencias que marcaron el devenir de lo que hoy supone un alarde turístico.

De las Médulas a Fabero, una historia de industria y minería

Como todo lugar que se precie, El Bierzo tiene una curiosa leyenda fundacional. En este caso, se relaciona con los romanos y el oro. Se cuenta que otrora esta comarca era un lago, debido a la forma que tiene el territorio. La llamada Hoya Berciana es una depresión fruto de las fuerzas tectónicas, que aprietan desde norte y sur. Por eso es redondeada, está rodeada de montañas y tiene una depresión profunda en el centro. Precisamente esa caprichosa forma motivó que se creyera que antes la hondonada estaba llena de agua. Pero Roma la habría vaciado en busca del metal más preciado.

El impresionante paisaje de Las Médulas
El impresionante paisaje de Las Médulas | Shutterstock

Tras esta fantasía hay una verdad histórica. Antes de los romanos había astures que poblaron castros como el de Chano o Bergidum. Sin embargo, llegaron los invasores latinos en busca de las riquezas de la región. Desde finales del I a.C. y durante unos dos siglos se destruyeron las montañas para extraer el oro que escondían. El resultado fueron las Médulas, un paisaje hoy dominado por el rojo y el verde. El método usado fue la ruina montium, que creaba canales para reconducir cursos fluviales al interior de los montes, de tal forma que la presión llevaba a que se quebraran. Después, la tierra se cribaba para encontrar pepitas.

Castellete en Fabero del Bierzo
Castellete en Fabero del Bierzo. | Ayuntamiento de Fabero

Patrimonio de la Humanidad, las Médulas son el espacio natural e industrial más famoso de El Bierzo. Cabe destacar que el método se usó también en otras zonas de la comarca, por ejemplo cerca de Villafranca. Pero las riquezas telúricas de la comarca no solo consistían en oro. Durante siglos prosperarían las ferrerías tradicionales y desde el XIX proyectos mineros de gran calado, con el hierro, el carbón o el wolframio como protagonistas. Poblaciones como Fabero del Bierzo, Molinaseca o la misma Ponferrada, a través de sus restos de arqueología industrial, son testigos de una realidad que hasta hace pocos años transformó el lugar al tiempo que generaba multitud de puestos de trabajo.

Una comarca para buscar a Dios

El aislamiento del que gozaba, a su pesar, El Bierzo supuso que las labores monásticas prosperaran en sus tierras. Los eremitas fueron los primeros que llegaron. Tal fue su actividad que a una parte de la comarca se le llama la Tebaida Berciana. Este nombre hace referencia a desiertos de oriente próximo en los que los monjes se apartaban de todo para meditar y encontrar a Dios. En el siglo VII llevó a cabo su labor San Fructuoso, fundando el primigenio San Pedro de Montes. Le seguiría en el siglo IX San Genadio de Astorga, promotor de la reconstrucción del anterior cenobio y de otros como el de Peñalba de Santiago. De este se conserva un impagable templo mozárabe.

Peñalba de Santiago en El Bierzo
Peñalba de Santiago. | Shutterstock

Los dos complejos antes mencionados sirven como puerta al valle del Silencio, principal referencia de la Tebaida Berciana. En una de las cuevas de este entorno de la cuenca del Oza se retiró San Genadio, cuya leyenda inspiraría el nombre de este rincón de El Bierzo. Se cuenta que mandó callar a un río que perturbaba su meditación, obrándose el milagro y dando una denominación perfecta al lugar.

Panorámica de Santa María de Carracedo
Panorámica de Santa María de Carracedo. | Shutterstock

Con el auge de la corona leonesa y el pasar del tiempo surgió un nuevo núcleo de poder monástico. Poco quedaba en él del espíritu eremita de San Fructuoso o San Genadio. Santa María de Carracedo fue fundado por Bermudo II, rey de León, para ser arrasado por Almanzor al poco de elevarse. Pero una vez estabilizada la situación, tras la crisis del siglo X, se refundó en el XII. Fue un centro económico que generó multitud de tensiones entre clero y pueblo llano, que se sentía explotado. Tras su caída en desgracia fue remozado en parte hace poco tiempo y puede visitarse.

Los Caminos de Santiago en El Bierzo

Uno de los factores que más han favorecido la fama berciana en las últimas décadas ha sido el Camino de Santiago. El Francés, el más conocido y transitado del mundo, recorre de este a oeste la comarca. Se entra por los Montes de León, dejando atrás la Maragatería y con la Cruz de Ferro como referencia. El Acebo en lo alto y Molinaseca con su encantador puente en lo bajo son la carta de presentación al peregrino. Una carta difícil de mejorar, pero el territorio tiene muchas bazas que jugar.

Pueblos más bonitos de Castilla y León: Molinaseca
Molinaseca. | Shutterstock

Ponferrada, con su pasado como epicentro minero y su castillo templario, es una parada habitual. La virgen de la Encina, patrona de El Bierzo, junto a su iglesia son otro punto en el que merece la pena poner el ojo. Más adelante, junto a la A-6, los campos y las viñas toman protagonismo con Cacabelos como epicentro. Con Castro Bergidum como eterno vigilante, este pueblo sirve como ejemplo de la gastronomía local. Queso, vino, manzanas, embutidos como el Botillo, castañas… La variedad es amplia y recompensa a cualquier visitante, pero más al peregrino.

castillo de Ponferrada
Castillo de Ponferrada. | Shutterstock

Más adelante se pasa por la capital histórica de El Bierzo, Villafranca, cuyo origen se asocia a un monasterio del Císter y a peregrinos francos que decidieron quedarse en este maravilloso segmento de España. Playas fluviales, una iglesia en la que los viajeros santos moribundos podían adelantar el perdón jacobeo o restos monásticos se apiñan en una localidad muy vertical. Finalmente queda una despedida de lujo a la vera del Valcarce, entre árboles y agua, viendo los castaños cuyo fruto protagoniza la gran fiesta local del Magosto. No en vano, su fruto fue el que alimentó por siglos, en forma de harina, a los bercianos. Tras esto, O Cebreiro en plenos Ancares, cuyas riquezas naturales merecen mención aparte. Todas las alturas bercianas y las fauna son asimismo fascinantes.

Iglesia de Santiago en Villafranca del Bierzo
Iglesia de Santiago en Villafranca del Bierzo. | Shutterstock

Precisamente la dureza invernal del monte gallego hace que no todos vean el prado de Herrerías, a sus pies y todavía en El Bierzo. Si la nieve niega el paso, el Sil ofrece una salida. El río que vertebra la comarca también da una alternativa para encarar el trayecto a Santiago. Siguiendo sus giros imposibles, ya que empieza apuntando a León y acaba tornándose a Galicia, el peregrino puede seguir por la Ribeira Sacra hasta A Laxe y culminar por la Vía de la Plata sanabresa.

Artículo realizado en colaboración con la Diputación de León.