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Itálica, la primera ciudad romana de Hispania y cuna de emperadores

Anfiteatro romano de Itálica

Roma extendió su poder a lo largo de varios siglos por tres continentes, incluyendo por supuesto el europeo. La península ibérica, a la que llamaron Hispania, fue una de las joyas de su corona. Itálica, situada en la actual localidad de Santiponce y a unos 10 minutos de Sevilla, fue la primera de las ciudades romanas que se fundaron en lo que acabaría siendo España. También fue donde vinieron al mundo dos emperadores y varios senadores de la época. Se conservan impresionantes ruinas, como las de su anfiteatro, su teatro, unas valiosas casas, sus termas y otros edificios públicos Pero más allá de tales restos, su mera historia merece atención. Es rica, interesante y llena de anécdotas.

Escultura mural romana de las ruinas de Itálica
Escultura mural romana de las ruinas de Itálica. | Shutterstock

Un origen marcado por una guerra

Itálica fue una de las ciudades romanas más importantes de la península ibérica. No solo fue la primera en fundarse de Hispania, sino también la primera fuera de territorio italiano. Sus inicios se remontan al año 206 a.C., al final de la II Guerra Púnica. Entonces fue cuando Publio Cornelio Escipión, más tarde llamado el Africano, montó su campamento en el Cerro de San Antonio, en el Bajo Guadalquivir. Serviría como lugar de auxilio y paz para los heridos de la contienda.

En algún lugar cercano a Alcalá del Río, las tropas cartaginesas fueron derrotadas durante la batalla de Ilipa, convirtiendo en veteranos a los romanos vencedores. Ellos fueron los auténticos fundadores de la población. La ciudad toma su nombre en honor a esos primeros pobladores que procedían de la península itálica. A los soldados se sumarían civiles llegados para beneficiarse de las posibilidades económicas que ofrecía esta nueva ciudad.

Teatro romano de Itálica
Teatro romano de Itálica. | Shutterstock

Las informaciones de aquel momento son más bien escasas. No es hasta las guerras civiles entre Sertorio y Pompeyo, en primer lugar, y entre Pompeyo y Julio César, en segundo, cuando se vuelve a nombrar a la población. Con Augusto, Itálica pasará a tener el estatus de municipio, hecho que le permitía acuñar moneda. Entonces se levantó el teatro, el primero permanente de la república romana y que serviría de modelo para los construidos con posterioridad.

Más tarde, en el siglo II d.C., se creó un barrio nuevo y lujoso al norte que aumentó por dos la extensión del municipio, la llamada Nova Urbs. Calles empedradas, cloacas, alcantarillado, aceras porticadas y grandes domus con tiendas completaron el conjunto convirtiendo la ciudad en todo un referente de la zona.

Mosaico de la llamada Casa del Planetario Itálica
Mosaico de la llamada Casa del Planetario. | Shutterstock

Hay muchas teorías sobre el fin de Itálica, acaecida sobre el siglo IV. Lo que parece claro es que, tras la desaparición de los emperadores hispanos, momento en que la influencia de las grandes familias de itálica empezó a disminuir, se provocó un abandono paulatino de la ciudad. En primer lugar decayeron las lujosas domus y posteriormente las tiendas, aunque se mantuvo un cierto remanente de población en la parte más antigua. Resumiendo, las causas de su declive fueron posiblemente político-económicas.

Itálica, ciudad de vacaciones

Desde el principio el lugar reunía unas condiciones óptimas por lo que se refiere a la agricultura y la producción minera. Tampoco hay que olvidar el tema de las buenas relaciones con las poblaciones autóctonas cercanas, como los turdetanos. Además, se trataba de un sitio idóneo para hacer frente a las incursiones lusitanas y un inmejorable centro de intercambios. No cabe duda de que Itálica acabó siendo algo así como una “ciudad de vacaciones” para los romanos veteranos. Al tiempo, Hispalis, la antigua Sevilla, sería más bien una zona comercial y portuaria.

Mosaico de Hippocampus de la Casa de Neptuno Itálica
Mosaico de Hippocampus de la Casa de Neptuno. | Shutterstock

Tras finalizar las guerras civiles, con la instauración del principado, los pobladores de Itálica pudieron acceder a diversas vías de promoción social. Gracias a ello algunos pudieron acceder a plazas en la administración imperial. Adriano, dotó a la ciudad el rango de colonia y la mandó ampliar justo en su momento de máximo esplendor, añadiendo murallas, casas con ricos mosaicos, grandes edificios públicos, alcantarillado, termas y un gran anfiteatro con un aforo nada más y nada menos que para unos 25.000 espectadores.

Anfiteatro de Itálica
Anfiteatro de Itálica. | Shutterstock

Este anfiteatro se considera que fue uno de los mayores de todo el imperio romano. Sea como fuere, parece claro que esta ciudad estaba llena de algarabía y bullicio. Prueba de ello es la existencia de las Tabula Lusoriae, unos tableros de juego grabados en piedra. Repartidos por varios lugares, servían de entretenimiento en los descansos de las actuaciones del anfiteatro.

Cuna de personajes ilustres

En Itálica tuvo lugar el nacimiento de importantes emperadores como Trajano, en el año 53 d.C., y Adriano, su sucesor. Esto elevó la importancia de la ciudad otorgándole el título de Colonia Aelia Agusta Itálica. Es muy posible que también fuera el lugar de origen de Teodosio I el Grande, aunque no se ha podido comprobar.

Acuarela de una escultura de Trajano
Acuarela de una escultura de Trajano. | Shutterstock

Trajano fue adoptado por el emperador Nerva y por ello cuando accedió a dignidad imperial recibió el nombre de César Nerva Trajano Augusto. Cuando murió Trajano, sobre el 7 u 8 de agosto del año 117, no estaba previsto quien iba a ser el siguiente emperador. A pesar de ello la versión oficial afirmaba que había designado a Adriano como su sucesor.  Más recientemente, su leyenda parece no terminar. De hecho, Itálica apareció en un capítulo de la séptima temporada de la famosa serie Juego de Tronos. Concretamente sirvió de escenario de las ruinas de Pozo Dragón en Desembarco del Rey. Con todo y eso, la historia de esta urbe romana supera el interés de cualquier ficción.