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Dragones de España: leyendas de fuego y cenizas

Dragones de España

Los dragones de España aparecen surcando el cielo, agujereando nubes, lamiendo los rayos del sol. Vuelan, rodeados de un fuerte olor a azufre, escupiendo llamas. Otras, surgen entre las páginas de un libro, sumergidos en lagos, ocultos en la espesura del bosque. Suspendidos entre sílabas, colgados de las palabras narradas cerca de una hoguera.

Primos del Basajún, las xanas o las meigas. Leyendas del norte y del sur confluyen en una figura mitológica, de largo recorrido y gran influencia. Ya sea rescatando la fantasía de ser devorada por la nada y la falta de sueños. O naciendo entre ascuas, de la madre de dragones, a orden de la pluma de George R. R. Martin.

Mito y realidad se entrecruzan y alimentan. Desde la costa gallega hasta las islas más afortunadas. Fuego y palabras. Cenizas, humo e historias. Puede que más reales de lo que creemos. Lejanos y pretéritos, nuestros antepasados creyeron en ellos y alimentaron su historia. Los dragones que aquí aparecen traspasan la ficción…

La Coca de Redondela

Cuna de superstición e historias que se entrecruzan como liquen y madera en el tronco de un roble. Verde, agua, mito y leyenda, Galicia. Hogar de meigas, trasgos y, parece, de dragones. Uno habitaba una cueva en la localidad pontevedresa de Redondela, cuando la ría de Vigo todavía era un valle fluvial sin nombre propio.

En esa época, nació por la zona una niña preciosa, cuya belleza alababa todo aquel que la contemplaba. La niña creció sintiéndose superior a quienes la rodeaban. Por eso, a medida que llegaban pretendientes, los rechazaba uno a uno, creyendo que ninguno era lo suficientemente bueno para ser su esposo. Al cabo de un tiempo, llegó al pueblo un forastero montado a caballo, luciendo ricas vestimentas. Enamorado de la joven, no tardó en pedirle matrimonio. Ella aceptó encantada y comenzó a prepararlo todo tras fijarse la fecha. Pero él no volvió jamás, ni siquiera el día fijado para el enlace.

La muchacha, avergonzada, corrió sin parar hasta alcanzar las colinas. Donde, en soledad, lloró su dolor y dejó crecer el resentimiento por el orgullo herido. Sus lágrimas infinitas inundaron el valle, quedando sola en aquella zona, transformada ahora en la Isla de San Simón, que adorna los atardeceres de la ría de Vigo. El odio, anidado en las profundidades de su corazón, la fue secando por dentro, poco a poco. Tanto que sus entrañas y su piel se marchitaron, hasta quedar transformada en un monstruo. Con el cuerpo cubierto de escamas, y el corazón convertido en piedra, dejó pasar noches y días, esperando.

Imagen de la representación actual de la Coca durante el Corpus Christi (Redondela)
Imagen de la representación actual de la Coca durante el Corpus Christi (Redondela) | Tommy Hilfiger, Wikimedia

El mar nacido de sus lágrimas convirtió la aldea en una localidad marinera próspera, llena de gente rica, cuya felicidad el dragón no podía soportar. Comenzó a cruzar la ría cada año para apresar a una joven, que dejaba cautiva en la isla. Tras tiempos de dolor e incertidumbre, las gentes del lugar planearon engañar al dragón. Las mujeres, disfrazadas de hombres, salieron a faenar en los barcos, mientras los hombres quedaron en la villa. Mientras el dragón recorría el pueblo los hombres salieron de sus escondites y lo sorprendieron, quitándole la vida con sus espadas.

Al llegar las mujeres en los barcos, los encontraron celebrando su muerte. Tan felices fueron que comenzaron a bailar con sus hijas a hombros. Tradición festiva que se repite cada mes de junio, durante el Corpus Christi, cuando las madres, con sus pequeñas a hombros, bailan celebrando la muerte de aquel dragón, la Coca de Redondela.

San Jorge y el dragón

Patrón de Cataluña y Aragón, Sant Jordi es una leyenda muy extendida por toda Europa, con dragones por todas partes, como iconos de la eterna lucha entre el bien y el mal. Cada región tiene su propia versión, elaborada por los cronistas de la tradición oral, los mitos y, quizás porque hoy todavía puede notarse cierto olor a azufre, cerca de la villa de Montblanc.

Allí se celebra, en abril, la Semana Medieval, declarada de interés turístico nacional. Estos días conmemoran la lucha de San Jorge con un terrible dragón que aterrorizaba a los habitantes de la villa. Según el legado del costumbrista catalán Joan Amades, el dragón pasó un tiempo ocupado en comerse a todos los animales del lugar. Cuando terminó, los ciudadanos decidieron que a partir de entonces se le ofrecería, cada día, un vecino elegido por sorteo.

Representación escultórica de San Jorge y el dragón, en la fachada modernista de la Casa Amatller, Barcelona
Representación escultórica de San Jorge y el dragón, en la fachada modernista de la Casa Amatller, Barcelona | Shuttersock

La primera persona que resultó escogida fue la hija del rey, que asumió su condición de próximo manjar de la bestia. Cuando esperaba, dispuesta a ser devorada, apareció un caballero que hirió al dragón con su espada. Ese caballero, salvador de la princesa, era San Jorge. Allí, donde el dragón derramó su sangre hasta morir, nació un rosal de rosas rojas. Por eso, se ha consolidado en Cataluña la tradición de regalar un rosa roja cada 23 de abril.

Dragón del Puente de Alcalá de Guadaira

Un dragón con las fauces abiertas saluda ahora a quien cruza la localidad andaluza de Alcalá de Guadaira. Pero mucho antes de que este reptil, similar a un sueño de Gaudí, mostrara sus dientes por estas tierras, otro, más fuerte y real, vertió allí fuego y humo. Cuando, hace mucho tiempo, una familia real almohade ocupaba el Castillo de Alcalá.

Vista del actual puente del dragón, en Alcalá de Guadaira
Vista del actual puente del dragón, en Alcalá de Guadaira | Shutterstock

Trasladados desde Sevilla, se hospedaban allí para que la reina recuperase la salud, a base de un cambio de aires y el agua pura del río. Junto a ella viajaron sus hijos, incluido el más pequeño de ellos, Yacub. Cuando su padre volvió, tras años de lucha con Portugal, trajo ricos regalos para sus hijos. Para Yacub, un huevo de dragón, premio de una escaramuza con unos piratas. Según contaban, tenía grandes propiedades mágicas. Pues era un amuleto que confería a su dueño la fuerza y las habilidades de un dragón.

Yacub, aconsejado por una esclava normanda llamada Sigrid, resguardó el huevo de dragón en el sótano del castillo. Donde, tras varias semanas, nació un pequeño dragón, que Yacub se ocupó de guardar en secreto, alimentándolo con leche y pan de Alcalá. Al cabo de un tiempo el dragón fue creciendo y ganando fuerza. Hasta que, varios años después, una noche Yacub ya no lo encontró en aquel sótano. Salió el exterior y el dragón lo aupó sobre su lomo, volando juntos en medio de la noche y las estrellas.

Cuando la madre de Yacub estuvo completamente restablecida decidió que era tiempo de volver a Sevilla. Se disponía a hacerlo, acompañada de sus hijos cuando un grupo de bandidos los asaltó. A punto de ser derrotados, vieron como la luz del sol quedaba ensombrecida por la figura de un dragón gigantesco que escupía fuego por la boca. Los salvó de una muerte segura y, sustituyendo el puente quemado, se colocó sobre el río para que la familia real pudiera cruzar. La reina decidió que el dragón se quedaría en Alcalá cuidando de la ciudad y sus habitantes. Yacub se despidió de la bondadosa bestia que, todavía fiel a su amigo, continua esperando su regreso, vagando entre las cuevas y los sótanos del castillo.

Lagarto de Calzadilla

En la pequeña localidad cacereña de Calzadilla, cuenta la leyenda que existió una criatura poderosa y malvada, con un apetito insaciable. Habitaba en el silencio y la oscuridad de la noche, cuando aprovechaba para salir y acabar con los rebaños de ovejas. Dejando los cuerpos desangrados y despedazados junto a los márgenes de los ríos, cuyas aguas se tiñeron de sangre, volviéndose venenosas.

Un día un pastor, de nombre Colás, caminaba por los pastos junto a su perro y su rebaño. El dragón, hambriento, les salió al encuentro. Colás, asustado rezó al Cristo de la Agonía que, conmovido por su fe, convirtió su cayado en una escopeta con la que disparó al saurio.

Representación escultórica de Colás enfrentándose al lagarto, en Calzadilla
Representación escultórica de Colás enfrentándose al lagarto, en Calzadilla | Wikimedia

¡Rota quedarás para que a nadie mates más!, exclamó en ese momento una voz sobrenatural. Así terminó la escopeta, cuyos restos, junto a la piel del dragón, pueden visitarse todavía en la ermita del Cristo. Aunque, hay voces que las reducen a una simple arma envejecida, y a la piel de un lagarto que quizás algún vecino trajo de las Indias…

El cuélebre, la serpiente alada del norte

Retornan al norte las historias de dragones, siguiendo el rastro de una serpiente alada que surcó los cielos de Asturias, Cantabria y parte de León. Con una mirada encendida por dos ascuas candentes, este dragón devoraba al ganado y atemorizaba a lugareños, allá por donde pasaba. La figura del cuélebre está muy conectada a la de otros seres mitológicos que poblaban prados y zonas húmedas de estas tierras. Como las xanas o las ayalgas, las historias sobre estas serpientes gigantescas casi rozan nuestros días.

Las historias de cuélebres no pueden circunscribirse a un único mito, ni a unas líneas únicas. Traspasan generaciones y vivencias para colarse en el terreno de lo universal. Allí viven, en un imaginario colectivo, hasta que se consigue acabar con ellos, sobre todo cuando se encuentran faltos de energía, la mañana de San Juan, el 23 de junio. Al contrario, durante la luna de San Bartolomé, sus poderes crecen, y hasta puede llegar a provocar tormentas y tempestades.

Detalle del Puente Romano de la localidad asturiana de Cangas de Onís, hogar de una cuélebre
Detalle del Puente Romano de la localidad asturiana de Cangas de Onís, hogar de una cuélebre | Shutterstock

Hay muchos ejemplos de cuélebres. Algunos en Llanes, en Cudillero o en Oviedo, justo en la parte trasera del Convento de Santo Domingo. Este último esperaba paciente cada día el pan que le daban los frailes, a cambio de no tragarse los cadáveres enterrados allí. Mientras, en Cangas de Onís, uno salía todos los días de una cueva para comer una oveja. Hasta que un día, alertado por el sonido del cuerno de los pastores, aleteó asustado y quedó enroscado entre las ramas de una encina. Allí, aprovechando su prisión arbórea, acabaron con su vida. En cualquier caso, tras siglos de vida, sus poderes se acaban diluyendo, como lo hará él mismo, en las profundidades marinas.

Un dragón en las islas

Algunas historias sitúan en las Islas Canarias, en concreto en Tenerife, el jardín de las Hespérides de Hera, la esposa de Zeus. Custodiado por un gigantesco dragón de 100 cabezas, encargado de vigilar las manzanas de oro que allí nacían. A la muerte de la criatura, de su sangre nacieron los dragos, particulares árboles de la zona y símbolo de Canarias.

Árbol de Dragón, característico de las Islas Canarias
Árbol de Dragón, característico de las Islas Canarias | Shutterstock

A lo largo y ancho de la isla, los árboles surgen como recordatorio de estos sucesos ancestrales. Por eso, muchos autores asociaron su presencia hasta las laderas del Teide, con el interior de la montaña convertido en guarida del dragón. Puede que allí siga, haciendo rugir las entrañas de la tierra.

Dragón del Pico Sacro

Cerrando un círculo de realidad y leyenda, la historia que aquí se narra vuelve al fin del mundo. A un crisol de culturas elevado sobre el nivel del mar. Se llamó con distintos nombres, Montem Sacrum, Illicinus, Mons Sacerque, Pico Sacro. Pero mostró siempre el mismo horizonte impresionante. Desde allí se contemplan las torres de la catedral de Santiago en todo su esplendor.

Esta montaña de cuarzo es cuna de la leyenda de la reina Lupa, a quien los discípulos del Apóstol solicitaron un carro con bueyes para portar su cuerpo. Pero ella quiso traicionarlos y los envió hacia el Pico Sacro, donde los esperaba un dragón. Teodosio y Anastasio, los discípulos, al verlo, se arrodillaron haciendo la señal de la cruz, y el dragón explotó en partículas de luz y reptil. Ante la visión del milagro, la reina impresionada, se convirtió al cristianismo. Mientras, los discípulos prosiguieron su camino hasta Santiago, y dieron sepultura al apóstol. Terminando un camino que, más tarde, fue el camino de muchos, y tantos otros que todavía no lo saben.

Entrada de la cueva, en lo alto del Pico Sacro, Santiago de Compostela
Entrada de la cueva, en lo alto del Pico Sacro, Santiago de Compostela | Shutterstock

Todavía hoy nada puede confirmar ni desmentir si estas fantásticas criaturas existieron alguna vez. Pero las historias aquí contadas acercan a la actualidad estas leyendas españolas sobre la mitología de los dragones. Ahora, muchas, convertidas en polvo. Pero preparadas para renacer, una y otra vez, de sus cenizas.