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Las Gargantas de Escuaín, el tesoro menos conocido de Ordesa y Monte Perdido

Las profundas Gargantas de Escuaín

El Pirineo aragonés tiene un espacio natural central, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Un enclave protegido que fue pionero al convertirse el valle de Ordesa en protegido allá por 1918. Se le fueron sumando otros espacios con el tiempo. Así, pasó a incluir el cañón de Añisclo o el entorno de Pineta entre sus lindes. También otro lugar más desconocido, relativamente pequeño: las Gargantas del Escuaín. Un complejo de enorme belleza, poco transitado y que se desarrolla tanto por encima como por debajo de la tierra.

Gargantas de Escuaín en otoño
Gargantas de Escuaín en otoño. | Shutterstock

Un gran tajo en plena montaña oscense

Desde Monte perdido hasta las poblaciones de Escuaín y Revilla se distribuyen esta serie de espectaculares barrancos. Allí, finalmente, se abre el paisaje en un valle de tradición agraria. El eje conductor es el corto río Yaga, que acaba fluyendo al Cinca. De camino genera un entramado mayúsculo profuso en fuentes y surgencias. Estas desparraman el agua entre una variada vegetación, que se diferencia entre la zona baja y alta de los cañones.

El intrincado complejo se debe a la acción kárstica, es decir, a la disolución de la roca caliza en agua carbonatada. Un efecto invisible a escala humana pero que cobra dinamismo cuando se salta a los tiempos geológicos. Los puntos más débiles de las calizas fueron siendo horadados debido a procesos químicos. Además del ambiente lluvioso de la montaña oscense, otras condiciones como la temperatura ayudaron a que se diera una fuerte erosión. Gracias a ello se generaron los estrechos barrancos de las Gargantas de Escuaín.

De pequeñas vías se pasó a fosos y de estos a cañones. El río Yaga se fue conformando debido a las aportaciones de varios de estos, que todavía hoy se pueden contemplar. La riqueza geológica del curso fluvial también se demuestra en su cabecera. Allí destaca el circo de Gurrundué, uno de los muchos vestigios glaciares pirenaicos. Amplio, redondeado y marcado por enormes paredes rocosas, muestra el rastro del hielo perpetuo que esculpió buena parte del paisaje local.

Gargantas de Escuaín desde el mirador de Revilla
Gargantas de Escuaín desde el mirador de Revilla. | Shutterstock

Sobre cinco kilómetros se extiende el cañón principal. Tanto él como el resto conservan vegetación. Lo vertical de las paredes rocosas motiva que la parte baja quede muy resguardada. Tal es el motivo de que abunden árboles como hayas en la misma, con especies adaptadas a ventolinas y condiciones más duras en las zonas altas. Asimismo, anfibios autóctonos y otras especies de alto valor como el quebrantahuesos tienen en este requebrado ambiente su hogar.

Paisaje pirenaico que rodea a las Gargantas de Escuaín
Paisaje pirenaico que rodea a las Gargantas de Escuaín. | Shutterstock

La vida subterránea de las Gargantas de Escuaín

Sin embargo, no todo discurre por encima de la superficie en el Yaga y su valle. Todo el complejo se asienta sobre un terreno horadado por el agua. Incontables galerías se extienden casi 30 kilómetros dando lugar a una red fluvial que se entremezcla con la que queda bajo el Sol. De esta forma, las vías acuáticas se entrecruzan, pareciendo a veces desaparecer de la vista solo para regresar en un tramo posterior.

Las profundas Gargantas de Escuaín
Las profundas Gargantas de Escuaín. | Shutterstock

El motivo de la formación de estas cuevas es el mismo que el del resto de los cañones del Yaga. Se trata de un sistema muy estudiado, gracias a diversos grupos de investigación entre los que destaca el Grup d’Espeliología de Badalona. Los trabajos para descubrir cómo discurren las oquedades de las Gargantas de Escuaín llevan en marcha décadas.

El mayor hito se produjo en 1980, cuando se logró demostrar la existencia de una “integral” con 1151 metros de desnivel. Esto quiere decir que se puede recorrer del tirón desde la entrada a la salida del tirón. Esta cifra sitúa a la sima entre las más profundas de todo el Pirineo. En su época se llegó a considerar la mayor del mundo, aunque perdió el récord con relativa rapidez. Su extremo superior se encuentra en el Gurrundué.

Entorno otoñal de las Gargantas de Escuaín
Entorno otoñal de las Gargantas de Escuaín. | Shutterstock

Rutas y alrededores de las Gargantas de Escuaín

Al igual que muchos otros espacios del Pirineo aragonés, el entorno del Yaga presenta múltiples formas de recorrerlo. Las rutas que lo jalonan varían en dificultad, de las más sencillas centradas en los miradores cercanos a la boca del valle a las exigentes rutas que avanzan hacia el Monte Perdido. Sea como fuere, todas ellas permiten contemplar la extrema verticalidad del complejo. También la diferencia de los bosques que rellenan el cañón en su interior y los de sus cornisas.

Una alternativa de senderismo sencilla consiste en ir a Revilla y conocer los miradores de Angonés. Se trata de un itinerario bien señalizado que parte a unos 300 metros del pueblo. En su primera mitad asciende hasta los mencionados balcones que miran hacia el barranco homónimo y bellas surgencias de agua. Por el cielo es habitual que ronden los quebrantahuesos. De hecho, la ruta es famosa por ello. Tras ello lo mejor es no volver por donde se venía y seguir las indicaciones a Revilla. Bosques y un terreno escarpado acompañan en casi cinco kilómetros sin mayores dificultades.

Otra ruta más dura, aunque asequible, es la que lleva al circo de Gurrundué. Saliendo del mismo pueblo que antes, toca ir hacia el refugio de Foratarruego. De esta forma se entra de lleno en el Parque Nacional de Ordesa y Monteperdido. Superando puentes, barrancos y circos secundarios se acaba llegando al principal hito glaciar asociado a las Gargantas de Escuaín. La vuelta es lineal y la ruta abarca casi 13 kilómetros. Más de 700 metros de desnivel hacen recomendable tener cierta resistencia para lanzarse a este recorrido. Asimismo, hay que tener en cuenta la falta de fuentes e ir bien abastecido de agua.

Dolmen de Tella
Dolmen de Tella. | Shutterstock

En las inmediaciones de los barrancos asociados al Yaga hay también varios atractivos que no pasar por alto. Sin ir más lejos, Revilla y Escuaín son claros ejemplos de arquitectura tradicional pirenaica. Tal estilo también lo lucen Bestué y Tella. En este último quedan varios hitos muy interesantes. Por un lado, la cueva del oso, que entremezcla formaciones geológicas con la historia del prehistórico oso cavernario. También antiquísimo es el dolmen de Tella, del que se conserva una pequeña cámara aunque no el túmulo asociado. Bielsa, Aínsa, Torla, Broto o Fanlo son otras poblaciones del Pirineo de Huesca a las que asistir.