El 28 de diciembre de ese mismo año —menos de tres meses después de aquel encuentro— la Reina Maria Cristina de Borbón se casaba en secreto con el sargento Agustín Fernando Muñoz Sánchez. El afortunado alabardero fue ascendido al cargo de chambelán de palacio, una responsabilidad de protocolo que le liberaba de sus obligaciones militares y le permitiría estar continuamente a su lado. En noviembre de 1834 nacería su primera hija en común, María Amparo Muñoz y Borbón.
La reina Maria Cristina de Borbón —de veintisiete años de edad— había sido nombrada Gobernadora del Reino en el testamento de su marido, el rey Fernando VII. El rey había muerto el 29 septiembre 1833, por lo que el encuentro entre la reina y el sargento se produjo inmediatamente después del fallecimiento del monarca y de su nombramiento como Reina Gobernadora (llama la atención que, habiendo sido el sargento miembro de su guardia, no se hubieran conocido antes y que el enamoramiento tuviera tan fulminantes consecuencias).
Su marido, posiblemente dos años más joven que ella, era un mozo apuesto, vivaz, de buenas maneras y muy listo. El comportamiento de Agustín Fernando no denotaba proceder de una familia humilde. Su conocimiento del ambiente de la Guardia de Corps debió de resultar fundamental para que María Cristina y el Gobierno evitaran un atentado contra la reina y el mantenimiento del orden en palacio.
Para asegurar sus vidas y el secreto de lo que ocurría, Agustín Fernando lideró una drástica purga en el personal del Palacio Real cercano a la Familia Real y a la nueva familia Muñoz – Borbón. En los años siguientes unos doscientos oficiales de la Guardia Real y quinientos diecisiete servidores de palacio fueron expulsados de sus puestos. No cabe duda de que los amoríos de la reina le granjearon una gran impopularidad entre quienes habían conocido al nuevo marido como un empleado más. Como quiera que se sucedieron los embarazos de la joven regente, se escuchaba una y otra vez decir: “La regente es una dama casada en secreto y embarazada en público”. La policía persiguió a quienes escribían sobre el asunto, pero el escándalo creció en plena guerra civil, alimentando la propaganda carlista.
Fue una decisión liberalizadora, en la línea de las adoptadas por otros países europeos, destinadas a poner en el mercado y hacer productivos los bienes eclesiásticos.
Atemorizada por la reacción de los sectores católicos de la población, la reina Maria Cristina destituyó a Mendizábal el 15 de mayo de 1836. En las elecciones de julio los liberales moderados obtuvieron 80 diputados, superando a los 56 diputados liberales progresistas. Los progresistas consideraron que habían sido unas elecciones amañadas; por lo que su líder Mendizábal planificó una insurrección.
El 25 de julio, mientras la Familia Real veraneaba en el palacio de la Granja de San Ildefonso, comienza una insurrección en Málaga, acompañada de asesinatos de autoridades moderadas. En los días siguientes, se levantan los liberales exaltados de otras ciudades andaluzas: Cádiz, Sevilla, Granada y Córdoba. La revuelta continuó extendiéndose por ciudades de todo el país.
Inicialmente la reina María Cristina se resistió a sus peticiones; pero de madrugada, al sentirse prisionera de su propia guardia, acabó ordenando la disolución de las Cortes con el fin de redactar una nueva constitución inspirada en la de 1812. Araíz del llamado «Motín de La Granja» Istúriz fue sustituido por José María Calatrava; en tanto que Álvarez de Mendizábal —el hombre fuerte de la insurrección— recuperó su cargo de Ministro de Hacienda.
Finalmente, la nueva Constitución aprobada en 1837 se acabó pareciendo muy poco a la de 1812; resultando bastante similar a las redactadas recientemente en Bélgica y Francia. Eliminaba el régimen estamental con diferencias entre hidalgos (que no pagaban impuestos personales) y pecheros (que si pagaban impuestos personales), reconocía la soberanía del pueblo, la libertad religiosa y de imprenta, y se organizaba una democracia parlamentaria con dos cámaras: Congreso y Senado.
El intento de liberarse de la tutela de los liberales progresistas provocaría que unos años después se produjeran unos hechos sin precedentes en la historia de España. Ver historia de la abdicación.
Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustración de Ximena Maier