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Lugares cervantinos que te fascinarán

Lugares cervantinos

Además de ser una de las figuras más célebres de la literatura hispana, no hay duda de que Miguel de Cervantes fue un genio universal. Cuatro siglos después de su fallecimiento, los campos de La Mancha salpicados de molinos de viento siguen muy vivos en el imaginario popular. Te invitamos a acompañarnos en un itinerario por los lugares cervantinos más fascinantes.

Puerto Lápice, prototipo de pueblo manchego

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Puerto Lápice (Fuente: texfoto.com)

Nuestro camino arranca en Puerto Lápice, un pueblo que reúne las características que se irán repitiendo a lo largo de esta ruta por lugares cervantinos: casas civiles blasonadas, paredes blancas y buenas muestras de rejería ornamental en las fachadas. En Puerto Lápice hay ventas cuyos nombres evocan diferentes pasajes y personajes de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Una vez allí, conviene preguntar por La Sierrecilla, donde hay dos molinos de viento reconstruidos.

Consuegra, el mirador de La Mancha

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Castillo de Consuegra (Fuente: spainstagram.com)

Consuegra, la medieval sede de la Orden de Malta, cuenta con uno de los mejores miradores de La Mancha y con varias importantes conmemoraciones históricas. Es parte integral de la ruta de los grandes molinos, situados a muy pocos kilómetros. En el Cerro Calderico aparecen dispersos 12 molinos de viento, todos ellos bautizados con nombres de  resonancias quijotescas (Espartero, Rucio, Clavileño, Bolero y Sancho). Junto a los molinos destaca el castillo, el perfecto mirador sobre esta parte de La Mancha.

¿Y por qué tantos molinos?  Desde tiempos inmemoriales, los manchegos supieron sacarle partido al medio natural en el que les tocó vivir. Así, la falta de agua se veía compensada por la abundancia de viento, sobre todo en la planicie manchega, y buena parte de esta tierra está salpicada de cerros presididos por un molino. La ausencia de ríos de considerable caudal (que permitían construir molinos de agua en sus riberas, como el de la Hiruela o el del Zújar), hizo tirar de ingenio para construir estos mecanismos tan asombrosos, que muelen el trigo usando la fuerza del viento. La bonita vista de los 12 molinos recuperados por la villa de Consuegra convierte a esta localidad en uno de los lugares cervantinos más únicos.

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Alcázar de San Juan, la sede de los Hospitalarios

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Alcázar de San Juan (Fuente: nikonistas.com)

Ubicado en el centro de la región, este municipio reúne los rasgos más típicos de las tierras manchegas: molinos de viento, historias de priores y caballeros, reminiscencias cervantinas, buen queso y mejor vino. Su condición de cruce de caminos ha hecho que Alcázar de San Juan contenga numerosos monumentos, entre ellos, los mosaicos que se conservan en el Museo Municipal, que ilustran el pasado romano de la villa o la plaza de Santa María. En el cerro de los Molinos, en la salida del pueblo hacia Tomelloso, hay un conjunto de molinos en buen estado.

En cierta parte de El Quijote se describe el banquete ofrecido en las bodas de Camacho, que tienen lugar en esta localidad manchega. El guiso que, según Cervantes, tomaron los criados del convite, conocido como guiso de bodas, se puede degustar aún para comer en Alcázar de San Juan. Como uno de los lugares cervantinos donde podemos encontrar el sabor manchego más castizo, aquí no faltan el queso manchego con D.O.P. o el vino con D.O. La Mancha, así como el ajo morado de las Pedroñeras, con el que se aderezan numerosos platos habituales a la hora de comer en esta localidad.

Campo de Criptana y sus gigantes de viento

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Campo de Criptana (Fuente: manchanorte.org)

En esto descubrieron 30 o 40 molinos de viento que hay en aquel Campo…
(Inicio del capítulo VIII de Don Quijote de La Mancha)

Campo de Criptana, villa de origen musulmán, fue una humilde localidad campesina y ganadera que hoy es famosa gracias al encuentro de Don Quijote con sus molinos de viento y por ser el lugar de nacimiento de Sara Montiel. Tiene un papel central en las rutas que recorren lugares cervantinos y permite visitar los pueblos con molinos de viento mejor conservados de España. En el camino hacia los molinos hay una barriada de casas típicas que ascienden por cuestas empinadas. Algunas de estas viviendas están excavadas en el terreno, como la casa de Tres Cielos. Hasta los molinos se accede por la calle Fuente del Caño. La decena de ellos que quedan en pie albergan pequeños museos, como los dedicados a la artesanía y los aperos de labranza.

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Entre el conjunto que puebla la Sierra de los Molinos, se encuentran los tres únicos molinos de la Península Ibérica que conservan la estructura y maquinaria original del siglo XVI (Infanto, El Burleta y Sardinero), aptos para moler el cereal como se hacía siglos atrás.

El Toboso, la turística residencia de Dulcinea

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El Toboso (Fuente: tomelloso.es)

“Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. –Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea […] Guió don Quijote, y habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era el alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo: –Con la iglesia hemos dado, Sancho”.

Hablar de El Toboso es hablar de Don Quijote. Todo él recuerda a Dulcinea y al caballero Alonso Quijano, convirtiéndose en un popular destino turístico. Aquí, además de la Casa Museo de Dulcinea, podrás visitar otros interesantes monumentos como el Convento de las Clarisas, del que se conserva parte de su bóveda barroca. Un enclave imprescindible en nuestra selección de lugares cervantinos.

Belmonte, donde ‘El Quijote’ alcanzó el éxito

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Belmonte (Fuente: nikonistas.com)

Belmonte fue el lugar de nacimiento de Fray Luis de León, príncipe de los poetas líricos españoles, pero poco rastro queda en el lugar de tan ilustre hijo. El protagonismo lo acapara ahora su imponente castillo, en el que dejaron su marca dos importantes personajes históricos: Juan Pacheco, Eugenia de Montijo y… ¿don Quijote? Después del episodio de la venta que creyó castillo, no convenía en absoluto a la narración que éste pasase ante un castillo de verdad, y mucho menos tan imponente como el de Belmonte.

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Así pues, los eruditos, mapa en mano, lo han arreglado de la siguiente manera: dicen que don Quijote pasó una noche por tierras de Belmonte, en cuyos frondosos alrededores (por aquel entonces lo serían) se enfrentó en combate singular al Caballero del Bosque. Es una de las pocas aventuras en las que el hidalgo alcanza el éxito, y curiosamente es casi la única en la que sus sueños se ajustan perfectamente a la apariencia de la realidad.