Podemos encontrar ejemplos de molinos de viento a lo largo y ancho de la Península, e incluso en las Islas Baleares y Canarias. Aunque su origen sigue siendo un tema controvertido, nos resulta inevitable no acordarnos de El Quijote y su fiel escudero Sancho Panza, quien exclamaba: “¡Que no son gigantes, mi señor!” en uno de los pasajes más conocidos de la obra de Cervantes.
Hay distintas teorías sobre cuándo aparecieron. En un estudio riguroso y paradigmático, Julio Caro Baroja (1952) confirma que son tres. Por un lado, hay quien remonta su origen al mundo greco-romano, ya que entonces ya se conocía lo que se podía hacer con una rueda expuesta al aire. Sin embargo, no lo aplicaron al ámbito de la molinería.
Por otro lado, están los que sostienen que los molinos de viento son de invención oriental, fruto de las culturas arábiga y china, y que fueron llevados al mediterráneo por la cultura islámica y a Europa en la Edad Media por los cruzados. De hecho, los primeros molinos de viento que aparecen en España lo hacen en los reinos musulmanes. Por último, otros defienden que fueron inventados en el siglo XII en la Europa occidental, como los típicos molinos de Holanda, Bélgica…