Se sabe que fue hijo de un pastor, ocupación que él también desempeñó hasta los veinte años, cuando decidió convertirse en ermitaño. Millán quiso acudir a un maestro que ya tuviera alguna experiencia en este estilo de vida y se fue a las peñas de Bilibio, un paraje montañoso situado a seis kilómetros de Haro, donde vivía un anacoreta llamado Felices (o Félix).
Tras tres años de aprendizaje Millán se desplazó hasta los montes Cogollanos, situados en la sierra de la Demanda, al lado de Berceo y él mismo se excavó un habitáculo en pleno monte donde llevó, durante cuarenta años, una solitaria y ascética vida de ermitaño.
Hasta Tarazona (Zaragoza) llegó la fama de santidad del anacoreta. El obispo Didimio, impresionado propuso a Millán hacerse cargo de la iglesia de Berceo, situada muy cerca de su lugar de recogimiento. En Berceo trabajó nuestro protagonista como sacerdote durante tres años pero su costumbre de repartir entre los pobres los bienes de su iglesia le generaron fuertes tensiones con el resto del clero local. Millan fue destituido del cargo y regresó al monte, estableciéndose esta vez en las cuevas de Aidillo, cerca también de Berceo.
San Millán hizo numerosos milagros durante treinta y nueve años y parece que, después de muerto también; por ello en el año 1030 fue declarado santo. Su fama de milagrero llegó al extremo de que los reyes de Najera y Pamplona y los reyes de Castilla peregrinaban hasta su sepultura para pedirle ayuda en sus guerras contra los infieles. Tanto vivo como muerto, San Millán expulsó una importante cantidad de demonios de diferentes personas, tanto de sujetos de extracción humilde como de otros identificados como “senadores”. San Millán también realizó milagros parecidos a los de Jesús de Nazaret como multiplicar la cantidad de vino para sus seguidores y sanar a numerosas personas que a él acudieron.
Uno de los milagros más conocidos —e incluso “visitable” actualmente—es el milagro de la Viga. Un día San Millán se encontraba de paseo por los alrededores de su retiro y se encontró con un grupo de carpinteros que estaba edificando un granero. Acercándose a ellos comprobó que estaban discutiendo; una de las vigas previstas era más corta que las demás y no les servía. Se encontraban con el problema de que iban a tardar más tiempo en cortar otro árbol y prepararlo como viga, un tiempo que no iban a poderle cobrar a quien les había encargado la obra. San Millan les dijo que se fueran a comer tranquilos y que después tratarían el asunto. A continuación, se retiró a orar. Finalizado el almuerzo, el anacoreta le dijo a los carpinteros: “no penséis que habéis perdido el jornal porque resulte inútil el trabajo que tuvisteis al labrar el madero, colocadlo donde le corresponde”. Al hacerlo, los carpinteros se encontraron con que la viga había crecido más de un palmo, por lo que no solo no era más larga que las demás, sino que incluso era demasiado larga. Es decir, que San Millán “se pasó” con el milagro, y los carpinteros deberían de recortar la viga, para que tuviera la misma longitud que las demás.
No hay noticia de si, finalmente, llegaron a cortar la viga para ponerla en el granero. También es posible que, ante tan milagroso acontecimiento, decidieran darle un uso más apropiado a esa viga. En este caso, debieron de ir a a cortar otro árbol para transformarlo en viga, pudiendo así preservar la del milagro.
Intervenciones bélicas de San Millán. Fundamental fue la intervención de San Millán sobre un caballo blanco durante la batalla de Hacinas (931) auxiliando a los castellanos en un momento muy importante. Volvió a resultar decisivo ocho años después, cuando apareció de nuevo sobre un caballo blanco en la batalla de Simancas; esta vez acompañando a Santiago Apóstol. Esa aparición no solamente supuso que se le reconociera como co-patrón de Castilla, sino que sirvió como argumento para que los castellanos se negaran a pagarle el voto de Santiago a la diócesis de Compostela, alegando que su patrón era San Millán. Además fue la base del voto de San Millán, por el que el monasterio de Suso obtuviera cuantiosas donaciones. Circunstancia que hizo de las reliquias del santo un importantísimo patrimonio de su comunidad monástica. Finalmente, tuvo gran importancia el llamado Milagro de los Bueyes que, por estar relacionado con otros milagros, puede leerse en el texto del Milagro y gafe de Santa María de Nájera.
Texto de Ignacio Suárez-Zuloaga e ilustraciones de Ximena Maier