El notable pasado local merece ser conocido antes de ir a lo que ver en Écija. Así, la localidad sevillana ha estado poblada desde época tartésica. Más tarde fue habitada por turdetanos, cartagineses y romanos. Esto últimos fundaron, en el 14, la colonia Augusta Firma. Allí se asentaron legionarios licenciados. Después pasó a llamarse Astigi, siendo capital de uno de los cuatro conventus iuridici en que se dividía la provincia Bética. Tal honor supuso la construcción de un foro, un anfiteatro y unas sofisticadas termas.
La ciudad conservó durante el dominio visigótico la denominación romana, manteniéndose como sede episcopal. San Fulgencio de Cartagena fue obispo del lugar a comienzos del siglo VII. Los musulmanes la tomaron al asalto, llamándola primero Isichcha, luego Asichcha y por último Madinat al-qutn/ciudad del algodón. Sobresalía por la fertilidad de sus campos, regados por el río Genil.
Por estar en la calzada que llevaba a Sevilla, fue desde un principio capital de Cora. Hacia el 1013 sería tomada por la familia de los Banu Abbad, que controlaban la Taifa de Sevilla. Dominaron el lugar hasta el año 1091. Entonces, el célebre Al Mutadid la perdería a manos de sus antiguos aliados, los almorávides.
Fernando III de Castilla, en el año 1240, firmó con los pobladores musulmanes unas capitulaciones por las cuales estos mantenían sus propiedades y condiciones de vida. Durante 1255, la plaza fuerte fue tomada por el infante Don Enrique de Castilla, en guerra con su hermano, Alfonso X el Sabio. Una vez derrotado el primero en Lebrija, el segundo violó las capitulaciones firmadas por su padre. Repartió la tierra entre pobladores castellanos y la Iglesia. En septiembre de 1275 los benimerines de la taifa de Algeciras derrotaron al ejército castellano comandado por el Adelantado Mayor de Andalucía, Nuño González de Lara el bueno. Su cabeza acabó en manos de Muhammad II de Granada.
A partir de 1391 desempeñó el cargo de arcediano de Écija el célebre Ferrán Martínez. Este pronunció exaltados discursos para forzar la conversión de los judíos, provocando numerosos muertos. En 1402, Enrique III le otorgó el título de Ciudad. Tuvo una importante aljama judía y un tribunal de la Inquisición de Córdoba para vigilarlos. Entre 1558 y 1730 llegaría a condenar a 114 personas relacionadas con la localidad. Tal fue la riqueza adquirida que el siglo XVIII se produjo «El siglo de Oro Ecijano”. Además de la gran cantidad de construcciones religiosas y civiles, Écija contaba en esta época con alrededor de 40 títulos nobiliarios, 13 de ellos Grandes de España.