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¿De dónde viene “el coño de la Bernarda”? Origen de una leyenda

Cuadro Mañanas de septiembre, por Paul Chabas

La escena es esta. Un joven decide hacer una fiesta en su casa e invita a algunos compañeros de clase. “¿Puedo llevar un par de amigos?”, le dice uno de ellos. El joven accede. Para cuando llega la juerga, sin saber cómo, su casa se ve atestada de gente que ni siquiera conoce. La voz ha debido de correrse. El joven se agobia y grita ante los ojos atónitos de todos: “¡Esto parece el coño de la Bernarda!”.

Esta expresión tan refinada y tan castiza es usada así en situaciones como la descrita: cuando reina el caos o cuando un lugar se abarrota de gente. Es como decir “aquí dejan entrar a cualquiera”. Pero ¿de dónde proviene esta forma de hablar tan de España? ¿Quién era Bernarda?

O santa o prostituta

Hablar del chumino de la Bernarda es hablar de una amalgama de mitos que sitúan a la mujer en ciudades dispares: desde Sevilla o Granada hasta Ciudad Real e incluso hasta Marruecos. También existen dos historias sobre su oficio. Así, o bien fue una santa, o bien todo lo que se considera contrario a ello, una prostituta. Vamos que no es que no fuera, como rezan algunos lemas feministas, “ni santa ni puta”. En el caso de Bernarda fue, de hecho, o una cosa o la otra.

Nacimiento de Venus de Alexandre Cabanel
Nacimiento de Venus de Alexandre Cabanel | Shutterstock

La vagina mágica

Una de estas leyendas, seguramente la mejor, es la desarrollada por el escritor Manuel Talens en su novela La parábola de Carmen La Reina. Esta narración sitúa a Bernarda en el municipio de Atarfe o en la ficticia Artefa, a fin de cuentas en Granada. Corría el siglo XVI cuando vivía en estos lares una mujer querida en todo el pueblo. Era sacristana de la ermita y se encargaba de remediar las más dispares dolencias, por lo que se la conocía como santera. Su nombre era, claro, Bernarda.

Hasta aquí la historia podría ser verosímil, pero la cosa adquiere un cariz más fantástico, y más divertido, cuando la santera recibe la visita de San Isidro Labrador. Desde que el santo se pasara por los aposentos de la Bernarda, corrió la voz de que las partes pudendas de la mujer tenían propiedades mágicas. Fue entonces que todos los habitantes de Artefa pasaron por la casa de la santera y metían sus manos en su vagina.

Los resultados no se hicieron esperar. Las mujeres parían hijos fuertes como robles, las cosechas alumbraban abundantes frutos, las gallinas empollaban huevos de siete yemas… A Artefa no le podía ir mejor. Ah, y la cosa mejoraba si al introducir la mano en el cuerpo de Bernarda se recitaba la frase: “San Isidro labrador, quita lo seco y le devuelve el verdor”.

Grabado de San Isidro Labrador
Grabado de San Isidro Labrador | Shutterstock

El santo “coño”

Cuando la Bernarda murió las desgracias que hasta ahora se habían evitado gracias a sus peculiares propiedades mágicas, no se hicieron esperar. Las cosechas se hicieron pobres, las mujeres y los animales sufrían abortos sin parar. Hasta los terremotos se cebaron con Artefa.

Menos mal que a los vecinos no se les ocurrió otra cosa que desenterrar el cuerpo de la santera. Bajo la tierra, el cadáver de Bernarda se había descompuesto, a excepción de una parte… ¿Cuál sería? Efectivamente. Sus genitales, solo estos, se habían conservado incorruptos, esto es, como lo hacen las momias. El párroco de Artefa ordenó entonces el traslado del milagro a la parroquia. Así fue como se procedió a colocar el trozo de carne reseca en un relicario bautizado como el Coño de la Bernarda. Desde entonces, cualquiera que lo tocaba sufría las bendiciones de la santera.

Mañanas de septiembre, de Paul Chabas
Mañanas de septiembre de Paul Chabas | Shutterstock

La Bernarda manchega

Una historia muy parecida es la que campa por las tierras de Ciudad Real. Según este relato Bernarda vivió también como santera en el mismo siglo XVI en el que transcurre el mito en Granada. En este caso, los milagros que Bernarda obra con sus partes más íntimas, que curaban animales enfermos de pastores, atrae las sospechas de la Iglesia. Sin embargo, después de ser examinada por los monjes, su fama de santa corrió como la pólvora por las tierras de Don Quijote. Una vez fallecida, al igual que en el caso granadino, sus genitales se mantuvieron incorruptos.

Bernarda, la prostituta

En el otro extremo, como ya se ha indicado, se piensa que Bernarda pudo ser una prostituta que ejerció su profesión en Sevilla o en Marruecos. Una historia, en realidad, con tintes más verosímiles y también más sosainas y turbios. En ambos relatos, el de Sevilla y el del país africano, Bernarda habría ejercido la prostitución, convirtiéndose en la obsesión de los hombres. Tanto que no dejarían a sus genitales ni un momento de respiro.

En el caso de Marruecos, Bernarda habría acudido al país en medio de la Guerra del Rif y sus clientes habrían sido los soldados procedentes del desembarco militar de Alhucemas. Por otro lado, en el caso de Sevilla, la prostituta habría ejercido la prostitución hasta morir por castigo divino.

La ciudad de Sevilla
La catedral y la giralda en la ciudad de Sevilla | Shutterstock

¿Moraleja contra la prostitución o crítica a la religión?

Mientras las historias que sitúan a Bernarda como santera se mofan de algún modo de la Iglesia y sus remilgos hacia los genitales femeninos, la historia que transcurre en Sevilla es más una moraleja de lo que puede pasarte si ejerces tal profesión según la religión. ¿Cuál de las versiones es la correcta? ¿Guardan estas narraciones alguna porción de realidad? Estas preguntas tendrán que permanecer, al menos por ahora, sin respuesta. Pero, mientras, la expresión de “el coño de la Bernarda” seguirá traspasando los siglos.